La historia de Fernando Cabrera dista mucho de lo común: comenzó a conocer la popularidad hace unos 10 años, cuando ya empezaba a sentir que lo suyo “no iba a ningún lado”, y si bien es un prolífico compositor –tiene 300 temas editados–, hoy, a los 57 años, se encuentra en pleno apogeo creativo.
“Siempre siento que estoy empezando, sigo imaginándome que tengo 19 años, nunca me acostumbré a situarme en un lugar establecido, sigo siendo como un debutante y capaz que eso ayuda porque te seguís exigiendo, te seguís desafiando”, apunta el artista durante una visita a la Argentina para difundir Viva la patria.
Sensibilizado por la novedad que para él significa que lo reconozcan en calle, lo paren para pedirle un autógrafo o sacarse una foto, el autor de “La casa de al lado” y “Un par” cuenta: “Esto es algo que nunca me había pasado, a mí eso me cambia el día, es felicidad pura. ¡Me vienen a pasar cosas tan lindas a esta edad!, no me lo esperaba”.
“Unos años atrás yo era un amargado, un tipo que pensaba que mi vida era un fracaso, que ya no iba para ningún lado. Si vos te dedicás 30 años a algo y no pasa nada, pensás: «Ta, me equivoqué, lo mío no gusta». Vivís como una especie de complejo, y pensaba si eran tan malas mis canciones”, repasa Cabrera con una franqueza fatal, esa misma que aparece en muchas de sus creaciones.
Su suerte cambió cuando empezó a visitar la Argentina, donde artistas como Liliana Herrero y Javier Malosetti, entre muchos otros, comenzaron a versionar sus temas, y allí advirtió que a los jóvenes les gustaba lo que hacía.
“El hecho de que a mí ahora me vaya mejor también se debe a que yo le muestro al que recién me descubre, una cantidad de material, de discos, música para teatro y para cine, por ahí eso asombra más”, reflexiona el músico que no detiene su marcha y que se erigió uno de los más grandes referentes de la canción rioplatense.
Con el aplomo que dan los años y la inspiración intacta, Cabrera sorprende ahora con Viva la patria, un disco plagado de matices, que logra un concepto más minimalista en cuanto a los arreglos, donde se escucha a una banda afianzada que se ajusta a lo que pide cada pieza.
Aquí, Cabrera asume 15 canciones que, pensadas como una “unidad en sí mismas” –según describe–, le permiten hablar de su hermano, del fallecido amigo fotógrafo y no deja afuera al amor, pero además le dedica un tema al departamento uruguayo de Canelones y otro a los artistas callejeros.
También habla de la historia de su Montevideo natal y hasta se anima a escribir desde la mirada de un feto en Viva la patria, la que define como “una autobiografía disparatada: el loco ya opina antes de nacer”, se ríe.
Acerca de que en Viva la patria hay muchas historias, Cabrera señaló: “Sí, es cierto, es algo que a mí mismo me llamó la atención. Los temas son como películas distintas, me gustó eso, no fue a propósito. Además es más narrativo me parece, hay un poco más de cuentito. En general mis canciones tienen herramientas de la poesía, es decir, con pocas palabras disparan en el oyente muchas imágenes. A veces son más cerradas o sea que cada uno puede interpretar cosas diferentes, en cambio acá hay historias. Elegí las más redondas, las que me pareció que estaban mejor”.
Sobre cómo vive el hecho de que tantos artistas canten sus canciones, el músico uruguayo apuntó: “No hay nada más lindo para un compositor que un colega haga una canción tuya. Es hermoso. La elige porque le gusta. A mí me emociona, todas las versiones me parecen divinas. Es sincero, todas me gustan, no es que me lo proponga. Todo el mundo hace algo distinto y yo tomo cosas y las incorporo”.