Tras un pronunciamiento conciliador de la presidenta Dilma Rousseff en la noche del viernes, comprometiéndose a encarar el mejoramiento de los servicios públicos, nuevas manifestaciones callejeras fueron convocadas en las redes sociales para este sábado, sobre todo en Belo Horizonte y Salvador, donde se disputan partidos de la Copa Confederaciones.
Rousseff se comprometió a escuchar «las voces de la calle», propuso un pacto con las autoridades de todo el país para mejorar los servicios públicos y admitió que se precisan «formas más eficaces de combate a la corrupción», en un pronunciamiento a la nación tras las multitudinarias protestas que llevaron a más de un millón a las calles el jueves. También condenó la violencia.
Las propuestas de la presidenta incluyen una medida en curso de aprobación, que debe ser votada por el Congreso: destinar a la educación el 100% de los recursos de los royalties que el estado recibe del petróleo.
El Movimiento Pase Libre de Sao Paulo (MPL), que desató el movimiento de protesta contra el alza del precio del transporte hace casi dos semanas, informó el sábado que mantendrá las movilizaciones.
Portavoces de este movimiento habían indicado el viernes a medios locales que suspenderían las convocatorias a protesta en rechazo a la violencia en que derivaron algunas manifestaciones.
También criticaron la virulencia contra los miembros de partidos políticos que participaban de las caminatas. Para este sábado, las convocatorias de la furia en las calles seguían: En Belo Horizonte, la tercera mayor ciudad en el sureste de Brasil, fue convocada una manifestación que pretende dirigirse al estadio Mineirao, donde se juega el partido por la Confederaciones Japón-México. «¿La Copa para quién?», denuncian los convocantes.
La ciudad anunció fuertes medidas de seguridad. También en Salvador de Bahia, noreste, se convocó una protesta coincidiendo con el clásico Brasil-Italia, aunque por el momento no pretenden dirigirse al estadio.
Además están convocadas protestar este sábado en otras 12 ciudades, incluidas Brasilia y Sao Paulo, contra la reforma constitucional 37, que prevé retirar de las fiscalías públicas el poder de investigación.
Al percibir que esta cuestión ha sido levantada por los manifestantes, que ven a la fiscalía como una actor contra la corrupción, el Congreso aplazó esta semana la votación. «No nos sirve que aplacen, queremos que sea cancelada», proclama la convocatoria.
En las redes sociales se multiplicaban las reacciones al discurso a la nación de la presidenta Dilma Rousseff. Uno de las imágenes era un el rostro de hombre que dormitaba con los ojos al cielo, entre aburrido y excedido: «La cara que ponemos al escuchar a Dilma», decía la leyenda.
«La presidenta se salió bien en su pronunciamiento. No fue arrogante, al contrario, fue humilde aceptando que las voces de la calle tienen que ser escuchadas», declaró el comentarista de O Globo, Merval Pereira, habitualmente crítico del gobierno.
Para el senador opositor socialdemócrata Alvaro Dias, fueron en cambio «palabas al viento», citado por el sitio G1. El ex presidente socialdemócrata, Fernando Henrique Cardoso, que gobernó ocho años antes de la llegada de Luiz Inacio Lula da Silva al poder en 2003, criticó «un estilo de crecimiento -aplicado en Brasil por el Partido de los Trabajadores todavía en el poder- que es el opuesto de China: Ahí ahorran e invierten.
Aquí, se consume sin invertir. La calle está diciendo: no basta el consumo, quiero más». Las grandes protestas callejeras en Brasil se iniciaron hace casi dos semanas contra un aumento del precio del transporte público y continuaron en reclamo de mejoras en la salud y la educación, contra la corrupción y los millonarios gastos públicos en la Copa Confederaciones y el Mundial 2014. Esas manifestaciones son organizadas espontáneamente en Internet, así como por grupos variopintos.