El presidente de Francia, Francois Hollande, recibirá en París a Cristina de Kirchner el próximo miércoles 19 de marzo en una reunión privada en el Palacio del Elíseo. Dos días antes, el directorio a pleno del Club de París se reunirá para volver a analizar la propuesta argentina de cancelación de la deuda con ese organismo por más de 10.000 millones de dólares que se mantiene en default desde diciembre de 2001. Fuentes del gobierno argentino aseguraban el miércoles que será una oportunidad única para darle un final a las negociaciones con los estados acreedores, y solucionar los dos capítulos que hoy por hoy traban el avance del acuerdo: la poca voluntad de los países a los que se les debe el dinero de aceptar un bono a cambio de inversiones en la Argentina, y la firme posición de Alemania y Japón de exigir la intervención del Fondo Monetario Internacional (FMI) para cerrar las discusiones. Desde Buenos Aires se aseguraba que una intervención personal y directa de Hollande podría destrabar ambos capítulos, incluyendo la posibilidad de convencer a la presidenta argentina de aceptar condiciones más flexibles.
Formalmente la visita de Cristina de Kirchner a Francia tiene otro motivo. El país será este año el invitado de honor del Salón del Libro de París, que se inaugurará el día 20. Ese mediodía, acompañada por el primer ministro francés, Jean-Marc Ayrault, la Presidente inaugurará el pabellón argentino, donde desfilarán durante unos 10 días autores nacionales.
Quiso el destino además que la invitación coincidiera con la semana en la que el Club de París trate el caso argentino; casi con exclusividad. Desde el 17 y hasta el 20 de marzo serán los días en que el directorio del organismo debata definitivamente si la propuesta presentada en enero por Axel Kicillof en la capital francesa es consistente o no. Desde Buenos Aires (en coincidencia con la visión de los técnicos de la Unión Europea que participan de la negociación), los acreedores estarían dispuestos a acelerar el acuerdo y cerrar la discusión. Tanto los plazos planteados por el ministro de Economía (10 años) como la propuesta de un pago de 2.000 millones de dólares máximo antes del primer trimestre de 2016, son aceptadas. También está dispuesto el Club de París a discutir la emisión de un eventual cóctel de bonos similar al que se le dará a Repsol por la renacionalización de YPF. En este sentido, se necesitaría unanimidad entre los acreedores, pero se cree desde Buenos Aires que la aceptación se podría lograr. Se habla además de una quita importante que disminuya la deuda que desde fines del año pasado (último recálculo) superó los 10.000 millones de dólares.
Los problemas surgen, según lo que le comunicó el 15 de febrero pasado la secretaria del organismo, Clotilde de Angilevin, al secretario de Finanzas argentino, Pablo López, en la exigencia que llevó Kicillof a París sobre la obligación para los países que cobren el dinero de garantizar inversiones en la Argentina por una cantidad de dinero indeterminada, pero que se debería aproximar a los pagos que realice el país. Se dice que algunos estados que tienen dinero en gateras para derivar a la Argentina no tendrían problemas en aceptar una condición de este tipo (Alemania, España, Estados Unidos y Francia). El problema es Japón, al que el país le debe más de 1.000 millones de dólares, que sólo acepta efectivo y que, eventualmente, sólo negociaría la cantidad de cuotas para liquidar el dinero. Este es el punto en que Hollande puede ejecutar un esfuerzo personal sobre sus colegas acreedores y salvar la negociación. Al menos eso se cree desde Buenos Aires.
El otro problema en la negociación es más conocido: Alemania y Japón lideran el grupo de países que exigen que el FMI intervenga como veedor y fiscalizador del acuerdo. Como mínimo piden que la Argentina acepte una revisión prevista en el artículo IV; esto es un “acuerdo light” que le permita a los técnicos del organismo que dirige Christine Lagarde revisar las variables económicas locales y dar una visión a “vuelo de pájaro” (la definición pertenece a un funcionario argentino) sobre las cuentas públicas. La exigencia de Alemania y Japón parece irreductible a esta altura y la decisión de abrir las puertas a los funcionarios del Fondo es ya una cuestión casi personal de Cristina de Kirchner. Aquí, quizá, todo dependa de la gestión que Hollande haga sobre la jefa de Estado argentina.
La carta orgánica del Club de París exige la intervención del FMI en un acuerdo. Fuentes internas aseguraban que sólo un consenso de todos los estados acreedores (hoy difícil) liberaría a la Argentina de esa obligación.