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¿Qué es el ego sufriente?

A una mente a la cual el sufrimiento le parece tan real hay que hablarle en sus propios términos: los del análisis mental. La capacidad que tenemos los individuos de poner en el otro las causas de nuestras frustraciones: es muy simple encontrar culpables

La humanidad parece sufrir tanto, y ese sufrimiento –que seguramente sentiste más de una vez en tu vida– parece real.

Para el que sufre, ese sufrimiento es desgarrador, lacerante y envolvente, y está allí presente, actuando en la raíz misma de nuestras sensaciones. Todos sabemos lo que es sufrir.

La primera pregunta que podrías hacerte, en este caso, es “¿por qué sufrimos?”. Y habrás visto que cada vez que en las antenas de la mente aparece un “por qué”, rápidamente el discernimiento te lleva a ampliar la pregunta. Y entonces ya no es “por qué”, sino “para qué” sufrimos.

A una mente a la cual el sufrimiento le parece tan real hay que hablarle en sus propios términos: los del análisis mental.

Podemos intentar las mil variantes explicativas del “por qué” de ese sufrimiento, pero enseguida te darías cuenta de que cualquier respuesta que intente clarificar el panorama sólo buscará excusas para no aceptar la situación que te toca o que te tocó vivir. También seguramente vas a pensar que esa situación se puede extender indefinidamente.

“¿Por qué sufro?”, te preguntás. Y ahí empieza una catarata que echa culpas a diestra y siniestra: a los que conocés y a los que no, a los motivos más evidentes y a los más abstractos. Claro que sufrís: por el modo en que fuiste criado, por lo que te hicieron o no te hicieron tus padres, y las mil variantes familiares de tu entorno. Sufrís por las condiciones físicas, sociales y mundanas en las que vivís y te desarrollás, o bien por la falta de desarrollo. La lista es larguísima.

Pensás que la culpa de tu sufrimiento siempre está afuera, que es de otros. A veces hasta te animás a indicar como gran responsable de todo a ese concepto, nombre o figura llamado Dios.

En Él radican, pensás seguramente, todas las inagotables circunstancias de tu miseria cotidiana, o de ese problema en particular, de ese fracaso amoroso, de ese error laboral, de una entidad malvada y vengativa, que reparte castigos, sobre todo a vos, en quien no se fijó jamás.

¿No te habrás olvidado vos de Él? ¿No te habrás olvidado vos de Vos?

La culpa es rápida, es fácil, tiene dirección, nombre y apellido, y sobre todo te aparta a vos, la víctima, que queda ubicada muy cómodamente en el otro extremo, bien diferenciado de los responsables de los tormentos, de los causantes de la pena. Es muy simple encontrar culpables. Eso, desde luego, no te resuelve las cosas, pero te ayuda a alimentar la mente con las posibles causas de infortunio. Y responde al menos la capa más externa de esa pregunta sobre el porqué del sufrimiento.

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