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El poder de hacerse preguntas

Un convenio firmado entre el Conicet Rosario y el Instituto Gamma permite sentar en la misma mesa a investigadores y jefes de servicios médicos. Apuntan a concretar estudios a partir de casos que surgen día a día en la práctica clínica.

Dicen que la calidad del pensamiento del ser humano radica en la calidad de sus preguntas. No debe existir proceso de investigación que pueda abrirse paso en los senderos de la ignorancia, si no es por medio de una pregunta. Pregunta que es el faro que ilumina, desde el primer día, al Homo que, de esa manera, se hizo Sapiens.

Y es el caso de hoy, también; ya que, con seguridad, como casi siempre pasa, por otro lado, todo comienza con una buena pregunta…

Siempre será así: el resultado de cualquier trabajo final, dependerá de la calidad de la pregunta inicial. De hecho, en investigación clínica repetimos un axioma: «el que no sabe lo que quiere, no entiende lo que encuentra». Lo que nos remite a la pregunta inicial.

Aunque parezca una cosa menor y sencilla. De hecho no es sencillo exponer una pregunta sencilla, clara y que sea factible, que esté dentro de la ética y que nos permita llevar adelante su desarrollo, y nos guíe hacia una respuesta que pueda resolver problemas de nuestra práctica médica diaria.

La formulación de la pregunta es todo un desafío para nosotros, los médicos, que estamos más entrenados en dar respuestas, que en formular preguntas. Al médico se le asigna más prestigio en función de las respuestas que da y no en las preguntas que se hace y que hace a su entorno.

La pregunta inicial para comenzar el proyecto de investigación sin dudas ha sido lo más problemático que hemos tenido que resolver en este grupo de traslación de investigaciones entre Conicet y nosotros porque nos ha costado exponer, a instancias de una pregunta, problemas reales que puedan ser resueltos con proyectos de investigación para llevar adelante entre nuestra institución y el Conicet de Rosario”, manifestó Gustavo Petroni, quien es médico intensivista, formado en la ciudad de Rosario.

Hace exactamente seis años, el gobierno de los Estados Unidos le concedió una beca en los Institutos Sociales de Salud, donde estuvo trabajando por espacio de algo más de dos años, completando un master. A su regreso a Rosario, el Instituto Gamma le ofreció trabajar en su Departamento de Investigaciones Biomédicas.

—¿Cuáles son las tareas del Departamento de Investigaciones Biomédicas que usted dirige?

—Una de las tareas que creemos impostergable es impulsar proyectos de investigación que puedan generar respuestas a las preguntas surgidas de la práctica asistencial de los diferentes servicios médicos del Instituto; a propósito de esto, hemos rubricado un convenio con el Conicet Rosario, el que nos permite sumar a una misma mesa de discusión a investigadores del Conicet con jefes de servicios asistenciales del Grupo Gamma. Se trata de un convenio que suma la experiencia de médicos desarrollando su actividad asistencial, y a quienes se estimula para formularse interrogantes que surgen de sus prácticas clínicas para presentarlos como propuestas de investigaciones concretas. Estas hipótesis de trabajo son expuestas a investigadores del Conicet de sus diferentes áreas de investigación, tanto sea en ciencia básica como en instancias pre clínicas, para encontrar soluciones a problemas que van surgiendo en la práctica de la medicina diaria.

—¿Una muestra de algo muchas veces pedido, la sinergia público-privado?

—Esta iniciativa que comenzó con reuniones de aproximación de carácter informal, entre profesionales de la medicina clínica con investigadores del Conicet, derivó en la firma de un convenio marco que vincula a ambas instituciones; una, del ámbito público, y la otra, del sector privado; lo que la transforma en una iniciativa novedosa en nuestro medio y muy positiva porque nos ha permitido avanzar rápidamente y concretar estudios de investigación que en este momento se están llevando adelante, en su períodos iniciales, y que involucran a diferentes áreas de la medicina; se suman sinérgicamente la tarea asistencial diaria con la enorme experiencia y trayectoria de los equipos de investigaciones básicas de excelencia con que cuenta el Conicet en Rosario.

—¿Puede detallar en qué consisten los proyectos que van a llevar adelante ambas instituciones?

—Dentro de este convenio marco de colaboración interinstitucional uno, específico, es el que estamos desarrollando en este momento, con ingenieros del Centro Internacional Franco Argentino de Ciencias de la Información y Sistemas (Cifasis) que colaboran con nuestro Departamento de Neuroimágenes que dirige el doctor Jorge Nagel. Se desarrollan modelos matemáticos, y a través de inteligencia artificial se interpretan las señales en reposo que se obtienen en pacientes a los que se somete a la Resonancia Magnética Nuclear (RMN); y de estas señales tratamos de lograr modelos que diferencien entre pacientes normales de aquellos que sufren alguna pérdida de memoria, por ejemplo, como sucede en la enfermedad de Alzheimer. Éste es el proyecto que tenemos más avanzado.

—¿Los otros estudios?

—A su vez estamos avanzando en el área de cardioimágenes y en traumatología. Por ejemplo, en el área de la neurocardiología, intentamos relacionar las expresiones emocionales con las alteraciones cardíacas, específicamente arritmias. El interés es poder prevenir enfermedades cardiovasculares ante cierto tipo de emociones. El otro está volcado a mensurar el rendimiento de las prótesis de cadera, comparando prótesis nacionales e importadas. Se está llevando adelante tanto en experimentación animal, como en los pacientes a los que se somete al cambio de prótesis.

—¿Siempre estuvo en esta área de la investigación clínica?

—Siempre me sedujo. Pero comencé haciendo tarea asistencial. Soy internista. Estoy en el hospital público, el Hospital de Emergencias Clemente Álvarez (Heca) y en el Grupo Gamma. Después, con la beca en EE.UU., pude concretar durante dos años y medio este viejo anhelo de prepararme para hacer investigación clínica; y, a mi regreso al país, me ofrecieron abrir este espacio con el que estamos dando los primeros pasos al concretar estos acuerdos que nos vinculan al Conicet Rosario. Pensándolo bien no fue un cambio brusco porque siempre me interesó la investigación. Paralelo a mi práctica clínica participé en varios proyectos de investigación con trabajos publicados en revistas especializadas; por eso decidí perfeccionar mi formación yéndome a los Estados Unidos.

—¿La experiencia en EE.UU. qué le dejó?

—En principio, le diría que el choque es el cambio cultural en cuanto al modo de trabajar y estudiar. La sociedad norteamericana produce una realidad diametralmente diferente a la nuestra. Son en este aspecto muy organizados. Sin embargo no tenemos que perder de vista que nosotros aportamos muchas cosas de las que ellos carecen y que son vitales a la hora de resolver problemas de salud. En lo cotidiano, nosotros nos distinguimos y creo que los superamos en los vínculos interpersonales. En ellos hay una distancia enorme entre el individuo y la institución; nuestros vínculos, en cambio, son más cercanos, más afectuosos; si se quiere, más humanos.

—¿Qué espera de esta actividad fuertemente sinérgica?

—Espero muchas cosas; dentro del grupo, poder darle dimensión y dinamismo a este departamento de investigación para que nos dé respuestas efectivas a los interrogantes de los médicos, cuando se enfrentan con problemas de la clínica de todos los días. Por otra parte, desarrollar este departamento no es sino jerarquizar a la institución. Y, además, contribuir a la capacitación y entrenamiento de un grupo de investigadores clínicos de calidad con una sólida formación. La sinergia público-privado es una vinculación de mucha innovación donde en ciencia y en salud la división entre ambos sectores se desdibuja cuando hay gente que tiene un mismo interés y ésta es una buena manera de acercarnos aún más.

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