La violencia se ha instalado fuertemente en nuestra sociedad, sus ramificaciones alcanzan todos los ámbitos comunitarios e institucionales, entre ellos, la escuela. No nos referimos a la violencia como hecho “constitutivo” del ser humano, sino a la que se genera en condiciones concretas de existencia y en el marco de las relaciones humanas.
La escuela es un ámbito social donde interactúan sujetos expuestos a situaciones de agresión propias del contexto, pero también de las instituciones y sus integrantes, vale decir, una violencia situada. Es en este marco donde las escuelas tienen mucho por hacer.
La atención de conflictos no es un hecho extracurricular, en un ambiente de paz, el estudiante está en mejores condiciones de aprender. Este planteo no intenta poner a los docentes en el rol de agente de seguridad, sino de pensar la resolución de estos hechos como un eje transversal al proceso educativo.
La violencia se manifiesta en un ámbito de multicausalidad, por eso debe ser abordada desde su complejidad. La escuela y sus integrantes son sólo un actor más en la complicada trama causal que debe ser complementada con la presencia de otros profesionales formados en la prevención y resolución de conflictos.
El psicólogo Norberto Boggino sostiene que “para comprender y plantear cualquier estrategia preventiva o propuesta de resolución de escenas de violencia en el aula hay que conocer los procesos estructurales que impactan y atraviesan las instituciones educativas y el modo en que es percibido por los actores; aún cuando la resolución de los procesos estructurales escapen a las posibilidades de los directivos y docentes”.
El Normal Nº 2 de Rosario tiene más de tres mil alumnos entre los cuatro niveles (inicial, primario, secundario y terciario) con una comunidad educativa de más de diez mil personas. Desde 2008 lleva adelante un proyecto de “Acuerdo de convivencia” que fue impulsado por su actual rectora Raquel Gioffredo, junto a directivos, docentes, alumnos, personal no docente y padres, con la intención de sumar voluntades para tratar de entender la importancia de convivir en paz dentro de la escuela.
Consideramos a la convivencia en la escuela –sostiene la introducción del acuerdo– como uno de los ejes fundamentales que posibilitan el proceso educativo, transversalmente, en todos sus niveles. Se trata de una construcción colectiva, donde todos los que convivimos somos “los actores” involucrados y comprometidos con su sostenimiento.
“La convivencia dentro de la escuela debe ser un eje fundamental y transversal, sostiene Gioffredo, y tiene que estar orientado por los valores que desde las instituciones sostenemos día a día, como por ejemplo la paz, la verdad, la justicia, la tolerancia, la igualdad.
“El acuerdo de convivencia es ambicioso y forma parte de un proceso que llevará su tiempo para que veamos los resultados. Por otra parte, es difícil medir los efectos de un proyecto que apunta a los valores. Se trabaja con la intención de que los alumnos puedan apropiarse de esos valores, pero sabemos que esto puede ocurrir muchos años después. El alumno resignifica con el tiempo lo que uno quiso transmitir”, sostiene la rectora.
Muchos de los problemas que hoy afectan a las instituciones no encuentran una manera de resolución porque no se plantean correctamente, el principal inconveniente es no medirlos desde su multidimensionalidad. La reducción del planteo y la visualización monocausal no permiten analizarlos en su complejidad y vinculaciones interdisciplinarias.
El proyecto del Normal Nº 2 se realiza en colaboración con la Facultad de Psicología. Estudiantes de la cátedra de Psicología Forense a cargo de la Psicóloga Fernanda Fernández realizan capacitaciones a los alumnos que integran los equipos de trabajo con eje en la negociación.
También participa una abogada especializada en mediación. La mediación es un método que permite la resolución de conflictos de manera pacífica, a través del diálogo entre las partes, donde el mediador como tercero neutral las acompaña para que ellas mismas, como protagonistas, encuentren las soluciones más beneficiosas.
“Ante una dificultad o un conflicto desatado debe haber una instancia de diálogo, dice Gioffredo, los protagonistas tienen que poder decir qué pasó (como puedan). La idea es que las soluciones también partan de los chicos involucrados en el conflicto. No se trata de que el docente aplique una sanción, sino que el alumno proponga una solución al daño que produjo, es decir, una reparación. Intentamos que el lenguaje sea la herramienta de esa reparación. De todas manera, si el hecho es grave no se pone en duda la aplicación de la sanción (amonestación)”.
Si bien el Normal –reconocen sus autoridades– no tiene situaciones graves de violencia, los acuerdos son una herramienta importante para resolver conflictos menores y mantener la organización de una escuela que integra cuatro niveles.
—¿Por qué era necesario llevar adelante un proyecto de estas características?
—Necesitábamos un marco que nos permita la convivencia de los niveles. Acá no hay cuatro escuelas, hay una escuela con cuatro niveles y es necesario negociar porque son espacios comunes que se comparten. El salón de actos, la biblioteca, los recursos tecnológicos son para todos, por eso tenemos que atender a todos. Por otro lado, hoy en día se vive un clima social donde se ve el deterioro de los lazos sociales y la violencia va ganando terreno. En este sentido, se hace necesario que la escuela tenga que capacitar a los chicos en el diálogo, la tolerancia y el respeto por el otro.
—¿Cómo están desarrollado el proyecto a nivel institucional?
—Partimos del nivel secundario con el Acuerdo de Convivencia, hicimos uno en el nivel inicial, otro en nivel primario y ahora lo estamos construyendo en nivel superior, con el objetivo de lograr un solo acuerdo que sea transversal a toda la Escuela. Para nosotros el trabajo con el nivel superior (profesorado) es estratégico, debido a que estos alumnos serán los docentes que llevarán nuestra experiencia a los ámbitos laborales donde se desempeñen.
La visibilización de los problemas escolares permiten abordar el conflicto como estrategia de prevención de situaciones de violencia, sólo así las prácticas pedagógicas se transforman en aprendizajes significativos.