Tú Yo, Chéjov
Textos: Anton Chéjov
Adaptación: Juan Pablo Giordano
Actúan: Elisabet Cunsolo, Daniel Feliú
Dirección: Romina Mazzadi Arro, Pablo Fossa, Matías Martínez, Oscar Medina
Música en vivo: Sandra Corizzo
Vestuario y maquillaje: Silvina La Calamita
Sala: La Comedia, sábados a las 22
El desafío de dar vida a los personajes de un cuento que, lejos de perder la riqueza y el tono del relato, adquieren vuelo escénico de la mano de dos actores talentosos y cuatro directores atentos que afrontan el desafío de desdoblarse en un puñado de personajes que, si bien tienen aspectos que los unen, tienen otros (la gran mayoría) que los distancian sustancialmente.
Así, una nueva edición de Cuatro Cuartetos, la VII, arrancó el sábado en La Comedia (seguirá en cartel todos los sábados del mes), esta vez dedicada a un recorte de la obra del ruso Anton Chéjov, a sus cuentos, con la particularidad de que, por primera vez, los cuatro relatos adaptados inteligentemente por el dramaturgo Juan Pablo Giordano están actuados por los mismos actores: la enorme Elisabet Cunsolo, sin dudas una de las más talentosas actrices de su generación, y Daniel Feliú, cuya presencia permite disfrutar de un actor que ha madurado y crecido escénicamente en los últimos años.
Tomando como una declaración de principios que el autor de El jardín de los cerezos y La tres hermanas, entre más de 300 textos publicados, escribió “comedias y no dramas”, el humor tiñe todo el recorrido de Tú, yo y Chéjov, un título que se vuelve alegórico y que pareciera encerrar la clara contradicción que juegan los personajes chejovianos, por lo general muy distantes de situaciones amorosas apacibles y/o correspondidas.
Con el acuerdo de convalidar la teoría que sostiene que Chéjov jamás se apiadó de ninguno de sus personajes, sino que, por el contrario, lejos de sentir compasión por sus pequeñas tragedias las caricaturizó con la rebeldía de aquél que busca contradecir lo que se espera de él y de su obra (algo que lo vuelve genial), la propuesta arranca con “Un drama”, de la mano de Romina Mazzadi Arro en la dirección, quien mejor conoce el potencial de Cunsolo a partir de que la actriz integra desde hace más de una década el grupo Hijos de Roche. Cunsolo, revelada aquí como una verdadera capocómica, juega con su versión de la señora Murachkin, una escritora que busca la aprobación de Pavel Vasilich, aquí Antonio (un guiño al propio Chéjov). Con aires de semimontado y la presencia en escena de Sandra Corizzo, quien desde el piano y la voz aporta un magnífico universo sonoro a todo el espectáculo, la propuesta arranca bien arriba: casi un fresco disparate en el que los personajes dirimen en escena la lectura de una señora Murachkin empeñada en describir cada uno de los momentos de su obra interminable mientras el mismísimo Antonio, agobiado, tipea en su máquina de escribir hasta el hartazgo.
Acto seguido es el turno de “Una desgracia”, dirigido por Pablo Fossa, quien pone en escena un affair prohibido, una mujer casada, Sofía, enamorada de un amigo de la familia, con aires de novela rosa, donde la confusión y el deseo reprimido juegan con la idea de viaje (la escena transcurre en una estación de trenes), lograda merced al trabajo que desde la intervención audiovisual aporta aquí y a todo el espectáculo Nicolás Valentini, quien consigue el infrecuente propósito que las imágenes entablen un diálogo con lo que acontece en vivo sin volverse un factor distractivo, sosteniendo en este pasaje aquello que la escena no logra oponer frente a la riqueza del relato original.
Poco después es el turno de una singularísima versión del monólogo “Sobre el daño que causa el tabaco”, esta vez sumado a la adaptación de Giordano el director de ese pasaje, Matías Martínez, donde la propuesta aporta un personaje femenino que no existe en el original, la controladora mujer del infausto Iván Ivanovich Niujin, en otro gran momento de Cunsolo y en el mejor de Feliú. Rara mezcla entre Chéjov y Roberto Arlt, autor que Martínez conoce en detalle, será la “Sociedad Filantrópica Antichejoviana Argentina” la que dirá presente a la hora de hablar del daño que causa “el texto” en el teatro, en una particular derivación (un guiño) que también aparece en el original aunque con otro destino.
Para terminar, las cartas que dan forma a “Él y ella” adquieren lirismo, frescura e ironía a través de la adaptación de Giordano pero, sobre todo, mediante la mirada del talentoso Oscar Medina, director imprescindible de la escena rosarina, que de este modo regresa a los escenarios (enhorabuena). El amor y el odio en dosis equilibradas aparecen fuertemente arraigados mediante un relato que busca correr a ambos actores de todos los registros transitados con anterioridad, para ofrecer una bella metáfora que habilita un final donde ficción y realidad adquieren un carácter ensoñado, en otra efectiva intervención del soporte audiovisual.
De este modo, la nueva edición de Cuatro Cuartetos, evento que claramente ha mutado de su impronta original, luego de transitar Shakespeare (2012) y Fontanarrosa (2014), ofrece ahora un acercamiento innovador y atractivo a la obra de Chéjov que busca, más allá del riesgo que eso implica, empatizar con el público, donde prevalece, con la necesaria cuota de irreverencia que exige el teatro contemporáneo, la persistencia de la palabra como material fundamental a partir del cual el ruso construyó una poética personalísima que, con el paso de los años, ha habilitado infinidad de lecturas en el discurrir de su exacerbación dramático-naturalista, que pareciera haber encontrado aquí un nuevo camino por transitar ligado al humor, la parodia y una saludable irreverencia.