El 30 de mayo de 1904 (el jueves último se cumplieron 109 años), los míticos hermanos Podestá estrenaban en Buenos Aires Jettatore!, del dramaturgo Gregorio de Laferrère (Buenos Aires, 1867-1913), una comedia en tono de vodevil que el autor de Las de Barranco había escrito sin demasiadas expectativas (estaba convencido de que nunca se estrenaría), imbuido por la estética de las comedias francesas que había visto en Europa.
Ahora, con producción del Teatro Nacional Cervantes y en el marco de una Tiraque continuará este domingo a las 20 y se podrá disfrutar en La Comedia (Mitre y Ricardone) de la elogiada versión que de este clásico dirigió Agustín Alezzo, uno de los más grandes maestros y directores de la escena nacional, con un elenco de grandes nombres del teatro argentino integrado por Mario Alarcón, Aldo Barbero, Haydée Padilla, Claudio Da Passano, Néstor Ducó, Malena Figó, María Figueras, Magalí Meliá, Miguel Moyano, Hernán Muñoa, Francisco Prim, Ángela Ragno y Federico Tombetti.
Lucía y Carlos, pareja de primos enamorados, tratan de impedir por todos los medios que los padres de la joven la casen con Don Lucas, un solterón de buena posición económica. Encuentran como plan para evitar ese propósito hacer creer a la familia que Don Lucas es un jettatore, es decir una persona que con su sola presencia irradia energías malignas que provocan desgracias. Con la ayuda de un joven médico amigo de la pareja alegan que Lucía cae enferma por el solo contacto con su pretendiente. Pero el juego se completa con el convencimiento del propio Don Lucas sobre sus poderes sobrenaturales, lo que desata cómicas situaciones y equívocos desopilantes.
“El teatro Cervantes me invitó para dirigir esta versión de Jettatore! y acepté de inmediato porque creo que es una obra encantadora, pero también porque estoy convencido de su vigencia; la mantuve en época, 1904, donde prevalecen las costumbres, las formas de relacionarse, la cortesía y el humor que aparecen en la obra. Todo es, claramente, de esa época. Y ensayarla y estrenarla no nos ha resultada para nada distanciado en el tiempo, porque en su esencia la obra es absolutamente actual”, explicó a El Ciudadano Agustín Alezzo, quien sostuvo que en la obra, “Laferrère se divierte partiendo de la construcción de una mentira que los jóvenes crean y de la que todos terminan siendo víctimas”.
Tal como alude el director, quien en las últimas semanas advirtió sobre la privatización de la cultura porteña en clara alusión a lo que pasa en Buenos Aires con el Teatro San Martín, la trama urdida irónicamente por Laferrère, “no permite que nadie escape a la red que él construye”, y de este modo, todos los personajes dejan al descubierto su “profunda estupidez”, apoyando una mentira que ellos mimos terminan confundiendo con una verdad absoluta.
El director, que elogió el notable elenco que le tocó dirigir y en particular el trabajo de Mario Alarcón, el protagonista (“para mí fue como una vacación trabajar con semejantes actores”, sostuvo), analizó el registro del texto escrito por Laferrère: “Es una comedia con ritmo de vodevil, quizás porque su autor viajaba seguido a Francia, donde veía mucho teatro, y el vodevil imperó en Francia, a lo largo de todo un siglo, como rasgo predominante del llamado teatro frívolo. Y lo que buscamos en esta puesta en escena fue reflejar esas situaciones propias del género, de entradas y salidas, y para eso, la puesta se montó con unos paneles a través de los cuales los personajes entran y salen todo el tiempo de las formas más inesperadas. No está planteado como la tradicional caja que contiene a la escena, sino que pareciera que a ese espacio se puede ingresar a través de todos los rincones”
Alezzo, cuyo vasto recorrido lo liga en sus comienzos (1955) con el Nuevo Teatro de Alejandra Boero y Pedro Asquini, en pleno auge del Movimiento Independiente, más allá de que contó entre sus maestros a la inolvidable Hedy Crilla y al norteamericano Lee Strasberg, analizó el sentido de volver a transitar autores como Laferrère, Florencio Sánchez o el propio Discépolo: “Estos autores encierran la base de nuestra argentinidad en cuanto a dramaturgia, son pilares a partir de los cuales se ha cimentado la historia de la dramaturgia nacional; en ellos está todo el teatro”.
Finalmente, el reconocido maestro formado en la lógica de los independientes, analizó la realidad actual del teatro nacional: “Siento que el público argentino es adicto al teatro; desde los años 40 que los teatros argentinos, más allá de algunos vaivenes, están llenos de público. Y siempre, junto a los teatros oficiales, hubo un teatro independiente de enorme producción. Pero en aquellos años se trabajaba mucho y desde abajo; se aprendía el oficio. Lo primero que hice en un teatro fue enderezar clavos torcidos: yo ingresé al Nuevo Teatro a los 17 años, recién terminado el bachillerato, y quería ser actor. Como en ese momento aún no sabía hacer nada en relación con el teatro, pasé un tiempo enderezando clavos mientras confirmaba que era eso lo que quería hacer”.
“Mala suerte”
“El mote de yeta se lo endilgan a muchas personas y no sólo en el ámbito artístico, porque es algo que también se da en la política”, analizó Agustín Alezzo respecto de la carga que implica semejante afirmación sobre alguien, y que en muchos casos ha destrozado potenciales carreras artísticas. Y agregó: “Por lo general, esto pasa cuando quieren sacarse de encima a otra persona y no saben cómo hacerlo, más allá de que en este caso en particular (el de la obra), estamos hablando de un hombre que quiere ascender socialmente, casándose con una chica que si bien no tiene tanto dinero, su familia está muy bien posicionada. Por lo tanto, la reacción que produce en el seno de la familia es atroz, y se inicia allí una lucha entre ambas partes en la que todos demuestran ser profundos estúpidos; por eso esta obra es una burla a cierta parte de la sociedad que juega con algunos intereses sin importarle los verdaderos sentimientos de las personas”.