El río. Manuel, Elba y Rocío. Él, pescador, ellas su compañera, y su gurisa. Una historia de amor que traspasó la vida del cantautor local Martín Neri, un intérprete y compositor de música popular cuya ligazón con el río se afianza a través de una nueva obra conceptual titulada Matriz de agua. Doce canciones, doce escenas que serán editadas en CD en el mes de mayo pero cuyo adelanto sonará esta noche, a partir de las 22, en Berlín Café (pasaje Fabricio Simeoni 1128) a modo de inauguración del ciclo “Cantautores y emergentes”.
La velada contará con un popurrí de temas que traspasarán varios materiales del músico que supo acompañar al Dúo Salteño por cinco años; un disco en el que repasará temas de coautoría (Neri compone, entre otros artistas, con Teresa Parodi) y un material de versiones en que el músico visita aquellas composiciones de autores que, simplemente, le gustan. “Los tomé con una mirada, una estética particular y armé ciertos arreglos. Temas del Cuchi Leguizamón, del Negro Aguirre (quien también participa en Matriz del agua), el Chacho Muller, son poetas que a mí me gustan”.
Una historia de amor
Desandar la hechura de Matriz del agua es una experiencia en sí misma. Un proyecto cuya diversidad de matices va desprendiéndose del mismísimo desarrollo. Todo comenzó cuando Martín Neri terminó una carrera de cine y, a modo de tesis final, se dispuso a filmar su ópera prima. De la mano de un documental, con claros tintes de denuncia se disponía a contar la vida de un pescador, sus códigos y las precarias condiciones laborales que enfrenta. Pero al inmiscuirse en la vida de Manuel, todo cambió. “Me metí en sus vidas y terminé contando una historia de amor, su historia personal”, reconoce Neri en diálogo con El Ciudadano.
Dentro, o en paralelo al proyecto audiovisual (que aún no culminó), el compositor comenzó a crear un disco, “una obra conceptual de doce canciones dirigidas a contar la historia de esta familia de pescadores. Donde todo tiene el contexto lírico del paisaje de esta región y cada canción visita géneros litoraleños que hacen al paisaje. Cada una está compuesta con el objetivo de plasmar esa historia de isla. Es un drama. Una historia real contada con un poco de ficción también”, apuntó Neri.
Manuel y Elba se conocieron en un yerbatal en Misiones, “explotados, donde los tipos iban con la guadaña a cortar la siembra y a las mujeres las tenían como hacinadas con el privilegio de un techo de chapa donde seleccionaban la cosecha. Ellos hablan de un progreso porque se pudieron ir de ahí y están viviendo en la isla”.
Y así, en su nueva vida en la Boca de la Milonga, un brazo del río Paraná cerca del Charigüé, llegó Rocío, la gurisa. “Cuando Manuel, con su perfil de pescador que es rústico, cerrado, muy para adentro, me empezó a hablar de amor me descolocó. Se mostró totalmente enamorado de su mujer y su hija, como dos fuentes enormes de vida para él. Ahí entendí que no importaba si tenía que remar dos horas por día para ir a su cancha (su sector para pescar), morirse de calor o trabajar muchísimo, explotado porque le pagan muy poco por los peces. Ahí me cambió el eje. El amor es el vehículo. Ahí el título fue para el lado femenino (con la idea de matriz). El amor es todo, es el combustible. Pero cuando empecé a decidir que la historia iba por ahí ocurrió un accidente y ella falleció”.
Fue una picadura de víbora la que cambió la historia, la que viró completamente la vida de Manuel. “Hay una canción en el disco que se titula «Despierta»; en ella cito a Oliverio Girondo cuando dice que no hay nada más tierno que levantarte a la mañana, abrir los ojos y tener al lado a la persona que vos amás. Manuel me contaba que se levantaba temprano, se preparaba unos amargos, agarraba la canoa y se iba. Yo jodiéndolo le pregunté si Elba no se levantaba a hacerle compañía. Me respondió que no, que la dejaba durmiendo. «Era el placer de verlas durmiendo. No las quería molestar. Las miraba hasta último momento y me iba», me dijo. Cuando fue el accidente, me preguntó si me acordaba lo que me había dicho en ese momento y me confió: «Daría cualquier cosa y remaría todo un día completo con tal de juntar todas esas mañanas y haberla despertado un ratito»”, relató Neri pausado y sin poder evitar la piel de gallina y la emoción del recuerdo.
“Ahí te das cuenta que no importa si sale el largometraje”, aseguró el realizador, al tiempo que adelantó un posible viraje del material audiovisual: “Pensamos en hacer el concierto en la isla, en vivo, con la narrativa que va saliendo y después ir más a los paisajes. Abandonar totalmente la cuestión documental y dejar que se abracen aún más los dos proyectos”.
El condimento inesperado
Martín Neri mantiene una ligazón con la música que lleva largo tiempo, una pasión y formación a la que hace algunos años le sumó una pata audiovisual: “Es algo sobre lo que trabajo y de lo que me alimento todo el tiempo, va de la mano con la composición. Mi música está llena de imágenes. Ninguna de mis formaciones musicales le aportó tanto a mi música como estudiar cine. Es como estar buscando algo y cuando no lo buscás más lo encontrás. Me aportó para entender que hay que ser contundente a la hora de escribir, para saber qué postergar en una narración y qué no”, detalló.
Según Neri, su formación audiovisual ayudó para “sacarle el prejuicio a la composición y entender que tiene que estar viva, que tiene que tener esa cosa bien visceral. Que debe ser colectiva siempre para que describa mejor ese universo”.
El chango que andaba muy bien
“A veces siento que hay una bruma alrededor de la música popular”, opinó Martín Neri haciendo referencia a la falta de comunicación entre géneros, la falta de conocimiento respecto de esa música que sienta bases en la región. “Doy clases y trabajo con gente del palo del rock: cuando escuchan música popular les encanta pero no la conocen”, señaló.
Y esa escisión dio paso a una anécdota que, ocurrida 6 años atrás, demuestra un desconocimiento recíproco pero que también pinta de cuerpo entero a grandes de la música argenta: “Cuando trabajaba con el Dúo Salteño, en un fin de semana que hacíamos viernes, sábado y domingo en Buenos Aires, nos fue a saludar el Flaco Spinetta al camarín. Escuché que les decía: «Ustedes son unos príncipes». Escuché su voz y lo reconocí. Salí al pasillo y estaba el Flaco arrodillado haciéndole como una reverencia con tres discos de vinilo al costado que les había llevado para que se lo firmen. La escena terminó con los dos «viejos» del Dúo Salteño (Néstor Echenique y Patricio Jiménez) que lo miraban y le firmaban los discos. De repente el Flaco se va corriendo como un niño. Yo los miro con una sonrisa y ellos me miran y me preguntan: «¿Quién es?». ¿Cómo quién es, Chacho?, le digo a Echenique: «El Flaco Spinetta, Luis». «¡Ha!», me dijo y lanzó: «Me dijeron que anda muy bien ese chango»”.