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La mejor relación es con uno mismo

Por Claudio María Domínguez

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Si en una relación experimentamos indiferencia, rechazo, hasta incluso maltrato, eso nos está claramente reflejando que no nos estamos amando lo suficiente como para decidir con firme convicción tener relaciones de amor, de empatía y gozo. Recordemos que la primera relación sana tiene que ser con nosotros mismos.

Así que siendo concientes de que todo lo que experimentamos afuera es un reflejo de nuestro interior, podemos ser responsables de lo que elegimos  en nuestras vidas cada día.

¡Ya no hay excusa! No podemos depender del otro para que nos llene el vacío interno, somos responsables de generar por nosotros mismos una vida que nos guste. Ahora sabemos que sería ilógico enojarse porque el reflejo de nuestra cara en el espejo no sonríe; sería incoherente gritarle que sonría: primero debemos simplemente sonreír y eso es lo que el reflejo va a espejar.

Por lo tanto no importan las situaciones que nos toca vivir, sino quiénes estamos siendo frente a esas situaciones, cuál es la actitud que adoptamos.

Sonriamos, amemos y sepamos que somos los creadores de nuestra propia realidad. Una frase genial es “creer es crear y lo que tú crees, eso creas”. ¿Qué estás creyendo y creando?, ¿cuáles son tus creencias de vos mismo cada día?, ¿son positivas? Recordá que los pensamientos son vibraciones y lo que vibras, atraes, por lo tanto juguemos a amarnos, a aceptarnos y ser felices.

“Cada persona que encontramos en nuestro camino es una oportunidad de aprender. Si hay alguien en tu vida con quien te es más difícil relacionarte, míralo como tu maestro, porque es quien te muestra el límite de tu amor, hasta dónde eres capaz de amar a alguien”, decía el gran maestro Eihei Dögen.

Nunca nada ni nadie va a llenar tu vida a no ser que vos aparezcas rotundamente, definitivamente, en tu propia vida, como el héroe de tu película, el protagonista de tu historia de amor.

Nunca, ni los recuerdos del mejor pasado, ni los rencores de los golpes de otros tiempos, ni siquiera los anhelos de lo que aún no llegó y seguramente no llegue como la mente baja lo supone.

Nada, ni siquiera esa situación tan ansiada, permanece más de un instante y sólo intentamos tantas veces recrearla o vivir una excitación que nos recuerde que estamos vivos.

Nadie, ni siquiera un hijo, por mencionar lo más preciado dentro de la telenovela cotidiana, puede completar de afuera la falta de percepción de nuestra divinidad interna.

¿Seguimos siendo mendigos de la permanencia de otros en nuestras vidas, o de sucesos que deberían darle sentido a la venida a este plano?

Muchísimos mails nos llegan con la misma situación: “Sufro la indiferencia de mi pareja”, “Mi novio/a se fue, me dejó y me siento la/el peor del mundo”, “Ya no me ama y siento que la vida no tiene más sentido sin él/ella”, “Me critica y me siento poco valiosa/a”, “Me tratan mal y no ven mi ser”.

No se nos enseña de chicos a estar en contacto con nosotros mismos, a confiar en nuestro valor como ser humano. Valemos sólo por el hecho de existir. Somos valiosos simplemente por estar vivos. Como dice la frase de Osho: “No importa que te amen o te critiquen, te respeten, te honren o te difamen, que te coronen o te crucifiquen; porque la mayor bendición que hay en la existencia es ser tú mismo”.

Como seres humanos construimos una personalidad, basada en un sistema de creencias que adquirimos por los cuidadores primarios, padre, madre, tíos, abuelos, maestros, etcétera. Muchas veces estas creencias, que son pensamientos fuertemente sostenidos mentalmente durante mucho tiempo, nos generan tanta angustia que los proyectamos fuera de nosotros, a veces consciente y otras inconscientemente.

¿Quién no ha recibido palabras hirientes de alguien que a su vez otro alguien le dijo de chico? Vamos heredando palabras, ideas, conceptos ajenos. Tenemos que saber que lo que los demás ven de nosotros, es eso, sólo la mirada que el otro tiene de nosotros.

Confiar en quiénes somos, en los talentos que tenemos y expresarlos con deleite y dicha, tener pensamientos de nosotros mismos de amor, una imagen mental que nos haga sentir que nos gustamos, que nos amamos, que somos especiales dentro del rompecabezas del universo, ya que sin nuestra esencia el universo estaría incompleto, genera que la realidad física, que es un espejo de lo que estamos vibrando, de la energía que somos; nos  conecte con la sincronicidad positiva en circunstancias, situaciones, relaciones, que coinciden con nuestra actitud frente a la vida.

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