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Batahola vecinal: herido grave

Una mujer llamó al 911 por una discusión de pareja y todo acabó mal. Para la UR II, los familiares quisieron impedir  arresto del acusado e hirieron a un uniformado. En el barrio dieron otra versión: la represión policial fue injustificada.

A veces el remedio es peor que la enfermedad. Esa parece ser la moraleja que vivió barrio Ludueña la tarde del sábado tras quedar inmerso en una batalla campal desatada luego de pedir intervención policial en un conflicto familiar. La versión de los uniformados es diametralmente opuesta a la que contaron ayer los vecinos de calle Gorriti al 5500, que quedó regada de perdigones y varios heridos. Entre ellos un albañil de 46 años que recibió un escopetazo en la boca del estómago y permanece internado grave tras una intervención quirúrgica. El hombre está imputado de lesionar a un cabo que sufrió traumatismos en la cabeza y el torso.

La Policía informó que la tarde del sábado fue comisionada al lugar para intervenir en una discusión de pareja y que, al llegar, el hombre se resistió a la detención y atacó a un cabo provocándole traumatismos en la cabeza y el tórax. Y que luego, tras lograr reducirlo, sus familiares y decenas de vecinos intentaron liberarlo arrojando todo tipo de elementos hacia los uniformados y los móviles policiales, por lo que utilizaron bajas de goma para dispersarlos.

Los vecinos, y la propia familia que solicitó la intervención policial, aseguran que hubo una injustificada represión por parte de los uniformados, que cometieron abusos físicos contra los vecinos e incluso a menores de edad. Entre ellos una adolescente que en diálogo con El Ciudadano dijo haber sido “arrastrada de los pelos” por una mujer policía que también le habría “golpeado la cabeza contra un auto”. De esos testimonios también se desprende que el albañil fue baleado estando esposado y retenido por tres efectivos de la fuerza en un ataque de furia cuando iban a dispararle a su hija de 15 años. Y que en ningún momento agredió al personal policial.

Mariela, de 36 años y mujer del albañil, relató que ella misma llamó a la Policía porque su marido estaba alcoholizado y quería que se lo llevaran “para darle una lección”. Pero nada de eso ocurrió, según sus dichos, porque los uniformados llegaron con violencia, lo esposaron, lo redujeron y entre tres lo patearon en el piso. Cuando su hija de 15 años quiso intervenir, la golpearon. “Una policía rubia la agarró de los pelos y la arrastró, y mi marido se desesperó. Los vecinos no entendían nada y se acercaron a mirar; eran las cinco y media de la tarde y la cuadra estaba llena de chicos jugando, y empezaron a tirar balas de goma”, contó. En pocos minutos, según esos relatos, unos 15 móviles coparon la cuadra y disparaban para todos lados.

La adolescente contó que cuando vio que pateaban en el piso a su papá quiso intervenir y una mujer policía la arrastró de los pelos. Y agregó que cuando los vecinos quisieron frenar el atropello y todo se descontroló, esa policía le gritaba a otro uniformado que le disparara a ella. “Cuando me apuntaron mi papá se metió en el medio y le dieron a él”, contó entre sollozos.

“No era para que le tiren un tiro. Esos policías estaban endemoniados. Parecían locos, drogados. Acá somos todos laburantes, no hay armas, nada. El hombre al que le dispararon en la panza es albañil de lunes a viernes, y los fines de semana hace changas como mecánico. Estos policías no tienen que trabajar más. Tiene que poner personal especializado. Así mataron al Pocho (Claudio) Lepratti”, dijo un hombre sentado a menos de cien metros de la plaza que lleva el nombre del militante social de ese barrio asesinado en la crisis de 2001 durante una feroz represión policial, en la zona sur.

Mariela dijo que después de que le dispararon a su marido, con el que tiene dos hijas adolescentes, ella misma lo acompañó al hospital Alberdi, donde le limpiaron la herida, y le sacaron una decena de perdigones de goma. Luego, por la gravedad, fue derivado al Heca, donde fue intervenido quirúrgicamente. Una fuente de ese hospital dijo que el escopetazo le ingresó en la boca del estómago y le afectó el hígado y otros órganos internos y que se encontraba en estado reservado. Desde allí, Mariela fue llevada en patrullero a la seccional 12ª, donde estuvo más de cuatro horas demorada. “Me hicieron desnudar, me vio un médico y después me encerraron en una piecita hasta las 2.30 de la madrugada”, contó tras explicar que firmó un acta sin conocer su contenido.

Según voceros policiales, Oscar S., de 46 años, quedó en calidad de arrestado y se le imputan las lesiones al cabo Darío C., de 38 años, a quien le diagnosticaron traumatismo de cráneo y fisura de costilla. El hecho es investigado por la fiscalía de Flagrancia en turno.

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