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Fervor argentino por Auster y Coetzee

Los escritores Paul Auster y el Nobel J.M. Coetzee brindaron una charla en la 40º Feria del Libro que se realiza en Palermo, donde los asistentes pudieron escuchar a dos destacados autores mundiales.

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Se desarrolla en Buenos Aires la Feria del Libro, donde este fin de semana, los argentinos pudieron disfrutar de las lecturas de dos grandes escritores internacionales. La imaginación, la competencia, la literatura y la política fueron algunos de los temas que los escritores Paul Auster y J.M. Coetzee desarrollaron por correo, publicaron en el libro «Aquí y ahora» y esta tarde le pusieron voz en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, frente a más de mil personas que escucharon atentas este intercambio entre dos de los más destacados autores mundiales.

En una sala Jorge Luis Borges colmada, Paul Auster y J.M Coetzee interpretaron fragmentos de las cartas que se enviaron entre 2008 y 2011, como parte de un proyecto en común (publicado por Anagrama & Mondadori) -en el que «podamos sacarnos chispas el uno al otro», tal como le dijo el sudafricano al norteamericano.

Más de 900 espectadores lograron ingresar a la sala, mientras otros 600 se dieron cita sentados sobre el pasto del patio del predio de la Rural, donde se proyectaba la conferencia en una pantalla al aire libre.

De traje, sin corbata, y puntuales, ambos escritores subieron al escenario abrazados por una ovación de aplausos: «Vamos a leer extractos de nuestro libro», avisó Auster antes de ponerle cuerpo a la lectura de las cartas que le envió a su compañero en Australia, Coetzee.

Algunos deslices técnicos interrumpieron la lectura del autor de «La invención de la soledad», pero ya superado el inconveniente, los invitados, de semblante serio, arrancaron la tarde con la lectura de una carta de fines de 2008 donde Paul le cuenta a John sus infortunados y demasiado casuales encuentros con el actor Charlton Heston, al frente de la Asociación Nacional de Rifles. «¿Cómo debo interpretar esto, te pasan a ti estas cosas?», le preguntó a media sonrisa, sin mirarlo.

La segunda carta -o fragmento- le tocó al autor de «Desgracia», quien con voz grave e impuesta retomó la estudiada escena que vienen de hacer en Santiago de Chile. El tema, ahora, era la competencia, y Coetzee leyó la misiva del 6 de abril de 2009.

«Lo que yo asocio con la competición no es placer en absoluto, sino un estado de posesión en el que la mente se ofusca en una única meta absurda: derrotar a un desconocido por el que no sientes ningún interés (…) No me gustan las formas del deporte que imitan fielmente a la guerra (…) la derrota es algo vergonzoso y por tanto imponerla también es vergonzoso».

Sin alternarse, el Premio Nobel de Literatura en 2003 continuó con una de las cartas más interesantes, donde reflexiona sobre los nombres y los arbitrarios significantes.

«En poesía, las connotaciones de las palabras -las acumulaciones de significado cultural que las rodean- sí importan», subrayó.

Paul Auster dijo refiriéndose estrictamente a lo literario: «El hecho de escribir una novela se genera desde dentro, y no me imagino cómo podría un autor apropiarse de la vida de un desconocido (…) Estoy contigo: inventarse los personajes desde cero es más auténtico». «Otro aspecto de escribir novelas (y de leerlas) es la cuestión espacial. Como lector, a veces me cuesta trabajo situar la acción, entender la geografía. Eso puede que tenga que ver con una pobre imaginación visual (…) cada lector hace una lectura diferente de la de cualquier otro lector de ese mismo libro», leyó Auster.

Coetzee, al respecto, dijo «Lo que sí parece que tengo, en lugar de imaginación visual, es lo que yo llamo vagamente un aura o una tonalidad. Cuando mi mente regresa a un libro en concreto que conozco, da la impresión de que me evoca un aura única, que no puedo expresar con palabras sin reescribir el libro entero».

«Escribir -siguió el sudafricano- es una cuestión de dar y dar sin parar, sin respiro», mientras en otra carta, ya entrada la noche, escribió y leyó en vivo inglés sobre el sentido de las revoluciones -la euforia de las calles de Trípoli-, la juventud y los «días de gloria». «Tal vez ese sea el sentido de las revoluciones, (…) lo único que hay que esperar de ellas: un par de semanas de libertad, de regocijarse en la propia fuerza y belleza, antes que los viejos canosos reafirmen su control y la vida regrese a la normalidad. El mundo sigue enviándonos sorpresas. Y nosotros seguimos aprendiendo».

Una vez terminada la charla, los autores firmaban ejemplares, y el público reveló el fervor que ambos despiertan entre los argentinos.

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