El peronismo fue la más importante experiencia frentista que hubo en el país, con un proyecto nacional y popular claramente determinado y con las herramientas políticas y económicas necesarias para cumplir con su rol histórico.
Este proyecto fue institucionalizado en los primeros diez años de gobierno peronista, a través de los Planes Quinquenales, el primero de 1947-1951 y el segundo iniciado en el año 1953, interrumpido por la contrarrevolución del año 1955.
Una vez en el poder, Perón se dispuso a llevar adelante una transformación radical del país. Consciente de la dependencia a la que estaba atada la Nación, a través de una intricada red económico-jurídica-administrativa, se comprendía la necesidad de transformar esa estructura a los fines de que sirvieran para el bien del país y del pueblo, y no para el bienestar de una pequeña clase de terratenientes y burgueses intermediarios al servicio del imperialismo.
Esa estructura existente, manejada por el imperialismo ya sea directamente a través de los transportes, el comercio exterior y la banca o indirectamente a través de la organización de la Nación mediante una estructura política-judicial que respondía a sus intereses, impedía que los argentinos se desenvolvieran libremente en beneficio propio.
Por ello, desde el principio, el movimiento nacional peronista se percató de la necesidad de acabar con esas estructuras de la dependencia y reorganizar al país en su conjunto según las propias necesidades.
Para ello, el gobierno de Juan Domingo Perón dio forma a su gobierno a través de los planes quinquenales. Con ellos se daban los lineamientos generales de la acción de gobierno que se llevaría a cabo durante los sucesivos años, con proyectos de ley presentados al Congreso a los efectos de poder llevar a delante su plan de realizaciones e inversiones.
De esta manera, con los planes quinquenales se pretendía, a partir de una serie de proyectos de ley a ser sancionados por el Congreso, reorganizar los ministerios, conceder derechos electorales a las mujeres, organizar la sanidad pública, reformar la educación para que sirviera a los fines de la nueva Argentina en construcción; fomentar, descentralizar y diversificar la industria formando nuevas zonas productivas; fortalecer el mercado interno a través del reconocimiento constitucional de los derechos del trabajador; reorganizar el comercio exterior; desarrollar un programa mínimo de inversiones y obras necesario para asegurar un suministro adecuado de materias primas, combustibles, equipos mecánicos y movimiento interno de mercancías; desarrollar racional y armónicamente la industria y la agricultura.
Sin lugar a dudas, el peronismo en el poder pretendía llevar adelante una fenomenal revolución económico-político-social de envergadura desconocida hasta entonces, sacudiéndose el yugo imperial y construyendo una nueva Argentina, más próspera e igualitaria, en libertad, con soberanía y justicia social.
Así, durante esos años surgió el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (Iapi), se nacionalizaron los servicios públicos, los elevadores de granos y usinas eléctricas; se creó la flota mercante y se realizaron infinitas obras portuarias, se reorganizó el transporte, se sancionaron los derechos de los trabajadores dándoles rango constitucional, se reformuló la educación en todos sus niveles (Argentina fue el primer país en tener educación pública preescolar) construyéndose edificios para los colegios Nacionales, Normales, Industriales, Comerciales y complejos universitarios; y se creó la Universidad Obrera (hoy UTN). Se construyeron viviendas, hospitales, obras fluviales, usinas eléctricas, térmicas e hidroeléctricas, caminos, puentes y acueductos. Se relazaron obras de provisión de agua potable y desagües cloacales en todo el territorio nacional, como así también obras de riego, saneamiento rural y adjudicación de tierras agrícolas y pastoriles. Se amplió la explotación petrolera y minera…
Refiriéndose a esta monumental obra de liberación nacional y justicia social, Perón dijo:
“Para aumentar otras conquistas sociales, necesitamos aumentar la riqueza y aumentar el trabajo. Nuestro plan considera, en esta segunda etapa, multiplicar la riqueza y repartirla convenientemente; y con ello las nuevas conquistas sociales han de salir fecundamente de nuestro propio trabajo, sin perjudicar a nadie. Sin bases económicas no puede haber bienestar social es necesario crear esas bases económicas”.
Sin lugar a dudas que en la actualidad necesitamos reconstruir aquel frente antiimperialista que representó el peronismo. Y ser sabedores de que, para cumplir cabalmente con la tarea histórica que nos corresponde, es necesario dotar a ese frente nacional de un verdadero proyecto de liberación nacional y justicia social que dé respuestas a todas las necesidades nacionales, reconociendo aquel antecedente histórico y partiendo desde él para que esta vez sí recorramos el camino de la segunda y definitiva independencia.