“Ahora sabrán que la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (Opaq) es una estructura de vital importancia para la paz en el mundo. Me siento muy orgullosa de poder aportar mi granito de arena; es una organización muy profesional, con mucho compromiso. Estando ahí uno ve cómo gente de distintas culturas, distintos idiomas, religiones y costumbres tenemos como meta la paz”, afirmó orgullosa Alejandra Suárez, presidenta del Consejo Consultivo Científico de la organización ganadora del Premio Nobel de la Paz, docente de la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y directora de la Escuela Universitaria de Química e investigadora del Conicet.
Recién llegada desde la sede de la Opaq en La Haya, recibió a El Ciudadano en el laboratorio de Suipacha al 500 que comparten el Instituto Química Rosario y la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacia de la UNR, donde afirmó que antes de viajar desde Holanda para Rosario “había un buen clima porque era inminente la firma de Siria para ingresar a la convención, sumando un total de 190 países, con lo cual más del 98 por ciento de la población mundial y de la industria química está bajo la convención; esto da garantías de que no se van a usar armas químicas con fines bélicos”.
Sin dudas, las imágenes en las calles de Siria que recorrieron el mundo el pasado 21 de agosto, con más de 1.000 muertos civiles, la mayoría niños, víctimas del gas sarín, mereció el repudio internacional. La Opaq, que funciona desde 1997, se encarga de la aplicación de un tratado internacional mediante el cual los firmantes se comprometen a no producir ni desarrollar, como tampoco transportar y utilizar, armas químicas; no pueden tenerlas almacenadas y obliga a los países que las tienen a destruirlas en un determinado tiempo. “La organización no tiene poder de policía hasta que el país no firma la convención, por eso en Siria era la ONU y no la Opaq la que intervenía. La Opaq le prestó la infraestructura y los inspectores. La organización controla el comercio internacional de sustancias químicas, que están divididas en tres listas: las que son armas químicas, las que son precursores directos y las que son precursores primarios, pequeñas cantidades utilizadas para ensayos médicos, por ejemplo. Hay precursores que utiliza la industria de los agroquímicos, como el fósforo, y muchas de las armas químicas son fosforadas, por eso hay que controlar el comercio para evitar triangulación internacional”, explicó Suárez.
La docente e investigadora sucedió en su cargo en la Opaq a otro rosarino, el profesor Rolando Spanevello, quien estuvo entre 2003 y 2009: “Lo ocurrido en Siria, de alto impacto, le dio visibilidad; el gas sarín mata a la gente por asfixia, una muerte muy tortuosa. Fue muy conmovedor ver la cantidad de niños que murieron. Se cuentan las personas que mueren instantáneamente, pero luego durante las semanas siguientes siguen muriendo y no se conoce el saldo definitivo. Por eso esta organización desde hace muchos años y de manera silenciosa está haciendo un trabajo importante. Cuando un país ingresa a la convención, nos da certeza de que no va a usar armas químicas; por eso, este premio Nobel para la organización es muy merecido”, agregó.
La Opaq tiene un cuerpo que es el Consejo Consultivo Científico, integrado por 25 expertos internacionales que asesoran en ciencia y química (no representan a sus países) y está divido en cinco zonas: “Nuestra zona es el Grupo de Latinoamérica y el Caribe (Grulac), que está integrado por sendos representantes de Brasil, Uruguay y Argentina. Yo estoy desde 2009 y es por períodos de tres años a renovar por tres años más. Hay grupos de inspectores y otro que es de verificación, porque un país puede decir que está destruyendo sus armas químicas y en verdad no lo hace, por ello hay grupos que verifican. Por ejemplo, Argentina declara que envió a México 100 toneladas de un producto químico, se hacen las declaraciones de aduana y México declara que ingresaron 95 toneladas, se cotejan los certificados, se verifican si Argentina asegura que vendió 100 toneladas y México afirma que llegaron 95, hay que ver qué paso con las 5 faltantes”, expresó Suárez, quien apuntó que Argentina adhirió a la convención en 2007, “y está haciendo una muy buena tarea”.
En Rosario, un taller para una química de paz
En junio pasado, casi de manera premonitoria, en la sede que la Universidad Nacional de Rosario tiene en el viejo Hotel Italia, se realizó el taller Química por la Paz, en el marco de actividades que organiza el comité científico que preside Alejandra Suárez.
“Trabajamos con una agenda con dos reuniones anuales para asesorar en cuestiones específicas: cómo monitorear los adelantos en ciencia y tecnología y qué impacto podrían tener en la convención; también hay grupos temporarios de trabajo que estudian un determinado tópico, en este momento hay tres en funcionamiento: uno es el de convergencia entre la química y la biología, otro de verificación y el último tiene que ver con la difusión y educación”, explicó Suárez, quien luego detalló que “al taller asistieron profesionales de la química de todo el país, académicos, científicos, gente del sector industrial, incluso contó con la participación de expertos internacionales que llegaron desde Holanda, Suiza, Argelia y el Reino Unido, quienes dieron cuenta de la importancia de promover en el curso de formación profesional la no utilización de sustancias químicas tóxicas para fines bélicos, potenciando el uso responsable, ético y pacífico del conocimiento”.