Santiago Bortolato es licenciado en Química, cursó el doctorado en la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas de la UNR. Además es investigador asistente del Conicet y trabaja guiado por Alejandro Olivieri, reciente premio Konex y Konex Platinum.
La Asociación Argentina de Químicos Analíticos (Aaqa) acaba de otorgarle el premio “Dr. José A. Catoggio” a la mejor tesis doctoral del país en Química Analítica por su trabajo en técnicas para detectar, en el menor nivel de concentración posible, contaminantes que están presentes en la naturaleza y que han demostrado ser perjudiciales para la salud humana. “Lo que nosotros hicimos fue desarrollar un método de detección de contaminantes, los hidrocarburos policíclicos aromáticos, que cuentan con ciertas características de las que, la más relevante, es que desarrollan un alto potencial carcinogénico”, afirma Bortolato. Y explica: “Se trata de compuestos orgánicos que tienen la capacidad de intercalarse en el ADN del ser humano y, al hacerlo, producen mutaciones que pueden llegar a afectar la salud humana”.
—¿A dónde los van a buscar?
—Trabajamos en detectarlos en muestras de agua. El problema de estos contaminantes es que, solubles en el agua, se encuentran en muy pequeñas concentraciones. Para detectarlos necesitamos materiales muy sensibles.
—Si están en el ambiente en bajas concentraciones, ¿por qué preocupan tanto?
—Estar en bajas concentraciones no los transforman en inocuos ya que al fijarse en las grasas permanecen más tiempo en el organismo humano. La cronicidad concluirá afectando al portador, quien tendrá alta probabilidades de contraer cáncer.
—¿Es de imaginar que la tarea de ustedes debe hacer foco en encontrar métodos sensibles y confiables para detectarlos?
—Los métodos tradicionales con los que se cuentan para monitorear no son adecuados. Se requieren métodos sensibles para medir pequeñas cantidades. Hacer este tipo de mediciones exige sistemas complejos como los que se encuentran en los laboratorios de análisis, lo que encarece la tarea a tal punto de hacerla inviable. Los métodos cromatográficos de alta eficiencia, son efectivos pero costosos, además de ser tiempo demandantes.
—¿Cuál es la solución que ustedes buscaron?
—Lo que nosotros hicimos fue utilizar tecnologías más económicas y más rápidas, más fáciles de manejar con las que obtuvimos resultados similares.
—¿En qué se basan?
—En luminiscencia molecular; florescencia y fosforescencia. La particularidad de estos contaminantes, por su estructura molecular, son muy fluorescentes; lo que implica, de por sí, una ventaja ya que se supone que tienden a ser más sensibles. El problema es que para aprovechar esas propiedades debemos idear algún tipo de metodología que permita explotar esa ventaja.
—¿Cómo cuáles?
—Recurrimos a la espectroscopía de luminiscencia en matriz sólida.
—¿Podría explicarlo?
—Elegimos una membrana de nylon, de las que se usan en el laboratorio para filtrar muestras; se hace pasar el agua contaminada a estudiar por esa membrana, en la que queda retenido el contaminante de interés, y luego se mide su fluorescencia fosforescencia en algún espectoflorómetro común en cualquier laboratorio. De esa manera determinamos con mucha sencillez y exactitud la muestra.
—Esos hidrocarburos contaminantes, ¿están presentes sólo en el agua?
—En todos lados. Se generan a partir de la combustión incompleta de materia orgánica. Todo lo que es orgánico, como nunca es completa su combustión, va generando residuos. Unos de esos residuos son estos hidrocarburos policíclicos aromáticos; el más famoso se llama benzopireno. Son anillos de benceno fusionados. Ya el benceno, por sí solo es peligroso. La industria química es el mayor ejemplo de presencia de estos desechos. Su fuente de generación es ubicua, están en todos lados.
—¿Tal vez por eso se hace tan antieconómico tomar muestras, lo que requeriría disponer de mucha gente y de mucho tiempo?
—No sólo es difícil por eso; su presencia en el aire, es dificilísimo de monitorear. Mientras se mantenga esta estructura de producción, es algo con lo cual vamos a vivir. Es igual que la generación de dióxido de carbono.
—¿Por qué razones, cree usted, que han premiado su trabajo?
—Yo creo que lo premiaron por dos cosas; primero por el tipo de contaminantes con los que se trabajó, ya que son muy peligrosos, y afectan a la salud humana; y, segundo, por el tipo de técnica que ideamos, la que combina, por un lado, la innovación al utilizar la luminiscencia y el soporte sólido para exaltar la propiedad de interés que es la fluorescencia de estos compuestos; y por otro lado, hay una tendencia de hace unas tres décadas, de procesar la información que uno obtiene. Procesarla matemáticamente para intentar ver qué más hay. Nosotros usamos una suddisciplina que se llama quimiometría que permite separar la señal que estamos midiendo en todos sus distintos componentes y acceder a resultados comparables. Se juzgó a este paso como novedoso, ya que nos permite hacer las mediciones con materiales sencillos y ahorrar tiempo.
—¿Toda la información que ustedes pueden llegar a reunir con este método, permite pensar en la posibilidad de hallar moléculas que inhiban los efectos nocivos de estos contaminantes?
—Se piensa en usar un tipo de polímero que pueda secuestrar a este contaminante del agua y retirarlo. Ese sería un desarrollo posible. Primero los organismos de control deberían exigir niveles más bajos de contaminantes presentes en el aire y en el agua. A su vez la comunidad debería contar con métodos que detecten niveles más bajos para alertar su presencia y trabajar en pos de bajar los niveles de contaminación. Hay que ayudar a detectar niveles cada vez más bajos para que los organismos de control puedan exigir niveles cada vez más bajos de contaminantes a los responsables de generar los contaminantes. Y luego, contar con productos para secuestrarlos y evitar su presencia, aún baja dosis, en humanos. Lo que representará un paso importante en la salud de la población.
“Investigar para el futuro”
Premio Konex Platino lo entrega la Fundación Konex cada diez años al profesional destacado por su trayectoria. Esta vez, en el rubro Físico-Química, Química Inorgánica y Química Analítica, el laureado fue el doctor Alejandro César Olivieri.
“Me dediqué a la química desde que nací; soy de los que teníamos el juego de química. No sé si siguen existiendo. Ver los colores, ver las pocas reacciones químicas que con él se conseguían fue lo que despertó en mí el amor por la química. Desde que comencé trabajo en algo que me apasiona”, cuenta el doctor Olivieri en diálogo con >El Ciudadano>, al tiempo que traza un paralelo y una distinción entre lo que es la investigación básica y la investigación aplicada. “Mucha gente se dedica a investigar en áreas y en temas que tienen, en el caso de llegar a buen término, aplicación inmediata. Otros, trabajamos durante muchos años en cosas que no son de aplicación inmediata; y, a veces, ni siquiera de aplicación mediata. Y eso es lo interesante de este trabajo: hacer cosas que probablemente sirvan para generaciones futuras. Tomemos el caso de Fourier. Joseph Fourier fue un matemático y físico francés, creador y sin motivos explícitos de una herramienta matemática que se llama la ‘transformada de Fourier’. Siglos después, esa herramienta iba a ser utilizada en muchos instrumentos modernos; por ejemplo, cuando nos hacemos una resonancia magnética no sospechamos siquiera que, dentro del aparato, una computadora recurre a la transformada de Fourier quien ni se imaginó que esta aplicación de la ‘transformada’, creada por él, 300 años antes, fuera a ser de utilidad para procesar imágenes para hacer diagnósticos más precisos”, explicó Olivieri.
Pensar “científicamente”
El investigador sostuvo que el trabajo que desarrolla sirve también “para usar la metodología científica para pensar científicamente los problemas con que nos enfrentamos en nuestra vida de todos los días”. En ese sentido, abundó: “Uno de los aportes de la metodología científica es el modo de pensar y, a través de él, resolver los problemas cotidianos con los que la comunidad se enfrenta. Pensar científicamente es hacerlo a partir de los errores. La historia de la ciencia es la historia de los errores de la ciencia. Así progresó: dudando de todo, tratando de verificar de la manera más racional posible todo lo que hacemos. Una de las fuerzas más impulsoras de la ciencia es avanzar en el terreno de lo desconocido. Demostrar que algo no funciona, descubrir la causa y encontrarle soluciones, sabiendo que nunca será para siempre”.