Al cumplirse en julio un nuevo aniversario del comienzo de la Guerra Civil Española (1936-1939) y del inicio de la Revolución Libertaria, gesta del pueblo ibérico enfrentando al fascismo y a la par poniendo en marcha la mayor experiencia de socialización y autogestión social de campos, fábricas y talleres, vale recordar la figura de León Felipe, poeta de la libertad y la resistencia.
Más allá de la terrible derrota, y del triunfo del sanguinario general Francisco Franco Bahamonde, el pueblo ibérico, el pueblo vasco, andaluces, catalanes, castellanos, valencianos, asturianos, gallegos y gente del Levante dieron a la humanidad un ejemplo de heroísmo en una dramática gesta, antesala de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
Miles de mujeres y hombres debieron marchar al exilio por el ascenso de la infame dictadura que duró casi cuatro décadas, sostenida en la indiferencia cuando no en la complicidad de las grandes potencias.
En ese contexto, evocamos al poeta León Felipe, singular exponente de la generación del 27, autor de versos inolvidables por su potencia lírica y clara expresión del espíritu revolucionario y de emancipación de esas mujeres y hombres que aún con una gran desigualdad de fuerzas no dudaron en enfrentar a la reacción fascista y clerical, al oscurantismo y autoritarismo encarnado en los militares y civiles del llamado “alzamiento nacional” contra la II República Española.
Breve semblanza
El evocado de hoy nació el 11 de abril de 1184 en Tábara, Zamora, Castilla (España) bajo el nombre de Felipe Camino Galicia de la Rosa, pero es conocido como León Felipe.
Si bien provenía de una familia de posición económica desahogada, ya que su padre ejercía como escribano, el devenir de su vida no fue precisamente orientado a gozar de las riquezas sino más bien a estar junto a los que luchan por la libertad del pueblo y contra las injusticias, esto en una tierra de latifundistas con atávicas concepciones de oscurantismo clerical. Al decir de Antonio Machado: “La España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía devota de Frascuelo y de María, de espíritu burlón y de alma inquieta (…) la que alguna vez tendrá su mármol y su día, su glorioso mañana y su poeta”.
Fue en esa tierra de sufridos labradores y mujeres sometidas al patriarcado donde León Felipe alzó su voz indómita con versos como estos: “Poeta, ni de tu corazón, ni de tu pensamiento, ni del horno divino de Vulcano han salido tus alas. Entre todos los hombres las labraron y entre todos los hombres en los huesos, de tus costillas las hincaron. La mano más humilde te ha clavado un ensueño… una pluma de amor en el costado”. Y también: “No andes errante… y busca tu camino. –dejadme–, Ya vendrá un viento fuerte que me lleve a mi sitio”.
Éste es el talante de la poesía de León Felipe.
Peripecias y desventuras
Su vida estuvo llena de peripecias y desventuras. Se graduó como farmacéutico y deambuló por diversos pueblos de España a la vez que recorría el territorio de la Península ibérica como actor cómico en una compañía de teatro.
Por su existencia de bohemio, los apremios económicos eran una constante. Residió alternativamente en las ciudades de Barcelona y Madrid y vivió en Guinea Ecuatorial (África), por entonces colonia española, teniendo como labor de sustento la administración de hospitales. En 1923 se trasladó a México, donde arribó gracias a la mediación de Alfonso Reyes.
En el país azteca fue bibliotecario en la ciudad de Veracruz y en Estados Unidos de Norteamérica profesor de literatura española en la Universidad de Cornell.
Poco antes del comienzo de la Guerra Civil retornó a España, asumiendo en la Península un claro apoyo a la II República.
Partió de nuevo a México escapando del fascismo falangista en el año 1938, y allí fue agregado cultural de la República Española en el exilio, reconocida sólo por el gobierno de Lázaro Cárdenas.
Al respecto, dijo: «Llegué a México (por primera vez) montado en la cola de la revolución. Corría el año de 1923. Después, aquí he vivido por muchos años. Aquí he gritado, he sufrido, he protestado, he blasfemado, me he llenado de asombro…».
Su obra
Señala uno de sus biógrafos que la obra de León Felipe “suele asociarse a la de Walt Whitman, del que fue traductor y con quien comparte el tono enérgico, de proclama y arenga”.
Entre sus libros de poesía pueden mencionarse Versos y oraciones del caminante (1920-1929), Drop a Star (1933), La insignia (1936), El payaso de las bofetadas y el pescador de caña: poema trágico español (1938) y Español del éxodo y el llanto (1938).
También El gran responsable (1940), El poeta prometeico (1942), Ganarás la luz (1943), Parábola y poesía (1944), Versos y blasfemias del caminante (1950), El ciervo (1954) y Como tú (1962).
Asimismo, fue autor de obras de teatro como La manzana (1951) y El juglarón (1961), y realizó adaptaciones de obras de William Shakespeare escribiendo Macbeth o el asesino del sueño (1954) y Otelo o el pañuelo encantado.
En su Antología rota, publicada por editorial Losada, en el apartado “El viento y yo” puede leerse Y ahora me voy: “Y me voy sin haber recibido mi legado, sin haber habitado mi casa, sin haber cultivado mi huerto, sin haber sentido el beso de la siembra y de la luz. Me voy sin haber dado mi cosecha, sin haber encendido mi lámpara, sin haber repartido mi pan… Me voy sin que me hayáis entregado mi hacienda… Me voy sin haber aprendido más que a gritar y a maldecir, a pisar bayas y flores… Me voy sin haber visto el Amor, con los labios amargos llenos de baba y de blasfemias, y con los brazos rígidos y erguidos, y los puños cerrados, pidiendo Justicia fuera del ataúd. (…). Me voy porque la espiga y la aurora no son mías, He andado perdido por el mundo pidiendo pan y luz. ¡Y el sol es pan y luz! ¡Miradle cómo sale del horno y asciende en el alba para todos, con su doble corona de harina y de cristal! (…). !Oh Dios antiguo y generoso, proscrito por el hombre! Tú ahí siempre, puntual en la espiga y en la aurora y yo aquí hambriento y ciego, con mi grito mendigo perdido tantas veces en la historia…”.
León Felipe murió en el exilio en la ciudad de México el 18 de septiembre de 1968. Fue uno de esos hombres a los que ni aún el destierro logró acallar y cuyos poemas todavía dicen mucho acerca de la existencia humana resistente al autoritarismo y de las ansias de libertad integral y genuina para todos los seres humanos.