Hace poco más de un año, Jorge Brex se encontraba al volante del interno número 82 de la línea 113. Hoy casi no sale de su casa. Manejar un colectivo en horario nocturno, cuando la desolación se adueña de los barrios y se descubre el rostro de una realidad que periódicamente alimenta las portadas de los diarios con hechos policiales, puede resultar intimidatorio. Sin embargo, 24 años de exposición a amenazas, insultos y robos permiten moldear la paciencia y lo templan para afrontar situaciones adversas. Pero a veces se dan acontecimientos inusitados, de violencia desmedida, tal y como sucedió la madrugada del 23 de mayo del pasado año, cuando Brex fue protagonista de un hecho que, dice, le “cagó la vida”.
Aquella noche, el hombre de 58 años conducía un interno 82 de la 113 por las inmediaciones del estadio de Rosario Central. Alrededor de las 3 de la mañana dos jóvenes subieron al coche y pidieron viajar gratis. Como Jorge se negó a dejarlos pasar, entabló una discusión con uno de ellos. Según la declaración del pasajero, invitó al chofer a descender del vehículo para pelear en la calle, y se dio así origen a una pelea.
El pasajero (era practicante de boxeo) tomó del cuello a Brex, lo tiró al piso, le colocó una rodilla en un hombro y lo golpeó, sin parar, durante cinco minutos. Quedó al borde de la muerte. Otros testigos aseguraron que la víctima fue noqueada arriba del colectivo y posteriormente arrastrada a la calle. “Con mi edad y casi 56 kilos, ¿a quién me le voy a hacer el guapo? Además, supongamos que tengo una diferencia con alguien, le pego una piña, lo desmayo y se terminó la pelea. Pero cuando yo entré al (Sanatorio) Laprida llegué más muerto que vivo”, expresó con total indignación el hombre. “Volvió a nacer”, confirma Alicia, esposa de Jorge, quien no quiso ser retratado fotográficamente para esta entrevista.
El hecho le dejó múltiples secuelas físicas. “En el pómulo tengo microfracturas. Los dientes me los rompieron todos. Tuve fractura de carretilla y cráneo, que todavía hoy me provoca dolores de cabeza. La nariz, destrozada, de la misma manera que uno puede romper un huevo pisándolo. Además, tengo problemas de visión y de la cama me tengo que levantar en cuotas porque pierdo la estabilidad”, detalló. También sufre de las otras secuelas, las emocionales. “Vivo encerrado y con miedo. Ruido que siento me despierta. Estoy con asistencia psicológica y tomo pastillas para dormir. Vivo mal porque me pongo a pensar en el futuro y no tengo uno”, dijo.
La recuperación fue larga y dolorosa. Luego del hecho estuvo 15 días internado en el Laprida y luego fue derivado al Centro Integral de Rehabilitación Aprepa, donde permaneció 7 meses. Cuando salió no todo volvió a la normalidad, ya que aparecieron las dificultades para conseguir trabajo y tramitar una comisión médica con su empresa de seguros para acelerar los trámites de la jubilación por invalidez y seguir con su vida, ya que estima que le será imposible volver a conducir un colectivo. “¿Quién va a tomar a un hombre de 58 años para trabajar? A la empresa (La Mixta) renuncié porque si vuelvo a manejar soy candidato a hacer una locura. Entonces me indemnizaron con un 90 por ciento de lo que me correspondía. Pero no voy a poder vivir toda mi vida de eso, la plata se termina y la vida sigue”, expresó, al tiempo que agradeció a la firma de transporte por hacerse cargo de todos los gastos de internación.
Sin embargo, Brex no fue igual de elogioso cuando se refirió a las autoridades del gobierno provincial, a quienes considera responsables de los recurrentes hechos de violencia que sufren los choferes de colectivo. “Tengo miedo de que la situación siga empeorando. Antes de que me pasara esto hicimos mil reclamos por falta de seguridad. Necesitamos una solución porque hay muchos jóvenes que están trabajando de esto. Yo llevaba seis años de noche y me conocía todas las mañas. Esto puede pasarle a cualquiera”, apuntó.
Tantas veces lo asaltaron que se buscó una forma de engañar a los ladrones. Usa siempre dos billeteras (una casi sin dinero) y dos celulares, uno inutilizado. “Esta gente no entiende que uno no lleva 500 pesos para ir a trabajar”, amplió.
No obstante, a pesar de que el camino de la vida se le haya puesto cuesta arriba, Jorge encontró una motivación que lo ayuda a levantarse todas las mañanas y acallar los violines que musicalizan su triste historia: “Ahora tengo más tiempo para estar con mi familia. Todos los días me siento a ver los dibujitos con mi nieta de 3 años, a la que hay que seguirle el ritmo… Tiene una energía bárbara”, se ríe por primera y única vez en la entrevista.
Procesado y en prisión
Por el ataque a Jorge Brex hay un acusado procesado con prisión preventiva por peligro de fuga. Se trata de Alexis Z., quien reconoció que existió la discusión con el chofer porque éste se negó a llevarlo unas cuadras sin pagar el boleto. “El tipo se bajó primero y no se la bancó”, declaró en aquel momento el agresor.
El juez de Instrucción N° 11, Hernán Postma, concluyó que el joven de 19 años intentó matar, en base a las declaraciones de los testigos, los exámenes médicos practicados a la víctima, la historia clínica del chofer, el examen psiquiátrico que se le realizó al agresor (se acreditó que estaba lúcido, orientado en tiempo y espacio) y la ausencia de alcohol en sangre.
En este caso, la Justicia actuó de oficio ya que ni el ex colectivero ni su familia decidieron efectuar denuncia alguna. “No quiero saber nada de la causa, quiero seguir con mi vida. La Justicia actuó muy bien”, manifestó Brex.
Sin colectivos para volver
De manera sorpresiva, el domingo por la noche la UTA decidió no prestar servicio en el transporte urbano con el objetivo de evitar posibles robos y agresiones a choferes en el marco de los festejos por la actuación del seleccionado argentino en el Mundial de Brasil.
De esa manera, miles de rosarinos que habían ganado las calles para celebrar se encontraron a la hora de regresar a casa con la sorpresa de que no circulaba ninguna línea de colectivo.
La secretaria de Servicios Públicos, Clara García, evitó confrontar con el gremio que agrupa a los conductores, pero debió reconocer que la sorpresiva determinación “provocó inconvenientes en la calle”.
La funcionaria recordó que el pasado 9 de julio, luego del triunfo argentino sobre Holanda, “hubo muchos coches con diferentes tipos de ataques e incluso unas 20 unidades no pudieron ser puestas en servicio al otro día”.