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Ser ganador, o no…

Es el técnico que más puntos sacó desde que se juegan los torneos cortos, pero no es un ganador.

El diario La Capital en su edición del viernes 19 de marzo emite un informe estadísticamente irrefutable. Roberto Sensini es el técnico de Ñuls que más puntos sacó en la era de los torneos cortos. Superando aún a Américo Gallego, quien se consagró campeón en el Apertura 2004.

Más allá de las estadísticas, cuando se trata de fútbol, hay un espíritu que completa la obervación. Ingresando al ámbito de lo subjetivo puede afirmarse que a pesar de sus logros Sensini no es un técnico ganador. Es un buen entrenador, sin dudas. Pero le falta al aura que distingue a los que son diferentes. Ergo, Gallego. El Tolo salió campeón con 36 puntos, ganó por la puntita del hocico. Pero ganó,  y su vuelta olímpica empezó en Avellaneda para terminar en el Coloso.

Ante una situación parecida (definición en la última fecha) a Sensini le fue «casi» igual, aquel Ñuls (el campeón) perdió en la última fecha ante Independiente, y éste Ñuls cayó con San Lorenzo en Rosario. La diferencia estuvo en que el otro dio la vuelta y éste quedó segundo. Lapidario, Gallego es un técnico campeón y Sensini no.

Dijo el vicepresidente, Eduardo Bermúdez, «con Sensini sacamos un colchón de puntos que nos permiten vivir una derrota con tranquilidad. El colchón de puntos nos permite evitar los dramas que tienen por ejemplo Racing y Gimnasia (evitó nombrar a Central, en un gesto si quiere galante de su parte) que si pierden entran en promoción y hasta en descenso directo. Eso es muy importante». Es verdad, el concepto de Bermúdez es válido pero el reclamo de algunos hinchas también.

¿Qué piden de Roberto?. Un carácter que no tiene, pero nadie puede dudar de su éxito personal. Extraordinario lateral zurdo, posiblemente el mejor de Ñuls en la historia. Con dos décadas jugando en la liga italiana y tres mundiales en el lomo con la selección argentina (90-94-98).  Con mayoría de encuentros bien jugados participó de dos apisodios desgraciados, cometió el penal en la final del 90 ante Alemania, que Andreas Brehme transformó en título batiendo a Goycochea.  Y también fue el hombre que quedó enganchado habilitando a todos los rivales en la final de los juegos olímpicos de Atlanta 96 que ganó Nigeria.

Como técnico mantiene un perfil muy bajo, respetuoso, no utiliza a la prensa para vender humo, tampoco hace gestos ostentosos. Nunca una victoria luce vital en sus reacciones, y tampoco «muere» en las derrotas. Puede ser previsible en las decisiones que toma, es de sorprender muy poco. Pero sus equipos son equilibrados. Un buen técnico, de eso se trata. Es Sensini, un tipo simple alejado de las obsesiones que rodean el juego (a pocos se le hubiera escapado no hacer amonestar a Boghossian, cuando tenía cuatro amarillas y se le iba a dar descanso, tal cual aconteció frente a Huracán en el presente torneo). Y de su entorno, atiende a los periodistas porque es educado. No busca trascender desde la nota ante las cámaras de un canal importante. Quizás su carrera se corone con un título, nadie puede afirmar lo contrario. Pero lo que sí está claro es que el no cultiva ese instinto  ganador que desvela a los futboleros.

Dirigió a Ñuls dos clásicos, pudo ganarlos, pero no los ganó. Empató en ambos, y eso es lo que suele distinguirlo como técnico. No pierde, pero tampoco gana. Tiene un techo, y no hará locuras por superarlo. Los directivos lo bancan a muerte, un trasnochado podría dudar de su honorabilidad en un mercado tan corrupto con el que se mueve al compás del libro de pases, y eso tiene muchísimo valor. Tanto como ser campeón, una obsesión que hoy es exclusiva de sus hinchas y por la que Roberto no pierde el sueño ni su tranquilidad.

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