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«La parte inventada», de Rodrigo Fresán

En un viaje exploratorio al interior de una mente sin recuerdos, Fresán busca establecer un itinerario para dar con lo que un escritor piensa a la hora de escribir, reescribir o deformar su propia historia.

“A mí el tratamiento de un escritor como megaprócer o un Terminator crepuscular no me interesa para nada”, apunta Fresán.
“A mí el tratamiento de un escritor como megaprócer o un Terminator crepuscular no me interesa para nada”, apunta Fresán.

Por Juan Aguzzi.

Literatura. La parte inventada. Rodrigo Fresán. Literatura Ramdom House.
La parte inventada. Rodrigo Fresán. Literatura Random House.

En La parte inventada, la reciente novela del escritor, traductor y periodista argentino radicado en España Rodrigo Fresán, alguna vez, avanzados los 80, integrante de un promisorio grupo de jóvenes narradores (Alan Pauls, Juan Forn, Marcelo Figueras, entre otros), fluyen varios interrogantes pero hay uno excluyente, y es el que se solaza en la pregunta de cómo funciona la mente de un escritor. Es, básicamente, lo que moviliza a Fresán, escritor real, y a “El escritor”, quien será el protagonista de esta extensa novela que el autor de Historia argentina (1997) y El fondo del cielo (2009), por nombrar su inicial y su último libro publicados, vino a presentar en la reciente Feria del Libro de Buenos Aires. Fresán, que reconoce a esta novela como “la más personal” pero no la más autobiográfica, como creyó ver la crítica española, habló sobre las variables que jugaron en el proceso creativo de un texto sumamente atrapante –aun en sus casi 600 páginas– que refiere a todo aquello que bulle en la mente indomable de un escritor (o de algunos escritores, mejor). Indefectiblemente una guía para aquellos que escriben o desean hacerlo, La parte inventada es la reescritura de la historia de vida de un escritor, a la que ahora, ese escritor, va encontrándole una respiración propia para dar, justamente, su propia versión de los hechos. La infancia y los padres, los mitos literarios, las frases filosamente elaboradas, el rock y las grandes bandas, algunos autores señeros como F. Scott Fitzgerald y otros que integran el team de favoritos (John Cheever, Kurt Vonnegut) de Fresán; la desazón por lo impiadoso del tiempo, la tirria contra los dispositivos electrónicos, el tiempo que un escritor no escribe para tener que adoptar el rol de un escritor, un poco de todo esto –y hasta de best-sellers–, que también está en las páginas de La parte inventada sigue a continuación en la voz del escritor argentino.

—Según lo que dice John Cheever en uno de los epígrafes del comienzo del libro, ¿es “La parte inventada” sólo una posibilidad, una idea, de lo que le ocurre a Rodrigo Fresán escritor?

—Sí, es un Rodrigo Fresán distorsionado, o en una dimensión paralela, o con el volumen subido al máximo, es decir, yo soy una persona con muchos menos problemas, menos gruñona, menos iracunda, no tengo esta furia contra los dispositivos electrónicos que tiene el escritor de la novela si bien me irritan bastante y, fundamentalmente, lo que me parece que marca la diferencia definitiva entre mi otro yo y mi yo real es que yo tengo un hijo, que es de alguna manera lo que el escritor de la novela está todo el tiempo planteando y recriminándose.

—¿Podría leerse “La Parte…” como una desmitificación de la idea de que toda escritura es eminentemente autobiográfica?

—Creo que toda literatura es autobiográfica a partir del momento en que sale de adentro tuyo, se te ocurre a vos, es parte de tu organismo y salta a la pantalla o a la página; a mí lo que no me interesa es la literatura autobiográfica al ciento por ciento; cuando salió el libro en España, hace un par de meses, me decían que era mi libro más autobiográfico y yo constantemente corregía esa idea y decía que era mi libro más personal, que no es lo mismo.

—¿Ser padre, es más legendario que ser escritor? Lo digo en referencia a esa frase que expresa eso en la novela…

—Creo que es igual de épico y también igual de común; el tema está en ser buen padre y buen escritor, esa es la gran diferencia. Creo que en mi caso las he conciliado. Habría que definir qué es lo trascendente, lo que para uno puede ser trascendente para otro no lo es; a mí me han ocurrido bastantes cuestiones trascendentes, no me puedo quejar, he tenido una vida suficientemente ocurrente e interesante como la de la maldición china, o la de la bendición china, sería mejor.

—¿Está Fresán en una línea de sombra frente a ciertas tinieblas, es esta una novela escrita desde allí?

—Diría que esta es una novela luminosamente sombría o sombríamente luminosa, me parece que se mueve entre las dos zonas, con una suerte de gracia y elegancia; creo que tiene cierta gracia en el sentido del humor, no todo es tan solemne, a mí el tratamiento de la figura del escritor como una especie de mega prócer, o Terminator crepuscular, que es dueño de las verdades absolutas no me interesa para nada, me gusta más el modelo “cheeveriano” o de Kurt Vonnegut. Este libro fue un verdadero alumbramiento y un gran alivio, la escritura del libro pasó por muchos momentos de manejar a toda velocidad por la niebla y sin saber yo conducir, porque yo no sé conducir, o sea que se trataba de una tarea doblemente peligrosa.

—Así como dice (John) Banville, ¿en “La Parte…” tu estilo fue dando zancadas triunfales mientras la trama sigue despacio y arrastrando los pies? —Sí, pero yo completaría la idea de Banville, porque el estilo también puede dar media vuelta, coger a la trama entre sus brazos y llevarla en andas como a un niño…

—¿Hubo una idea previa en “La parte…” de refutar el fin de la literatura de verdad como se viene pregonando?

—Yo creo que esta novela no habla tanto del fin de la literatura, habla más bien del fin de un determinado tipo de lector, me parece que los clásicos literarios se siguen leyendo; en todo caso lo que ha empeorado mucho es la calidad del best-seller

—¿Decís que antes había best-sellers más pasables?

—Sí, eran mucho más didácticos, aprendías más cosas en los best-sellers. Yo sigo leyendo best-sellers con enorme placer y curiosidad. Por ejemplo a Stephen King lo leí cuando salió su primer libro y siempre tuvo un nivel superior; ahora hay un título que acaba de salir, El jilguero, de Donna Tart, que es un best-seller de calidad; así como alguna vez me gustó La amante del teniente francés, de John Fowles, una novela que fue un best-seller con todas las letras, o también El coleccionista, del mismo Fowles, todos esos libros eran best-sellers; A sangre fría, de Truman Capote era un gran best-seller, es una “true crime” como cualquiera de las que están ahora, pero con una diferencia de calidad en la escritura bastante notable,¿no?

—Tanto F. Scott Fitzgerald y Pink Floyd ocupan un lugar relevante en “La parte inventada”, ¿de que te proveyeron para que tengan tal despliegue?

—Es que son parte de mi vida, tanto el disco como la novela; yo escribo mucho con Wish you were here de fondo, es un disco que me gusta mucho, que me parece eternamente moderno, que no ha envejecido; y Tierna es la noche es un libro que me parece muy interesante porque antes de ese libro, Fitzgerald escribe un libro perfecto que es El gran Gatsby, y Tierna es la noche es un libro imperfecto pero sus imperfecciones a mí me parecen cada vez más perfectas. Uno como escritor puede aprender de libros imperfectos, no de libros perfectos, los libros perfectos no te enseñan nada

—Tu literatura alcanzó un carácter internacional, si es que pasa, ¿cómo creés que dialoga con la literatura argentina?

—Yo creo que la literatura argentina es siempre internacional; Borges por ejemplo no escribió sobre la Argentina necesariamente y su literatura puede leerse como algo internacional, y Cortázar tampoco, quiero decir que está el famoso “dictum-mandatum” de Borges en El escritor argentino y la tradición, que yo he seguido y me he preocupado por disfrutar, es decir, no me parece una desgracia, me parece un privilegio, quiero decir, a un escritor boliviano, ecuatoriano o colombiano le cuesta muchísimo más insertarse en el mundo que a un escritor argentino, eso está claro.

—¿Creés que tu obra hasta acá puede verse como una totalidad?, y si es así, ¿cuál dirías que es el eje temático?

—Creo que la lectura y la escritura son dos ejes muy importantes, creo que está bastante claro que yo transito por allí y que no hay más que eso, y en la infancia los padres, que son los destructores de nuestra infancia y luego nosotros debemos reconstruirnos con el tiempo…

—En estos días, en la Feria del Libro, estás haciendo todo lo que hace un escritor cuando no escribe, casi lo que abominás ¿cómo la llevás?

—Sí (risas) es verdad, así que compenso comiendo muchos chinchulines, que en Europa no se consiguen, desde la época de la fiebre de las vacas locas que está prohibido…

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