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La devaluación y las presiones del imperio

Tras la derrota en octubre, la política defensiva del gobierno demostró una creciente sensibilidad a las presiones.


Tanto la experiencia internacional como la historia de nuestro país nos demuestran que cada proceso devaluatorio concedido ante las presiones del gran capital ha repercutido negativamente sobre las clases populares arrastrándolas, por medio de la inflación, a la pobreza y a la indigencia y provocando como contrapartida el crecimiento y la concentración de las ganancias a favor del poder económico.

Tras la derrota electoral de octubre pasado, la política defensiva del gobierno ha demostrado una creciente sensibilidad ante las presiones del imperio y de sus aliados dentro del país. Parece que entendieran que cediendo a esas presiones se logrará impulsar la economía argentina.

Es por eso que, a diferencia de los momentos posteriores a la derrota del 2009, hoy el gobierno asumió la política devaluatoria, intentando ubicar la cotización del dólar alrededor de los ocho pesos. Los efectos que se buscan, como controlar la cotización del dólar paralelo, frenar las maniobras especulativas y promover la liquidación de esa moneda extranjera por parte de los exportadores para aliviar las reservas del Banco Central, no parecen alcanzables con estas medidas.

En cambio, lo que sí es previsible y ya está sucediendo es el traslado a los precios de la devaluación con el incremento consecuente de la tan negada inflación, el deterioro del salario y el efecto que esto tendrá sobre la paritarias, en las cuales no se discutirá sólo el porcentaje de aumento si no los plazos para concretar los acuerdos y la efectividad de los mismos en este clima de inestabilidad.

Frente a la situación reinante la solución no pasa por ceder a las presiones especulativas que sólo buscan incrementar su ganancia, sino en convocar a una gran movilización popular para respaldar la nacionalización del comercio exterior y recuperar el control sobre la circulación y la captación de divisas.

Como bien decía el comandante Hugo Chávez, el capitalismo es el problema, y es ingenuo pensar que con concesiones se podrá mitigar su sed de acumulación y explotación; siempre vendrán por más. Debemos recuperar la iniciativa política con el pueblo en las calles para defender lo conseguido en estos años y avanzar decididamente en las reformas estructurales imprescindibles.

Si no lo hacemos, y el gobierno en esta convocatoria tiene la mayor responsabilidad, habremos dilapidado una oportunidad histórica no sólo en nuestro país, sino también en toda nuestra América. Sabemos que muchos dirán que no se puede, que esto es difícil y que la relación de fuerzas no es favorable en estos momentos.

Pero se podrá avanzar en este sentido si se apela a la movilización popular y a la construcción de una fuerza política amplia, con claros objetivos programáticos, y movilizada contra los enemigos del pueblo, el imperialismo y las oligarquías locales.

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