En el marco del Festival Conecta 0.2 que se viene desarrollando en la ciudad desde el pasado jueves esta noche, a partir de las 20.30, en el Cine Público El Cairo (Santa Fe 1120) se verá La araña vampiro, el segundo film del cineasta argentino Gabriel Medina, quien estará presente para charlar con el público sobre el film que viene a suceder a la elogiada Los Paranoicos. La jornada también contará con la presencia del talentoso Martín Piroyansky, uno de los protagonistas del film junto a Jorge Sesán y Ailín Salas.
“Cada proyección es sagrada”, dijo Gabriel Medina en una amena charla con El Ciudadano en la que no intentó ocultar la pasión con la que aborda su trabajo y la alegría de venir a Rosario, presentar el film y quedarse hablando con los espectadores. “Me gusta mucho hablar con la gente, ver las reacciones, saber qué se les despertó a partir de mi obra. Es una de las cosas más placenteras de hacer cine”, aseguró.
En esta oportunidad Medina llega a la ciudad para presenciar la proyección de La araña vampiro, un film que se presenta como una especie de viaje iniciático, una aventura traspasada por el miedo y la relación con ese “monstruo” que es la naturaleza bruta: un joven de 20 años que sufre ataques de pánico viaja con su padre a Córdoba buscando tranquilidad. Una vez allí, sin poder dormirse, descubre que a centímetros de su cara una araña blanca, peluda y del tamaño de su mano lo observa fijamente. Se queda paralizado, hasta que decide matarla pero la cosa empeora cuado el insecto lo pica y da paso a un viaje por la montaña, junto a un alcohólico que le sirve de guía, en busca de su salvación.
—¿Cuál fue el detonante de esta historia?
—Después de haber hecho Los Paranoicos, había quedado agotado, todo lo que quería sacar de adentro quedó en esa película, sentía que la ciudad, lo urbano, se había agotado. Pero siempre tengo algo para contar, me siento como un músico que tiene que tocar y tocar para que aparezca la canción. En la escritura me manejo de esa manera, esbozo y van apareciendo sensaciones, imágenes. La araña vampiro surgió de la imagen de la copa de unos árboles que se movían mucho con el viento en lo alto de una montaña. Ahí se me ocurrió hacer una película desde esa sensación: un resumen de lo bello, existencial con la angustia y el miedo. La araña vampiro surge de esa búsqueda, toma un personaje, un adolescente nacido y criado en la ciudad –virgen de pasto, como le digo yo– que de repente, por una cuestión terapéutica, se va con su papá a una cabaña en la montaña; ese choque de mundos me pareció una explosión. Además aborda el miedo, cada día la gente tiene más miedo de estar sola, hay mucho miedo a la soledad, como si fuera una mala palabra. De hecho en las culturas orientales o en el mismo cristianismo la soledad es un acontecimiento existencial, filosófico. Lo que pasa es que cuando uno entra en contacto con uno mismo aparecen los miedos y estamos acostumbrados a vivir llenos de anestésicos. El ser humano consume anestesia y confort y se aleja de sí mismo, tratando de no tener miedo. Sobre eso trata la película.
—En ambas películas aparecen en primer plano los videojuegos; ¿los considerás como anestésicos?
—Sí, pero es extraño porque me gusta mucho jugar al videojuego, les tengo mucho respeto porque me parecen peligrosos, pero me resultan muy interesantes, son parte de mi mundo. En Los Paranoicos no fue consciente, no decidí poner los videojuegos sino que quise retratar mi mundo. En este caso aparecen porque intenté ponerme en el lugar del personaje. «Si estuviera en ese lugar y tengo una notebook ¿qué hago? Y si juego y me evado de toda esa monstruosidad que es la naturaleza bruta, de ese lugar en el que no quiero estar, me evado de ese padre y me pongo a jugar», me dije. Me atrapa mucho lo virtual, la capacidad increíble que tienen de transportarte a otra dimensión rápidamente.
—Dijiste que escribís como componiendo; ¿cuál es la importancia de la música en tus films?
—Escucho mucha música y es algo fundamental en mi vida, es una necesidad vital. En las películas son un recurso más para trabajar, me ayuda a expresar los estados de ánimo de los personajes. Es la música que me gusta, que escucho, soy muy sincero con eso, elijo la música que quiero escuchar. A través de la música imagino escenas. Lo primero que apareció de Los Paranoicos era un personaje que bailaba (temas de) Todos Tus Muertos.
—Parecen tener mucho de tu mundo. ¿Sentís las películas como una especie de catarsis?
—Sí, es una necesidad y además hago un poco de catarsis. Pero nunca trato de olvidarme que es una narración, que hay alguien que la tiene que entender del lado del receptor. Me gusta decir receptor y no público. Cuando escribo siempre me pongo en el lugar de espectador. Uno como director tiene los recursos para llegar al receptor. Para mí hablar de público sin ponerse en ese lugar es menospreciarlo. Hago películas que me gustaría ver, es difícil escribir sin reparar en la mirada de los otros, eso a la hora de crear es lo más difícil. Encaro mis películas como un hecho artístico, no tengo nada contra hacer películas para entretener, pero me cuesta hacer películas en las que yo no esté involucrado.