La Cumbre Iberoamericana cerró ayer con un llamado a renovar este foro regional, pese a las notables ausencias de los presidentes de Argentina, Brasil, Venezuela y del mandatario cubano Raúl Castro.
Los esfuerzos para que Castro asistiera por primera vez a una Cumbre Iberoamericana –a la que estuvieron invitados 22 países– aprovechando esta edición de “renovación” de Veracruz (este de México) se truncaron nuevamente al confirmarse que sería su vicepresidente, Miguel Díaz-Canel, el que participaría en la jornada final.
“El vicepresidente cubano llega en la próximas horas y será el jefe de la delegación cubana” en la cumbre de Veracruz, había dicho la noche del lunes a la AFP una fuente del gobierno mexicano.
Acostumbrado a mantener en secreto sus viajes por razones de seguridad, Castro fue anfitrión el lunes en La Habana de una reunión entre la isla y los países de la Comunidad del Caribe (Caricom), organizada por la Cancillería cubana con milimétrica coincidencia con la cumbre de Veracruz.
Pero la ausencia de Castro no parece ser el único revés que afecta a la integración iberoamericana que Madrid buscó impulsar con bombos y platillos las dos últimas décadas.
La relación de España con Venezuela, por ejemplo, se mantiene áspera, con una serie de roces diplomáticos durante los últimos años que se acrecentaron en octubre después de que el presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, recibiera en Madrid a la esposa del detenido líder opositor venezolano Leopoldo López.
“Con Venezuela procuro tener las mejores relaciones posibles (…). Ahora, a mí me gusta la democracia. Tengo derecho a que me guste, dejémoslo ahí”, señaló Rajoy en entrevista con la cadena Televisa.
Un foro descolorido
España, impulsor de este mecanismo de integración surgido a comienzos de los años noventa, ha querido repotenciar este foro aprovechando el nuevo reinado de Felipe VI.
Consciente de su paulatina pérdida de interés frente a más recientes organismos regionales como la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) o la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), la Cumbre Iberoamericana empezará a celebrarse a partir de ahora cada dos años.
“Lo principal es sumar y no restar, es complementar y no competir (…). No es este un proyecto que quiera sustituir la integración latinoamericana”, enfatizó el lunes Rebeca Grynspan, la nueva secretaria general iberoamericana.
Este mecanismo integrador nació justamente en México en 1991 con una reunión para impulsar la cooperación de España, y también de Portugal, con sus antiguas colonias, pero no concita ahora el mismo entusiasmo que en sus inicios.
Esa primera reunión en Guadalajara (oeste de México) fue promovida por España, México y Colombia como un gesto para reintegrar a Cuba al resto de América latina.
Salvo por una ininterrumpida relación con México, la isla había quedado casi totalmente aislada diplomáticamente del resto del continente que, siguiendo la línea de Washington, cortó relaciones con La Habana después de que se proclamara el régimen comunista en los años sesenta.
Fidel Castro y el rey Juan Carlos fueron protagonistas de las primeras versiones, y el mandatario cubano siguió siendo una figura emblemática de estos encuentros, hasta su última participación en la XV edición en Salamanca (España) en 2005.
Crisis mexicana ausente
Pese a la indignación sin precedentes que vive México, y que se contagió a países de todo el mundo, la desaparición de 43 estudiantes en septiembre en el país anfitrión no fue mencionada en la cumbre.
Con la asistencia de 16 jefes de Estado y de gobierno de América latina, Portugal y España, la primera jornada en Veracruz se centró en la educación y la cultura. Los mandatarios adelantaron la creación de un programa de movilidad universitaria que se estima puede beneficiar a unos 200.000 estudiantes hacia 2020.
Pronósticos conservadores
Ayer, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde) presentaron un informe sobre las perspectivas económicas para América latina en 2015. La Cepal pronosticó que Latinoamérica sólo crecerá un 1,1 por ciento en 2014, el valor más bajo en cinco años, por una caída en la inversión y un bajo desempeño de sus principales economías, pero espera que el crecimiento repunte a 2,2 por ciento en 2015.