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La estrategia de la oposición

Por David Narciso

davidEsta vez no fue el factor sorpresa lo que marcó la movilización, sino la vigencia de lo que había sorprendido aquel 8 de noviembre de 2012.

La movilización repitió en cantidad de gente y en distribución geográfica. Esta vez la dirigencia opositora se animó a ser parte, a decir presente, y comprobó que no fue rechazada, que esa calle no es la del “que se vayan todos”. Al contrario, esa multitud reunida parece resultado del vacío de una o más expresiones político-electorales que puedan expresarla y conducirla en su rechazo al kirchnerismo. Qué más quisiera esa multitud no militante que cenar en casa y dormir tranquila porque hay quien hace el trabajo que ahora tiene que hacer ella.

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¿Se puede sintetizar en propuestas político-electorales eso que las tomas de televisión mostraron como una abigarrada unidad en el espacio público de una noche de otoño? A pesar de que en su habilidad discursiva el kirchnerismo designa a esa movilización como “la derecha” o “la” oposición, en la práctica se trata de un espacio tan amplio como contradictorio, repleto de consignas dispersas, múltiples y muy influidas por el reporte diario de la constelación de medios anti K.

La zoncera de lo apolítico o la negación de las representaciones partidarias en las movilizaciones sirvieron para aglutinar en esta etapa, pero cuando llegue la hora de las urnas toda esa multitud que salió a la calle deberá abandonar la acogedora sensación de totalidad para dispersarse en un abanico de boletas electorales.

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obeliscoLo que se dice “la” oposición irá a las urnas dividida en octubre. He ahí su estrategia: desde Macri a Binner habrá oferta electoral para todos los gustos con la idea de juntar la mayor cantidad de votos, sumar diputados y así alterar las relaciones de fuerza dentro del Congreso. Suponiendo que lo consiga, el gran desafío será articular un juego legislativo que no repita el esperpento que protagonizó entre 2009-2011.

En realidad, 2013 implica un doble juego para el abanico opositor. Mientras la estrategia general apunta a sumar bancas en el Congreso para pelearle al kirchnerismo, se abre la pelea por ver en qué lugar del escalafón quedará cada referente una vez que se cuenten las urnas.

Un frente único para amontonar y hacerle la contra al kirchnerismo, como reclaman algunos editorialistas, es pura fantasía, además de una afrenta al sentido común. Alguno se podrá correr un poco más a la derecha o hacia el centro en busca de pescar votos de otros en el río revuelto que exhibió el 18A, pero en definitiva Macri y el PRO son un límite para el FAP de Binner, según reiteró ayer la diputada socialista Alicia Ciciliani, quien a su vez ratificó la identidad “de centroizquierda” de su frente electoral, también partidario de “un fuerte rol del Estado, pero no del manejo que del Estado hace el kirchnerismo”. Otro tanto por la UCR y el peronismo federal, porque es improbable que encuentren, cada uno por su lado, un único canal de expresión electoral.

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Todo este escenario tendrá un nuevo ingrediente cuando se convierta en ley el paquete de leyes que el gobierno denominó “democratización de la justicia”. En especial el que cambia la cantidad de miembros y modo de selección del Consejo de la Magistratura, que la Casa Rosada podría implementar en octubre mismo.

El detalle no menor es que en esa categoría habrá una lista que será única para todo el país y que irá adosada a las boletas de diputados y senadores con candidatos diferentes en cada provincia. Es decir Tierra del Fuego votará a sus diputados y Jujuy a los suyos, pero ambas elegirán entre los mismos candidatos a consejeros. Un escenario ideal para instalar un candidato en el país.

Hay quienes no ven descabellado que Cristina eche mano a esa plataforma electoral para instalar a su potencial sucesor trajeado como consejero. Es una opción más de la que dispondrá cuando llegue el momento de resolver cómo salir de la Casa Rosada sin perder el poder.

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Pasemos a la vereda de enfrente. ¿Qué hará el kirchnerismo con el 18A? En público, es natural, apenas admitir que “fue una demostración a la que asistió mucha gente”.

Sin embargo, puertas adentro debería empezar por no contribuir al crecimiento de ese espacio. Eso no implica cambiar sus políticas, pero sí revisar algunas cuestiones que en oportunidades parecen restar.

Es el propio gobierno el que alimenta la desconfianza cuando ordena saldar con la sola supremacía de votos en el Congreso, sin debate alguno y en apenas 15 días, una reforma judicial que abarca temas tan delicados como la regulación de las medidas cautelares o la selección y destitución de jueces. Una cosa es tener una mayoría que funciona como un relojito y asegura la aprobación de iniciativas oficiales, pero otra muy distinta anular toda posibilidad de mirada ajena o discusión.

Resultó tan brutal la estrategia para tramitar la reforma judicial en el Congreso que terminó por abrir brechas con los aliados, a los que no les quedó espacio más que para diferenciarse en público, aún a riesgo de que se los acuse de contribuir a “la patria zocalera”.

Los proyectos para la Justicia sin duda son incompletos (por ejemplo no toca nada referido a cuestiones procesales). Aún así el grueso reúne consenso, incluso en sectores del Poder Judicial. Pero de ahí a que cuatro funcionarios tengan el poder omnímodo de definir todo y que esa sea palabra santa, vuelve la reforma agria y sospechable, y relega a segundo plano sus virtudes.

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La oposición está en la calle, expresando su oposición al gobierno y su demanda al espectro no kirchnerista. Corre de atrás, movilizada por las sucesivas derrotas que viene sufriendo.

Y aun con esa ventaja, no son pocos los kirchneristas que por estas horas se preguntan cómo es que perteneciendo a un modelo sensible a la inclusión social, preocupado por la suerte de los más desprotegidos y las mayorías postergadas, garante de una movilidad social ascendente que consagra al trabajo y la producción como los grandes articuladores sociales, terminan embarrados con tipos como Leonardo Fariña y Fabián Rossi, personajes escapados del book básico del modelo menemista, sus chicas de revista y la Ferrari de fortuna fácil. ¿Cómo es que el corazón del gobierno termina acusado por fuga de capitales cuando se supone que lo combate?

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Algún día la Justicia dirá algo sobre las acusaciones contra Lázaro Báez y su presunta sociedad con Néstor Kirchner y se expedirá sobre la dudosa validez como prueba de la cámara oculta de Lanata. Cuando eso ocurra ya no será importante para el kirchnerismo, porque es ahora que tiene que discutir puertas adentro las contradicciones que están a la vista, más allá de si en este caso puntual hay culpabilidad o no.

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