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“Volvemos a nuestro lugar porque ese lugar es nuestro”

Dos matrimonios afectados por la explosión relatan las dificultades para volver a pagar por una casa que ya era de ellos.

“Hay vecinos que nos han dicho: «Che, qué bueno, te están haciendo la casa de nuevo», y les aclaro que tuvimos que pedir un crédito, es decir, estamos pagando nuevamente nuestra casa…”, lamenta José María Ruatta, vecino del pasillo de calle Salta 2127, lindero al terreno donde estaba el edificio que explotara el 6 de agosto del año pasado.

En ese pasillo había tres viviendas que quedaron sepultadas el día de la tragedia, y hoy, dos familias vuelven a construir en el mismo lugar. José María Ruatta, su esposa Carina y su hija Micaela; y Pablo Rocca y Graciela, papás de Lautaro, resultaron ilesos porque el destino quiso que aquella mañana no estuvieran en sus casas. Pero a sus hogares no les pasó lo mismo.

Ambos matrimonios se pusieron de acuerdo sin haber conversado el tema entre ellos: “Volvimos a nuestro lugar porque ese lugar es nuestro, es donde elegimos vivir, en nuestro caso hace 20 años y en el de ellos 11”, agrega Graciela, que la fatídica mañana la encontró llevando a su hijo al fonaudiólogo y a su marido en la fábrica de heladeras Bambi. Sus vecinos habían llevado a Micaela al jardín y habían dispuesto ir a hacer compras. Pablo llegó a la cochera de Salta y Alvear y advirtió que no había tomado las llaves del auto. “Cuando volví, llegué a Oroño y comenzó una lluvia de piedras y vidrios, y terminé tirado detrás de una combi. Fui el primero en desviar autos y colectivos y después tuve que dar la vuelta a la manzana porque el fuego llegaba a la vereda de enfrente. Me metí al pasillo buscando a Graciela y Lautaro sin saber que ya habían salido. Nuestras paredes daban al edifico que implosionó, ahí advertí el desastre. Nuestras casas estaban derrumbadas. Fui atrás y saqué a mis vecinas del último departamento”, relata Pablo.

Después llegó el tiempo de ubicarse en casa de los suegros, tres meses, hasta que la provincia les entregó subsidios para poder alquilar. “Ese día nos fuimos con lo puesto, no pudimos volver hasta dos meses después. Encontramos cajones de la cómoda dados vuelta, nos faltaron cosas, hubo mucha gente que ingresó esos días. Pero también –es justo decirlo–un día me llamó (el secretario Marcos) Escajadillo para que fuéramos a la seccional 2ª y allí me dieron un sobre que encontraron: era el dinero que le habían regalado para su cumpleaños los compañeritos de mi hija, que había sido el domingo anterior a la explosión”, cuenta Pablo.

Su mujer, Carina, afirma que le costó volver al pasillo donde se crió: “Esa era la casa de mi abuela, yo corría por ese pasillo de chica. Si bien estamos viviendo a la vuelta por Balcarce, me llevó mucho tiempo poder asomarme a Salta. Recién ahora puedo volver a ingresar y ver cómo va la obra”.

Ambos matrimonios coinciden con la lucha de los familiares de las víctimas, pero también advierten que “hay mucha desunión”. Pablo y José María apuntan a políticos y funcionarios que pasado el tiempo de las primeras ayudas económicas “se borraron”.

“Hemos tenido reuniones en el Palacio por separado, te prometen y cumplen, vamos un grupo y le sacan mano a otro grupo, va ese grupo y nos sacan mano a nosotros. Te dicen: «Vení la semana que viene» y así, estiran, dilatan hasta cansarte. Yo he amenazado con encadenarme en la puerta de la Municipalidad y no les importa”, se enoja Pablo.

En tanto José María advierte: “Si a mí se me hubiera muerto un ser querido, estaría preso. Bastante paciencia tiene los familiares que deambulan por oficinas de Tribunales o Litoral Gas y Enárgas. El destrato para quienes hemos perdido todo, tanto material, como humano, es muy triste, hay que vivirlo”, concluye.

Graciela sueña que Lautaro vuelva a tener su cuarto de juegos por el que al día de hoy sigue preguntando. “La lucha es de todos y hemos ido a muchas marchas, pero hoy me parece que estamos desunidos. Cada uno pelea por lo suyo. Ellos, tratar de calmar su dolor, peleando para que vayan presos los responsables del desastre; nosotros, que perdimos nuestra casa, peleamos un año para conseguir este crédito”.

Acusan estado de abandono en el desolado predio

Entre los innumerables reclamos y pedidos realizados por Pablo Rocca y José María Ruatta está el estado de abandono en el que se encuentra el predio de calle Salta 2141.

“Los yuyos ya están altos como la medianera, está repleto de ratas y mosquitos. La misma Municipalidad hace campaña por el descacharrado y el dengue y esto es un desastre. Los muchachos que trabajan en la obra hacen bromas y nos dicen que en cualquier momento una rata les alcanza la mezcla… Cuando se levantó el paredón, no dejaron una puerta para poder ingresar. Ni siquiera por respeto a las víctimas se mantiene el lugar limpio”, dijeron.

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