El año 2013 comenzaba con la ilusión de hacer una buena segunda rueda para no tener problemas con el descenso, para colmo las llegadas de dos jugadores referentes como lo eran Leandro Armani y Juan Carlos Lescano, y la apuesta por un juvenil enganche como Leandro Bazán, le daban a Marcelo Vaquero la posibilidad de reforzar un equipo que había tenido altibajos a lo largo de la primera ronda de la B Metropolitana, y que tenía que reponerse de un duro golpe anímico, como era la grave lesión de una pieza clave en la mitad de la cancha: Pedro Cerutti, quien sufrió la rotura de ligamentos cruzados de la rodilla derecha, y sería baja para toda la segunda vuelta.
En lo estrictamente futbolístico un empate, una derrota y una victoria en los tres primeros partidos marcaban lo que era la irregularidad del equipo charrúa en el certamen, pero después del triunfo ante Rosario Central por Copa Argentina en Chaco (lo mejor que le paso a Central Córdoba en ese primer semestre) llegó el primer revés para el equipo que fue la salida de Marcelo Vaquero al cargo de entrenador, algo que muchas veces se dijo demoró en hacerse porque la relación tanto con la gente como con el plantel no era la misma que al comienzo.
La llegada del histórico Ricardo Palma dejaba abierta la ilusión de poder ensayar una remontada que a esa altura parecía complicada pero no imposible, sin embargo los resultados no fueron los esperados ya que solo se ganó un partido (ante Comunicaciones en la fecha 34) y pocos partidos después llegó lo que nadie quería: derrota con Los Andes como local tras la suspensión del encuentro por incidentes, en el que incluso intentaron agredir a Facundo Fabello, y la confirmación del lamentable descenso nuevamente a la Primera C. La nota triste además del fracaso dentro de la cancha, fue la “limpieza” que sufrió el plantel antes de que finalice el torneo (diez jugadores fueron licenciados, entre ellos los referentes Paulo Killer, Facundo Fabello y Juan Cruz Leguizamón, quienes eran los que peleaban para que se paguen los sueldos), y esto llevo a que en el último partido ante Defensores de Belgrano, el arquero suplente Ariel Paniego tuviera que terminar jugando de delantero para completar los once.
En el segundo semestre, con un plantel casi nuevo (solamente permanecieron Poropat, Lechner, Mologni y Taborda, y Armani logró renovar su préstamo) en el que llegaron once jugadores con experiencia en el ascenso para reforzar una base de juveniles, todos producto de la cantera charrúa que buscarían continuidad en la C.
Pero pese a que el proyecto era darle prioridad a los futbolistas del club, se trajo a un entrenador como Osvaldo Diez, con pasado en la categoría pero que no conocía a los juveniles y por eso, sumado a que el trabajo del entrenador no fue el adecuado (continuas ausencias a los entrenamientos y poca preparación del equipo desde el punto de vista táctico), y que los resultados no se dieron ya que solo ganó un partido en dieciséis fechas, llevaron al equipo a deambular por la zona baja de la tabla. Para completar este magro presente, nueve futbolistas se fueron con el correr de los partidos por diversos motivos (personales y económicos) y a esto hay que sumarle que Leandro Armani, Leonel Poropat y Rodrigo Lechner decidieron dejar de ir a entrenar porque se les adeudaba muchos meses de sueldos y premios del torneo anterior.
Y cuando parecía que el panorama sería totalmente negro, con la ida de Diez y la llegada de un viejo conocido como Jorge Forgués a la conducción técnica, los resultados cambiaron notablemente ya que el equipo ganó los últimos tres partidos del torneo y se reubicó nuevamente en los puestos de vanguardia para pelear por la vuelta a la B Metropolitana, algo que por historia el club merece largamente pero por presente está un poco lejos.
Un futuro que ya es realidad
El proyecto de la dirigencia charrúa para la segunda parte del año fue apostar a tener un plantel con mayoría de jugadores surgidos de las divisiones inferiores del club que venían teniendo participación en la Primera Local.
En total fueron dieciséis los juveniles que debutaron a lo largo de este torneo con la casaca charrúa, pero hay que destacar que Nahuel Bal solamente disputó minutos por Copa Argentina ante Luján y todavía no lo ha hecho en el torneo de la C, y que Matías Giroldi, quien ataja casi un tiempo entero en el último partido ante San Telmo, llegó en junio a la entidad de barrio Tablada proveniente de Rosario Central y estuvo atajando estos meses en la Primera Local que dirige Claudio D´Alberti.
Los futbolistas que tuvieron su bautismo de juego en este semestre fueron: el arquero Matías Giroldi; los defensores Daián Vocos, Héctor Deguardia, Santiago Pendín, Nicolás Di Santo y Nahuel Bal; los mediocampistas Exequiel Torres, Santiago Martínez, Franco Ferraguti, Juan Fernández, Nahuel Paglialunga, y Diego Febre; y los delanteros Joel De Armas, Pablo Ratari, Pablo Pereyra y Hernán Romero.
En cuanto a estadísticas se refiere, el que más partidos disputó fue Joel De Armas con 17, solamente ausentándose ante Justo José de Urquiza y Deportivo Español, ambos por lesión. Lo sigue Daián Vocos con 16 encuentros, pero hay que marcar que no participó de los tres primeros cotejos por una suspensión que acarreaba de la Asociación Rosarina, y por eso recién pudo debutar al cuarto partido y desde allí no salió más ni un minuto.
El único juvenil de la cantera charrúa que logró convertir un gol fue Nicolás Di Santo, ante Laferrere en la jornada 18 en lo que fue triunfo como visitante del Villero por 2-1.
Pablo Pereyra fue la sorpresa de estos juveniles promovidos a primera división, ya que le tocó debutar con apenas 16 años recién cumplido, en el encuentro ante Argentino de Quilmes.
Con la confirmación de Jorge Forgués como entrenador de Primera, se espera que muchos juveniles más sean promovidos a Primera División.
El Charrúa y un año muy agitado en el plano político
Distinto y a la vez más de lo mismo. Así fue el 2013 que atravesó el Charrúa en el plano político. Es que los problemas siguen siendo los mismos de siempre, agravado incluso por la cada vez más activa participación de un grupo de violentos que hizo suspender varios partidos, amenazó al plantel y llegó a tirotearle el auto al arquero Leguizamón. Hasta los que manejan los hilos de la institución son los mismos. Entonces ¿qué tuvo de distinto este año? La aparición del doctor Carlos Lancelotti, ni más ni menos. El hombre que surgió para representar la fuerza del cambio y que en febrero próximo, cuando se lleven a cabo las elecciones, irá en busca de la presidencia.
La entrada en escena del ex médico de la institución fue la primera señal de cambio en Tablada en muchos, muchísimos años. Y en ese lapso, el club fue perdiendo categorías, jugadores, respeto, prestigio…un poco de todo. ¿Casualidad? En absoluto. Causalidad mejor dicho. Es que el 2013 de Central Córdoba no pudo haber sido peor.
Un pésimo desempeño en el certamen de la B Metropolitana que acabó con un nuevo descenso a la Primera C; el éxodo masivo de los futbolistas que habían logrado la hazaña del ascenso y que, apenas un par de meses después, fueron separados del plantel por “decisión dirigencial” luego de haber sufrido todo tipo de atropellos; la paupérrima conducción de Osvaldo Diez, quien tuvo el descaro de renunciar vía “internet”; el progresivo deterioro de las instalaciones del club.
Y el tema de los violentos merece una mención especial. El volante Facundo Fabello fue amenazado a la salida de una práctica y Leguizamón despertó con su auto baleado. Y eso ocurrió fuera del estadio. Porque en el Gabino Sosa las cosas se salieron de control más de una vez y llegaron a suspender dos encuentros.
En fin, la lista es larga y la situación severamente comprometida. Será responsabilidad de los socios de Central Córdoba asegurarse de que las elecciones se lleven a cabo como están previstas para forzar el cambio. No hay certezas, sólo una oportunidad.