Por Diego Montilla
Tienen los pies puestos en el barro hace muchos años y conocen y viven en carne propia la realidad de los barrios más castigados de la ciudad. No hablan de pobreza desde la comodidad de un púlpito sino que viven rodeados de ella por vocación. Los sacerdotes Joaquín Nuñez, de la capilla y comedor de Villa Banana; Daniel Siñieriz, de Nuevo Alberdi, y Edgardo Montaldo, de barrio Ludueña, coincidieron con el documento que se conoció el último viernes, redactado en el marco de un plenario de obispos, donde se señaló que “la Argentina está enferma de violencia” y que hay una “creciente ola de delitos”, además de remarcar que “la corrupción pública y privada es un verdadero cáncer social”. Aparte –y a contrapelo del recibimiento que la fuerza tuvo por buena parte de la población tras su desembarco en la ciudad–, los curas advirtieron que se viene registrando un preocupante incremento de controles por parte de Gendarmería que afectan a vecinos en su vida diaria con requisas exhaustivas que suelen tener como principal blanco a chicos pobres que viven en villas.
“Lo que yo estoy viendo en el barrio es que la gente pasó de estar tranquila, de sentirse protegida por Gendarmería, a sentirse ahora abrumada por los constantes controles. Esto les pasa a los vecinos de los barrios y a los trabajadores mismos. El sábado tuvimos que parar un bautismo porque el padrino no llegaba y fue porque estaba siendo requisado, en su camino a la iglesia, por personal de Gendarmería. Cada vez hay más atropellos, revisan los bolsos, realmente se complica todo cada vez más. Esto va de mal en peor”, dijo Siñieriz.
Al referirse al documento titulado “Felices los que Trabajan por la Paz”, el cura lo calificó como“un diagnóstico muy preciso de la realidad”. “Aunque nos resulte pesado es algo muy claro y con lo que estoy en un ciento por ciento de acuerdo. Hemos llegado a esto por una cuestión cultural. Hemos ido construyendo con las acciones y las inacciones, con lo que fuimos permitiendo, una sociedad violenta. Esta cuestión de la seguridad militarizada es todo un circo armado y no da la solución al problema verdadero.
Esto se hace a instancias de lo que pide la DEA y es la búsqueda directa de un peligroso control social. Se ataca a la venta callejera de droga pero no a los que realmente se hacen ricos con esto”, subrayó.
Por su parte, y preocupado frente al “avance” de Gendarmería en las zonas más humildes de la ciudad, Montaldo dijo que tienen pensado “llamar a algunas autoridades para ponerlas al tanto de la situación”.
“No se solucionan las cosas con la mera presencia de fuerzas de seguridad. Lo que se está viviendo desde hace un tiempo es similar a una invasión y no se tienen en cuenta las cosas normales que suceden en cualquier barrio. La epidemia está, hay que atacarla urgente, pero estamos en una situación en que las cosas no están del todo bien. Hay actitudes de las fuerzas de seguridad que no son buenas”, remarcó.
“Como dicen los obispos, no se puede responsabilizar y estigmatizar a los pobres. Pareciera como que por ser joven y vivir en una villa todo pibe es culpable. Lo que vemos es que hay que revisar las formas porque pareciera que la intención es tapar lo que está pasando sin buscar a los verdaderos culpables que son los que arman a los pibes. Los verdaderos culpables están bastante más arriba y esta tranquilidad entre comillas que estamos viviendo, en la cual muchos parecen conformes, no sirve para atacar la raíz del mal”, añadió.
Por último, desde el corazón de Villa Banana, Núñez no ve mejoras en la situación social. “Está todo muy, pero muy, complicado. Quizás haya algunos sectores que se sientan aliviados por la llegada de Gendarmería pero lo más cruel de todo esto es que las muertes no cesan. Esto que pasa con los pibes que para ganarse una moneda tienen que estar adentro de un búnker es terrible. Se les va la vida como esclavos, encerrados, con un candado, haciendo sus necesidades en el mismo lugar. Es tremendo y continúa”, indicó.
“Creo que en Santa Fe y en Rosario, que es donde trabajo y por eso hablo, las cosas se les han ido de las manos. Con discursos no se arregla nada. La droga y la violencia son dos cosas que están absolutamente emparentadas. Los que están drogados adquieren conductas que en muchos casos son irracionales. Yo he sufrido en varias ocasiones esto en carne propia. Hay casos de chicos que me han agredido, me han pegado, cuando estaban drogados y al día siguiente me han abrazado sin recordar nada. La droga hace estragos”, aseveró el sacerdote.
“Lo que se necesita es un trabajo profundo; no sirve de nada que los chicos vayan a la mañana a un centro de ayuda y a la noche queden de nuevo en la calle”, concluyó.
El documento que levantó polvareda
En el documento que salió a la luz pública el último viernes, titulado “Felices los que trabajan por la paz”, redactado en el marco de un plenario de obispos en Pilar, la Iglesia afirmó que “la Argentina está enferma de violencia”; que hay una “creciente ola de delitos”, que “los hechos de violencia no solamente han aumentado en cantidad sino también en agresividad” y que la corrupción es “un verdadero cáncer social”.
Esto provocó el enojo y la respuesta de la propia presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, quien dijo que “cuando hablan de una Argentina violenta quieren reeditar viejos enfrentamientos”
Entre los principales puntos del documento se remarca, entre otras cosas, que “es evidente la incidencia de la droga en algunas conductas violentas y en el descontrol de los que delinquen”, que “no se puede responsabilizar y estigmatizar a los pobres por ser tales” y que “muchos jóvenes que ni estudian ni trabajan quedan expuestos a diversas formas de violencia”.