Por Graciana Petrone
Cuando llueve es el flamante libro de Adrián Abonizio que reúne relatos publicados en la contratapa del diario Rosario 12, una suerte de aguafuertes aunque no porteñas sino bien rosarinas, que aparecieron en el periódico en los últimos años. Se trata, además, del último título de la Colección Ciudad y orilla que dirige el también escritor Marcelo Scalona. Fiel al objetivo editorial de gestar un sello que identifique a la literatura local, no podía faltar en la colección la firma de uno de los compositores, poetas y músicos más emblemáticos de este lugar del mundo.
El título del primer relato es el que le da nombre al libro y cuenta cómo una abuela se empecina por hacer que la vida de todos se detenga “cuando llueve”, aferrándose a supersticiones de otros tiempos como las de tapar espejos o guardar tijeras. Sin embargo, poco entiende el nieto de esas costumbres extrañas porque para él los días en que las gotas caen estrepitosamente al suelo le recuerdan a los tiempos en que jugaba a convertir en barco una cubierta de automóvil y hacerla patinar por el barro; también evoca a sus amigos y a la libertad.
El poeta y compositor rosarino crea grandes relatos a partir de lo cotidiano, casi siempre desde la mirada de un niño o de quien quiere dejar de serlo. Así, en “Manuelita, la tortuga” cuenta el despertar de la sexualidad de dos niños y una consecuente desilusión todavía llena de inocencia. “En vientos de rock” muestra una escena familiar en la que la pasión de un muchacho por la música de los recién aparecidos Beatles –aunque no por eso menos revolucionarios en su concepción musical– cobra más fuerza que la propia imagen paterna.
“Se trata de la etapa final de uno que escribe”, dice el autor, como quien ya lo ha visto todo pero que además tiene el don de contarlo. Para el narrador, la infancia y la adolescencia son momentos trascendentes, “porque a esa edad uno toma decisiones, sabrá quien es, de qué lado se está, es una auténtica revolución de las hormonas, de la ideología y de los sentidos. Además, de paso lavo el recuerdo o lo limpio: puedo reivindicar lo mas ínfimo y agrandarlo, puedo en suma, hacer magia”. Sin embargo, también asegura que “no se puede escribir toda una vida fijado en ese tiempo, aunque siempre esa edad es un crisol por donde entra una luz que luego se vuelve otra y después, de grande, sobreviene la cruda luz de las cosas reales”.
Todo puede pasar, entonces, en las historias de Abonizio mientras el mundo está agobiado por un aguacero interminable, como la misma tormenta atroz y prolongada que retrató Gabriel García Márquez en su cuento “Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo”. Sin remedio suceden la música, los afectos, los recuerdos de la infancia, los juegos y también la muerte. Y como si fuera una cruz, los personajes de Cuando llueve esperan impacientes los minutos y las horas que les faltan para convertirse en adultos y aprender en la calle “lo que no dicen los libros”.