La casa de Soledad Nívoli se divide en dos partes. El espacio que habita –donde come, duerme, se viste y se baña– y el espacio que está hecho para ser habitado y día a día se copa más. En su departamento emplazado en el centro de Rosario, a pocas cuadras del río y donde el sol entra con claridad y calor, funciona La Cita Rosa, un apartado en su living, un espacio de encuentro entre lectores y amigos, una biblioteca, antes personal, ahora abierta al público, que ya superó los 150 afiliados y los 2.500 ejemplares.
Soledad Nívoli tiene 37 años. Su papá, Mario Nívoli, está desaparecido por la última dictadura militar. Remontándose a su primer encuentro con la literatura, Soledad piensa en él y una biblioteca que había quedado en el garaje de la casa de sus abuelos que su papá había construido para depositar libros de su hermano, profesor de literatura y detenido.
La joven recuerda ese garaje como una isla sin reglas, donde tenían permiso para sacar, hojear, leer cualquier cosa que llegue a sus manos. “De algún modo empecé a saquear esos libros, una acción sobre la que tenía plena soberanía. Con los libros siempre tuve una relación entrañable. Con el tiempo se fueron transformando en mi herramienta de trabajo, pero primero fue una relación sentimental, con un rol para suplir ausencias”, recuerda Nívoli, también doctora en Ciencias Políticas. Soledad mira a La Cita Rosa y relaciona la apertura de su biblioteca personal a ese lugar de plena libertad que tuvo de chica.
La biblioteca de Soledad comenzó a transformarse en un espacio de encuentro con nombre y apellido en 2009. Nívoli tomó la decisión cuando estaba terminando su tesis de doctorado y se compró dos veces el mismo libro: “Me di cuenta de que no sabía qué tenía, que a lo mejor no era mucha la cantidad pero sí el desorden y empecé a ordenarlos y catalogarlos”.
Mientras eso sucedía, Soledad, que estudiaba becada por el Conicet, se dio cuenta de otra cosa: la mayoría de sus compañeros gastaba más de la mitad del dinero de la beca en material de estudio, libros caros que no están en las bibliotecas locales. Cada alumno repetía esa inversión y luego el material quedaba en la biblioteca personal, sin circular. La Cita Rosa era una de esas bibliotecas.
“Este lugar no tiene identidad formal. No es popular ni de escuela. Yo elijo llamarla ‘abierta’, porque es una biblioteca privada pero comprada en su mayoría con dinero público”, dice. Así, con una transformación progresiva, los libros de su casa tomaron entidad propia y se abrieron al público, todavía no general, pero cada vez más heterogéneo.
Cita Rosa se llama así desde sus inicios. El nombre lo puso Jorgelina, una amiga de Soledad. “Suena como Zitarrosa y a nosotras nos gusta (el músico uruguayo) Alfredo Zitarrosa. También me gusta el color rosa. Pero tiene otra explicación el nombre, que fue decantando con el tiempo. Pienso en Cita Rosa como un oxímoron, un encuentro de dos figuras contradictorias: las citas, que se preparan, que se arman con estrategias; y lo rosa que es la inocencia. Para mí, nos encontramos con los libros de alguna de esas dos maneras”, explica Soledad, sentada en la pequeña biblioteca que explota de papeles, libros, adornos acomodados y adornos que falta ubicar. Cita Rosa está conformada por 152 socios y 2500 libros, aunque la fundadora revela una pequeña trampa: cuentan a los anillados y algunos capítulos fotocopiados, aunque son los menos.
La biblioteca es muy específica: filosofía, historia, literatura, retórica, epistemología, arte, psicoanálisis y teoría política son las categorías que hay por ahora. Muchos libros esperan en stand by ser fichados, pero aún no se ha descubierto cuál es su lugar en los estantes.
Muchos otros se van amontonando sobre los rincones, y la biblioteca avanza sobre la casa sin piedad ni censura alguna por parte de su mentora. El lugar funciona de hecho, casi por inercia. Los libros circulan entre amigos y gente que comienza a acercarse al lugar. Se presentó un libro del hermano de Soledad. Se armó el ciclo de lecturas “Leer Para Contarlos”, en el que un invitado elige un libro y luego lo cuenta.
Un taller de escritura viene en marcha, otro de cuentos también busca fecha. “Son excusas para encontrarnos y empezar a pensar cómo se va formando la biblioteca. Pero acá los libros se mueven. Está todo muy vivo”.
Contacto
Para conocer, donar libros o asistir a las actividades de la biblioteca Cita Rosa, los interesados pueden escribir un e-mail a bibliotecacitarosa@yahoo.com.ar.