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Seis rosarinos “discapacitados” se le animan al Aconcagua

Por Graciana Petrone.- Son seis jóvenes de entre 16 y 36 años que padecen autismo y síndrome de Asperger y viajarán la semana próxima.

viajedentro Seis jóvenes rosarinos de entre 16 y 26 años partirán el miércoles hacia una expedición a la Cordillera de los Andes. La meta es subir 4.280 metros desde el campamento Plaza Francia, ubicado en el extremo sur del Aconcagua, uno de los picos más altos del mundo. Aunque el dato puede no parecer una noticia relevante lo cierto es que es una actividad sin precedente en el país: son chicos con Trastornos del Espectro Autista (TEA) y síndrome de Asperger que practican montañismo en un espacio de entrenamiento especial ubicado en Dorrego 1857. “El viaje cuesta unos 7 mil dólares por persona y la Municipalidad de Mendoza se hizo cargo de todo menos el transporte desde Rosario”, contó Oscar Mareo, instructor de los chicos y uno de los responsables del programa Grupo de Entrenamiento Adaptado (GEA) del que participan los jóvenes. Con el apoyo del gobierno cuyano los escaladores contarán con guías, ayudantes, hospedaje y comida. Serán siete días en los que planean realizar una caminata corta, de 72 horas, para alcanzar la meta propuesta. Además, tienen programado disponer de un día más en la montaña para recorrer el lugar a lomo de mula. El desafío es grande aún para quienes no cuentan con problemas motrices o de adaptación, pero estos montañistas rosarinos entrenan duro cinco veces a la semana. Según explicó Natalia, otra de sus profesoras, hacen trekking, spinning, pilates, danzoterapia, escalada deportiva y musculación. Pero también remarcó que aunque el entrenamiento físico es importante, lo fundamental es la integración grupal: “Las consignas son precisas, al principio cuesta, pero una vez que se genera el vínculo ellos responden de la mejor manera, sobre todo cuando el lugar y las personas son conocidas”. El grupo ya tiene experiencia en altura: uno de los primeros viajes fue al Uritorco, en 2011, donde los jóvenes alcanzaron a subir 1.900 metros. Después llegaron a los 2.880 metros en el cerro Champaquí y el año pasado superaron su récord en mil metros cuando fueron a Los Puquios, Mendoza. “Ahora vamos por más”, aseguró Oscar, emocionado, mientras señaló con la mirada, orgulloso, a tres de los chicos que entrenan en el gimnasio. También contó que en diciembre hicieron por primera vez una colonia de verano en la isla y allí tuvieron contacto directo con la naturaleza, aprendieron nado en aguas abiertas y kayakismo. Cada logro es inmenso “Unos de los problemas básicos de los chicos es la comunicación con el entorno pero cuando empiezan a verse los avances, por pequeños que sean, para nosotros es un logro tremendo”, dijo Oscar. También explicó que el entrenamiento deportivo es muy importante para ellos, ya que debido a la medicación suelen tener dos tendencias: una a engordar y otra a hacerse flacos y altos sin musculatura, por lo que para cualquiera de los dos síntomas deben hacer ejercicio específico. La mayoría de los jóvenes provienen de un centro de día en el que trabajaba el instructor y a muchos los conoce desde que eran chicos. Hace un año que junto a otros profesores instalaron un espacio adaptado en Dorrego y Pasco, donde armaron un muro para escalar. En el gimnasio entrenan unos quince chicos con diferentes problemáticas. “Todos verbalizan, excepto uno de los más chiquitos. Tienen entre 3 y 35 años. Los más grandes tienen síndrome de Asperger, uno es técnico en sistemas y otro es licenciado en Comercio Exterior y entró a trabajar en Tribunales por el cupo de discapacidad”, contó el profesor. La pasión de Mareo por el montañismo comenzó hace más de una década cuando llevó a un amigo con Trastorno Generalizado del Desarrollo (TGD) a la montaña en Puente del Inca, a 4.200 metros de altura. “Los resultados fueron asombrosos y hoy su currículum de montañas escaladas supera el mío casi en el doble”, destacó. “Como una familia” Para Natalia, Oscar, Juan y Claudio, los profesores de los chicos, lo principal es ver los logros que día a día alcanzan. Juan, por ejemplo, dejó de estudiar Ingeniería para hacer la carrera de Educación Física y así trabajar con los chicos. Claudio también aseguró que lo más importante son las devoluciones que el grupo le hace después de una jornada de trabajo. “Lo que siempre marco es la disciplina que ellos pueden adquirir para la vida”, agregó Oscar. Para Marcela, la mamá de Juan Pablo Vidal, uno de los excursionistas, el trabajo que los profesores hacen con respecto a la inserción del grupo es lo más importante. “No siempre tenemos las puertas abiertas en las escuelas y en los clubes, a veces porque no los aceptan a los chicos y otras porque ellos mismos se aíslan”, contó. Por eso reconoce la labor que se realiza en GEA. “Es una experiencia única en el país. En el caso de Juampi, tiene la posibilidad de hacer gimnasia, lo que le gusta mucho. Además está con un grupo de pares y aprecia que lo traten como a un adulto”, explicó. Y confesó: “Estoy feliz, tengo cosquilleo en el cuerpo. Es un logro. Para una mamá y un papá ver la superación de su hijo no tiene precio. Más en este caso cuando hay una discapacidad”.

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