Por Miguel Passarini
Todos mienten: la farsa comenzó en el primer capítulo y todos (como todos en algún punto en la vida real), ocultan algo de sus vidas, de su personalidad, de sus gustos, de su pasado, de su infancia, de sus vínculos familiares, de sus relaciones de pareja, independientemente de que para el afuera muestren su costado más omnipotente, siempre indemnes a los disparos a los que los enfrenta la vida diaria.
Son los personajes del unitario devenido en tira Farsantes (lunes a jueves, a las 22.45, por Canal 3) que, con un elenco que derrocha talento, se confirmó en poco más de un mes de emisiones (se estrenó el pasado 26 de junio) como una de las ficciones más interesantes, elaboradas y (enhorabuena) complejas de la presente cartelera televisiva de aire.
La tira promedia el nada despreciable número de 15 puntos, ganando cómodamente en su franja horaria del final del prime time, lo que es un doble mérito por no tratarse de una de las típicas comedias de las que Pol-ka acostumbra a producir sino que, por el contrario, se trata de un material que sostiene la lógica del unitario: personajes elaborados y enrevesados (definitivamente más humanos), textos y situaciones que escapan a lo cotidiano (a lo más conocido o convencional) y un mundo como el de los abogados que, por primera vez en la pantalla chica argentina, es abordado de manera riesgosa pero absolutamente auténtica.
De este modo, con dirección en manos de la dupla Daniel Barone-Jorge Bechara, y guiones de Mario Segade y Carolina Aguirre, Farsantes hace foco en un estudio de profesionales del derecho bastante más reales y de carne y hueso de lo que suelen verse en televisión (tanto local como del exterior).
Perdedores, algunos de una ética bastante dudosa, muestran a diario, entre vicios privados y virtudes públicas, lo que pueden hacer frente a las contradicciones de la ley y la Justicia y sobre todo, frente a las posturas complejas y muchas veces sin solución aparente de los problemas personales, en muchos casos detonados por las situaciones laborales, una realidad que tiende, claramente, a volverse aún más compleja con la continuidad de los capítulos.
Julio Chávez, un actor que desde Tratame bien (2009) a la fecha le ha aportado a la actuación televisiva un sentido y profundidad casi desconocidos en el medio, da vida a Guillermo Graziani, la cabeza del bufete en cuestión, quien intenta recomponerse luego de algunos problemas con la Justicia por una inhabilitación que motorizó su propio hermano (Mario Pasik), que lo acusa de la trágica muerte de hijo.
Guillermo vive entre la complejidad de su lugar de trabajo, un polvorín a punto de explotar, donde matones y policías (en algunos casos, la misma persona) se disputan su protección legal, y su casa, con Ana (la impresionante Ingrid Pelicori), su mujer, alcohólica, ahora enfurecida frente a la decisión de su marido de terminar con un matrimonio de veinte años y de la postura algo velada de éste de asumir su homosexualidad, frente al cimbronazo que implicó en su vida la aparición de Pedro (el actor chileno Benjamín Vicuña), un colega que se sumó al grupo y al que acompaña, poco a poco, a entender su pasado y complejo presente. Para colmo de males, Pedro está casado recientemente con Camila (Julieta Cardinali), y suma un suegro juez muy poderoso.
Jugados todo el tiempo a todo o nada, la tira se complementa con la presencia de Alberto Marini (un denodado Facundo Arana que busca salirse de su rol de galán), un lumpen de buen corazón, conocedor como pocos de los bajos fondos, al que Graziani sacó de la cárcel y a quien protege, que está perdidamente enamorado de Gabriela (la talentosa Griselda Siciliani), única mujer del equipo, con una infancia singular (llena de mentiras y ocultamientos), cuyas consecuencias están empezando a aparecer, dejando como marca permanentes ataques de pánico.
Completa el equipo de abogados Marcos (siempre convincente Alfredo Casero) y al elenco se suman las enormes Leonor Manso (la singular madre de Gabriela) y Edda Díaz (tía de Graziani, y su secretaria y confidente), del mismo modo que Pilar Gamboa, Esteban Lamothe, Romina Richi, Julieta Zylberberg, Chino Darín y Vivian El Jaber, entre otras pequeñas participaciones.
Un gran acierto
Ante la decisión de Marcelo Tinelli de no hacer televisión en 2013, a poco de comenzar con sus grabaciones, Farsantes dejó de ser un unitario y se convirtió rápidamente en una tira diaria sin perder por eso calidad ni profundidad en la construcción y desarrollo de los personajes. Todo se confirmó luego de que su protagonista central, Julio Chávez, aceptara semejante desafío, siendo que nunca antes había optado por desempeñarse en una tira por el riesgo que implica recomponer el desgaste que, inevitablemente, suelen padecer los personajes.
El lado oculto
“Todos somos farsantes. La tira se llama así porque habla de seres humanos, quienes siempre tenemos algo de eso, fallamos, no mostramos todo lo que somos, tampoco en el amor”, expresó Chávez al momento del estreno de la tira acerca de su personaje, con el que afronta el doble desafío de adentrarse en la problemática de la homosexualidad pero desde un lugar atípico, muy alejado del cliché, trabajo que se completa con la notable interpretación que lleva adelante Benjamín Vicuña, cuyo personaje se ha convertido en una bisagra en el derrotero de la trama.
Puro talento
Más asociado al teatro y al cine que a la televisión, Julio Chávez (Buenos Aires, 1956) es actor, maestro de teatro, director y artista plástico. Ganador de innumerables premios a lo largo de su vasta trayectoria desde su debut en el teatro en 1976, no ha parado de recibir elogios por su trabajo. En las tablas, se recuerdan sus roles en Yo soy mi propia mujer, bajo la dirección de Agustín Alezzo (uno de sus maestros), del mismo modo que Ella en mi cabeza o El Vestidor. Por su parte, en tevé se lo vio en los unitarios De poeta y de loco, Archivo negro, Tratame bien y El Puntero.