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“Intendenta gracias a mi mamá”

El Ciudadano reunió a Mónica Fein con su madre. “Ella es mi mejor agente de prensa, sabe todo y me lo cuenta”, sostuvo la mandataria local. Y Pilar marca que no le gusta que la conozcan por su hija: “Soy igual, salvo que mi hija es intendenta”.

feinLa intendenta Mónica Fein saca de su cartera un manojo de llaves. Abre una reja, una puerta, y entra a un edificio en el centro de la ciudad. Sube al ascensor, marca el piso correspondiente. “No vengo muy seguido. Ella siempre va a casa”, dice, como para sacar charla. Apenas se baja, una señora bajita, de pelo corto y canoso sale a recibirla. Se abrazan, y la intendenta pierde su título, deja de ser Fein, empieza a ser simplemente Mónica.  “Hola, Pilarcita”, dice y le da un beso a su mamá, Pilar, de 85 años. “Yo soy intendenta gracias a ella”, señalará más tarde.

Pilar ejerce varios roles: el de madre, abuela, cocinera, agente de prensa de la intendenta y la “mejor” suegra. Entre las penumbras, es un pilar –juego de palabras que usó la propia Fein– en la vida de la intendenta de una de las ciudades más importantes del país. Ella habla todos los días con su hija y hasta se da el lujo de “retarla”, criticarla, preguntarle qué piensa hacer para Navidad, avisarle que le dejó algo de comida en la casa, para cuando vuelva cansada. “Mis nietos quieren que haga un cuaderno con mis recetas”, cuenta con orgullo. Para hoy al mediodía, y para celebrar su día y el de su hija, ya ayer temprano tenía listo un matambre. “Vamos a la casa de mi hijo. Siempre nos reunimos con la familia”.

Mónica Fein nació el 3 de junio de 1957 a las ocho y media de la mañana. “El parto fue en mi casa, fue muy lindo. Mi mamá era partera, pero cuando nació Mónica había fallecido, entonces me atendió una amiga suya. No sabíamos que iba a ser una nena”, recuerda Pilar, que durante toda su vida fue ama de casa. “En esa época había un programa de radio que se llamaba “Los Pérez García”, era muy lindo. Una chica del programa estaba por tener familia y había que mandar nombres. Entre los que mandaron estaba Mónica Cristina, y a mi marido le gustó”, sonríe.

La intendenta se ríe ante el relato. ¡Qué diría ante el contexto político actual! “Tuvimos la mala suerte que en ese intervalo –hasta que nació Mónica– murió una hermanita de su papá, que se llamaba Haydee. Y entonces le pusimos Mónica Haydee, pero a ella mucho no le gusta”.

A Pilar no le gusta que la conozcan por ser “la mamá de”. “Soy igual. Salvo que mi hija es intendenta”, rescata. Sus más allegados saben quién es su hija, y dice que siempre le hablan bien de ella. “Tengo un grupo de amigas jovencitas como yo que saben. Y también saben mis amigas de la pileta, a donde me mandó el médico por la artrosis. No soy de quedarme, soy bastante callejera”. Pilar va tres veces por semana a lo de Mónica, dos días a la pileta y pasa el fin de semana con las amigas.

Mónica Fein y su mamá han estado unidas toda la vida. Pilar va a su casa seguido, visita a sus nietos, recibe a su familia. Siempre trata de ayudar en lo que puede y a eso dedicó su vida, teniendo una hija tan ocupada.

“Estoy grande pero ando. Tengo achaques, artrosis, problemas de la edad. Pero no me quejo”. Dice que ahora ve poco a su hija, aunque hablan mucho por teléfono. “Ella es mi mejor agente de prensa, sabe todo y me lo cuenta. Me llama y me dice «¡No sabes lo que escuché!». Está muy informada. Y opina como ciudadana, no como mamá. Me dice qué le gusta y qué no. Yo soy intendenta por mi mamá. Ella nos dio absoluta libertad de elegir qué queremos. Yo no sé si esto es lo que hubiera querido para mí, pero nunca me dijo que haga otra cosa. Tiene una gran alegría de vivir y la transmite”, dice Fein, mientras sostiene, fuerte, la mano de su mamá. Están apoyadas sobre una mesa que sostiene tres portarretratos, en una foto está la intendenta dándole un beso. “Es del día que asumí”, dice Mónica y enseguida su mamá la corrige: “Es la foto de cuando lanzó su candidatura”. Fein la mira con orgullo de hija y se vuelve una más: “Mi mamá sabe todo”.