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Dilma, a prueba en el año del Mundial

Desde el año pasado, las calles brasileñas se convirtieron en escenario de protestas contra la administración central.

A cuatro meses del inicio de la Copa Mundial de fútbol en Brasil, alrededor de 2.000 personas salieron a las calles para protestar contra el aumento del boleto del transporte público, lo que reavivió el temor por el resurgimiento de masivas manifestaciones que en junio de 2013 pusieron en jaque al gobierno. No sólo está en juego la visión internacional sobre una de las potencias de América latina, sino la supervivencia de Dilma Rousseff y la coalición integrada en el Partido de los Trabajadores, que ostenta el poder desde hace más de una década.

La marcha de la semana pasada, que había comenzado en forma pacífica en Río de Janeiro, derivó en enfrentamientos cuando los manifestantes se agolparon frente a la principal estación de transportes de la ciudad. Bajo los eslóganes “Fifa pagá mi boleto”, “El Mundial no se va a hacer” y “Cuánto cuesta mi derecho de ir y venir”, algunos de los convocados arrancaron varios molinetes y llamaron a los pasajeros a no pagar el pasaje. Si bien el motivo que en principio disparó estas concentraciones es el de la suba del boleto, derivó en una confrontación por los excesivos gastos que a los que el país se ha sometido para la realización del acontecimiento deportivo y en un reclamo en pro de mejoras en los servicios públicos.

A mas de tres años de su asunción y de atravesar varios desafíos, tanto partidarios –el PT estuvo sacudido por un juicio que condenó a varios de sus principales miembros–, como econónimos y sociales, Rousseff goza de la aprobación del 56 por ciento de la población. Aunque el sondeo realizado por Ibope en diciembre es alto, no se compara con los índices de aprobación que contaba antaño, y que rozaba el 80 por ciento del respaldo.

El mayor motivo de ese desplome han sido, precisamente, las protestas de junio pasado, a las que logró sobreponerse haciendo uso de sus reflejos y varios ajustes de tuerca. No obstante, no consiguió alcanzar aquellos números históricos.

Mientras que el 41 por ciento de los brasileños considera “excelente” o “bueno” a su gobierno en la última encuesta realizada por la firma Datafolha en 2013, ese porcentaje sólo era del 28 por ciento para Luiz Inácio Lula da Silva en diciembre de 2005, según la misma encuestadora, y del 37 por ciento para Fernando Henrique Cardoso en diciembre de 1997. Rousseff ganaría las elecciones presidenciales sin necesidad de una segunda vuelta.

Pero, aunque Rousseff mantiene altos índices de aprobación, los analistas se preguntan si en este año crucial podrá dar vuelta al enfriamiento de la economía. “Es un año clave para mostrar si el bajo crecimiento económico que experimentó el país en los últimos años derivó del escenario externo o si hay problemas estructurales que no permiten al país crecer”, sostuvo Luciano Rostagno, estratega jefe del banco WestLB de Brasil, a la BBC Mundo.

La bonanza financiera que había ostentado Lula durante sus ocho años de gobierno (2002-2010) comenzó a descender con la llegada de Dilma al Palacio de Planalto, en mayor medida por la crisis internacional que azotó principalmente a los mercados de la Unión Europea y Estados Unidos. El Producto Bruto Interno (PBI) pasó de crecer 7,5 por ciento en 2010 a 2,7 por ciento el año pasado. De todas maneras, el gobierno prevé que Brasil se recuperará a lo largo de 2014 como parte de los dividendos del Mundial de fútbol. Es por ello que el campeonato podrá ser un arma de doble filo, la que por un lado podría reactivar la economía o el desdén social en contra del gobierno, por el otro.

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