El ascenso de Benito Mussolini y los fascistas al poder del Estado italiano fue tan vertiginoso como su caída. Este proceso, que duró más de dos décadas es parte de un dramático período en la historia social del siglo XX.
Benito Amílcare Mussolini nació el 29 de julio de 1883 en Dovia di Predappio, Forlì. Fue primer ministro del Reino de Italia con plenos poderes de dictador entre los años 1922 y hasta 1943. Fue derrocado y lo encarcelaron durante un breve lapso, las tropas de los nazis alemanes lo ayudaron en esa huida siendo luego designado presidente de la República Social Italiana desde septiembre de 1943 hasta su final caída en 1945.
El 28 de abril de 1945 Benito Mussolini fue capturado por un grupo de Partisanos quienes lo descubrieron a bordo de un camión en el que huía junto a soldados alemanes de las tropas hitlerianas. El Duce llevaba puesto un capote militar y simulaba estar enfermo. Aun así su histrionismo, que le había servido para escalar en el poder del Estado italiano y seducir a las masas de resentidos, no le permitió en esa jornada escabullirse de los milicianos que posteriormente lo fusilarían y exhibirían su cadáver colgándolo para el escarnio público en una gasolinera de la ciudad de Milán, al norte de Italia.
Grotesca figura de la historia social del siglo XX, pasó de ser militante y propagandista del Partido Socialista Italiano (P.S.I.) a ordenar la persecución de socialistas, comunistas y anarquistas, e incitar al incendio del periódico Avanti, que él mismo había dirigido en una época. Ateo convicto y confeso impulsó la firma del tratado de Letrán que le garantizó al Estado Vaticano su supervivencia y connivencia con el régimen nacional-socialista de Adolf Hitler. Propagador del antibelicismo fue luego un propiciador de guerras imperiales como la campaña de Abisinia (Etiopía) en África. Forjador durante la Segunda Guerra Mundial del Eje Roma-Berlín-Tokio.
Decimos que la figura de Mussolini es grotesca porque es trágica e histriónica en su oratoria, sus gestos presuntuosos y despectivos. Pero toda esa impostura es un mero sarcasmo cuando se trata de alguien que encabezó un perverso régimen político-económico y social despótico, opresor y destructor de vidas humanas.
El fascismo, como ideología y como movimiento, tiene un origen y un desarrollo específico, una etapa histórica en que tuvo su auge. Italia, en las primeras décadas del siglo XX, tuvo entre sus ideólogos a Mussolini, Gentile, Italo Balbo. Se expandió por la geografía europea adquiriendo diversas denominaciones: falangismo en España con Sánchez Mazas y Primo de Rivera como precursores, nacionalsocialismo o nazismo en Alemania y una multiplicidad de variantes en países como Inglaterra, Holanda, Bélgica, Rusia y hasta Estados Unidos de Norteamérica.
En esta latitud del mundo apareció tempranamente una expresión autoritaria y totalitaria emparentada con la deriva al fascismo y el antisemitismo. En 1919 durante la huelga de los obreros anarquistas de los talleres Vasena la Liga Patriótica Argentina impulsada por el doctor Manuel Carlés, el perito Francisco Pascasio Moreno y Monseñor D’Andrea es una expresión vernácula del fenómeno político e ideológico mencionado. En las huelgas contra La Forestal en el norte santafesino la guardia rural los “cardenales”, tropa mercenaria de la compañía multinacional cazaba obreros insumisos al igual que los squadristti mussolinianos.
A partir de setiembre de 1930, el general Uriburu puso en marcha el proceso de fascistización corporativista, persiguiendo a anarquistas, socialistas y comunistas. Su sucesor el fraudulento general Agustín Pedro Justo, avanzó en esa dirección y durante la década infame encabezados por el gobernador de Buenos Aires Manuel Fresco, desfilaban por las calles de Buenos Aires comandos ataviados con camisas pardas y brazaletes con la cruz gamada del nazismo. La diplomacia argentina participaba con entusiasmo de los festines organizados por los personeros que perpetraron el holocausto y las shoá.
Es preciso no olvidar que la caída de Mussolini y su régimen se deben no sólo al acoso de las tropas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial sino también y esencialmente a la heroica resistencia de los partisanos anarquistas, socialistas, comunistas y hasta cristianos.
En la actual crisis europea, los rebrotes de xenofobia y racismo, así como las políticas violentas hacia lo inmigrantes, tienen su raíz en la ideología fascista, y como bien señala Manuel Vicenta, el fascismo no siempre ingresa a las sociedades a redoble de tambores sino bajo el ropaje de grisáceas ratas tecno-burocráticas.
La partida al infinito de José Luis Sampedro
En la madrugada del lunes 8 de abril de 2013 se agotó la existencia del escritor y economista español José Luis Sampedro. No temía a la muerte, pero quería llegar al momento postrer con dignidad y así lo hizo.
La figura de José Luis Sampedro se transformó para el movimiento de los Indignados de España en una referencia intelectual y moral ineludible como certeramente se afirma en las crónicas necrológicas. En efecto, Sampedro desarrollo una perspectiva alternativa de la Teoría Económica. En sus términos sostenía que: “Hay dos tipos de economistas, los que trabajan para hacer más ricos a los ricos y los que trabajamos para hacer menos pobres a los pobres”.
Partícipe y testigo de su tiempo durante la Guerra Civil Española, participó en una Milicia Confederal anarquista, pero fue hecho prisionero y enrolado como soldado del bando nacional. Conservó a lo largo de la dictadura franquista su disidencia con la misma.
José Luis Sampedro ejerció la docencia durante tres décadas enseñando economía. Se destacan en su vasta obra libros como: Las fuerzas de nuestro tiempo (1967), Conciencia del subdesarrollo (1973) y novelas como Octubre, octubre (1981), La vieja sirena (1990) y el Amante lesbiano (2000).
A los noventa y seis años partió hacia el infinito dejando una estela de compromiso y sabiduría con los más desposeídos.