Esta semana se cumplieron 70 años de la desaparición, durante un vuelo en el marco de la Segunda Guerra Mundial, de Glenn Miller, el notable músico estadounidense de jazz que sobresalió en la era del swing y cuya muerte estuvo envuelta durante décadas en un halo de misterio.
Alton Glenn Miller nació en una humilde casa de la calle Garfield West, en Clarinda, Iowa, el martes 1º de marzo de 1904. Su vocación por la música despertó cuando su papá le regaló una mandolina, que luego canjeó por un viejo corno.
En 1923, los Miller se establecieron en el estado de Colorado, donde Alton se cambió el nombre por Glenn e ingresó a la universidad. Eran los tiempos de auge del jazz y el joven dio los primeros pasos en el género tocando donde se le presentaba alguna oportunidad.
Pero esas escapadas le causaron problemas en sus estudios, hasta que decidió dejar la universidad. La música era su vocación, y en 1924 viajó a Los Ángeles para unirse a la orquesta de Ben Pollack como trombonista y arreglador.
A los 24 años se casó con Helen Burger en Nueva York, y luego tocó con las bandas que animaban los bailes de aquellos años: las de Tommy y Jimmy Dorsey, Ray Noble, Red Nichols, Smith Ballew y Benny Goodman, el “rey del swing”.
En 1937 Miller fundó su propia orquesta, pero no tuvo éxito y la disolvió. En 1938 formó otra banda y al año siguiente protagonizó conciertos multitudinarios en el casino de Glen Island, Nueva York, y en el salón Meadowrook de Cedar Grove, Nueva Jersey.
En el otoño de 1939, Miller alcanzó la fama: su nueva orquesta llegó a la radio estadounidense y al poco tiempo los jóvenes bailaban al ritmo de sus grandes éxitos.
A principios de 1940, “In the Mood” (“De buen humor”) estuvo durante 15 semanas como N°1 en el ranking musical estadounidense. Le siguió “Tuxedo Junction” (“Empalme Tuxedo”), que mantuvo a Miller liderando las preferencias musicales de los norteamericanos. El 11 de febrero de 1941, la RCA Victor le otorgó el primer disco de oro por “Chattanooga Choo Choo” (homenaje a una legendaria estación y línea ferroviaria en Tennessee), tema principal del filme Sun Valley Serenade, que vendió un millón de placas.
Otros de sus éxitos fueron: “Pennsylvania 6-5000” (que sigue siendo el número de teléfono del Hotel Pennsylvania en Manhattan), “String of Pearls” (“Collar de perlas”), “Little Brown Jug” (“Porroncito marrón”), “Sunrise Serenade”, “Fly me to the Moon” (“Llévame volando a la Luna”), “American Patrol” (“Patrulla americana”) y la canción símbolo de la orquesta, “Moonlight Serenade” (“Serenata a la luz de la Luna”), una de las canciones más reproducidas e importantes de la historia musical estadounidense.
De aspecto serio, resaltado por sus lentes sin armazón, Miller aportó un meticuloso perfeccionismo a la composición musical al desarrollar un sonido característico: aterciopelado, suave, dúctil e independiente de los solistas. Sus melodías se convirtieron en su sello de identidad y fueron pieza fundamental de su éxito.
El secreto consistía en ubicar a un clarinete en primera voz y al saxo tenor en su misma nota, acompañado por tres saxos con un sonido armónico. Así nació el característico sonido “Miller”.
Hacia 1941, la moda de las grandes bandas estadounidenses alcanzó su apogeo. Duke Ellington, los hermanos Dorsey, Artie Shaw, Count Basie, Benny Goodman, Jimmie Lunceford, Claude Thornhill y Harry James recorrieron el país tocando para el público aficionado al jazz o transmitiendo espectáculos en directo desde los salones de baile de grandes hoteles.
Pero la orquesta más célebre era la de Glenn Miller, cuyo ritmo, quizás demasiado reglamentado para ser jazz, era sincopado y bailable. El público estadounidense podía escuchar por la emisora CBS su música tres veces a la semana, en un programa titulado “Serenata a la luz de la Luna”, que era auspiciado por la marca de cigarrillos Chesterfield.
La clave estuvo en que los temas de Miller captaron el espíritu de un país que salía de la Gran Depresión de la mano del presidente demócrata Franklin Delano Roosevelt.
Pero el 8 de diciembre de 1941, un día después del ataque japonés a la base estadounidense de Pearl Harbor, Hawai, Estados Unidos ingresó a la Segunda Guerra Mundial alineándose a Gran Bretaña y la Unión Soviética, que combatían al eje Tokio, Roma, Berlín.
Ocho meses después, Miller dejó su exitosa carrera artística para enrolarse como voluntario en el ejército y en el otoño de 1942 obtuvo el grado de capitán. A partir de entonces, buscó otros músicos enrolados en el ejército y formó la orquesta de la fuerza aérea, que al año siguiente tocó para los cadetes que se entrenaban en la Universidad de Yale en New Haven, Connecticut.
Conocida como la AAF Band (por sus siglas en inglés) y compuesta por 50 músicos, la orquesta recolectó millones de dólares para los bonos de la guerra y realizó una memorable gira por Inglaterra para tocar ante las tropas.
Hasta que, en diciembre de 1944, Miller recibió la orden de presentarse en la Francia que había sido liberada de la bota nazi en agosto de ese año.
Con el fin de la guerra en el horizonte, el popular músico pasó casi en vela la noche del 14 de diciembre, discutiendo animadamente con un amigo sus planes para formar una banda en la posguerra y luego retirarse a disfrutar junto a su esposa de un rancho que había comprado en California. La mañana del 15 de diciembre de 1944, el mayor Miller subió con recelo a un pequeño avión monomotor en una pista militar cerca de Bedford, a 60 kilómetros al norte de Londres. Viajaba a ofrecer un concierto de Navidad con su famosa orquesta de la fuerza aérea estadounidense para las tropas aliadas en la París liberada.
A Miller no le gustaba volar y menos en un avión tan pequeño y de apariencia frágil como aquel Norseman UC-64, que despegó bajo una densa niebla y se perdió entre la bruma, para siempre.
Recién el 24 de diciembre –después de que se notificó a la esposa de Miller, en Nueva Jersey– el mundo supo que el famoso músico había desaparecido.
Nadie pudo encontrar entonces una explicación de lo que había pasado con el avión. Durante décadas el misterioso caso Miller quedó en el vacío como un enigma sin resolver y circularon numerosas teorías.
Pero hace unos años, el Ministerio de Defensa británico reabrió el caso y la nueva investigación arrojó resultados sorprendentes. Se reveló que a finales de la Segunda Guerra Mundial algunas misiones británicas de bombardeo sobre territorios ocupados por la Alemania nazi no terminaban en la forma esperada y los aviones de la Royal Air Force regresaban a las islas británicas con bombas sin explotar. Se había establecido una zona sobre el Canal de la Mancha para que los bombarderos dejaran caer sus letales cargamentos, evitando así el peligro de explosiones al volver a territorio inglés.
Cuando se analizaron de nuevo las viejas bitácoras de vuelo, se descubrió que el pequeño avión en el que viajaba Miller hacia París se cruzó accidentalmente con un grupo de bombarderos de la Real Fuerza Aérea Británica que volaba a mayor altura.
El día de la desaparición del músico un escuadrón aéreo dejó caer sus bombas sobre la zona de desalojo y una de ellas impactó el avión de Miller que volaba más abajo rumbo a Francia. El impacto hizo que la avioneta cayera al mar causando la muerte del legendario artista.
Poco después, buzos especializados localizaron en lo que fue la zona de desalojo un motor del tipo que tenía el avión en que viajaba Miller. Al verificar el número de serie no quedaron dudas: eran los restos del avión sepultados en el fondo del Canal de la Mancha. Así quedó resuelto uno de los grandes enigmas del mundo musical: Glenn Miller murió hace 70 años a causa de fuego aliado.