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Kropotkin, el príncipe revolucionario

Mañana se cumplen 94 años de la muerte de uno de los principales teóricos del movimiento anarquista.

“Somos ricos, muchísimo más de lo que creemos. Ricos por lo que poseemos ya; aún más ricos por lo que podemos conseguir con los instrumentos actuales; infinitamente más ricos por lo que pudiéramos obtener de nuestro suelo, de nuestra ciencia y de nuestra habilidad técnica, si se aplicasen a procurar el bienestar de todos”. La cita pertenece al libro La conquista del pan (1892), escrito por el príncipe, geógrafo, pensador político y revolucionario ruso Pedro Alejandro Kropotkin, el principal teórico del movimiento anarquista, de cuya muerte se cumplen mañana 94 años.

Kropotkin nació en Moscú el viernes 9 de diciembre de 1842 en el seno de una familia de la nobleza surgida en el siglo XV. Hijo del príncipe Aleksey Petrovich Kropotkin, Pedro fue educado en el exclusivo Cuerpo de los Pajes en San Petersburgo (Leningrado). Durante un año sirvió como ayudante del zar Alejandro II –“si se hubiera atentado en mi presencia contra él, lo hubiese cubierto con mi cuerpo”, escribió en sus Memorias– y, desde 1862 hasta 1867, como oficial del ejército en Siberia. Pese a poseer unas condiciones naturales para la carrera militar que le auguraban un brillante futuro, optó por abandonarla para ejercer como geógrafo en Siberia, donde se destacó descubriendo rutas y lugares y levantó un mapa orográfico.

Además, estudió la vida del reino animal y participó de exploraciones geográficas. Basándose en sus observaciones elaboró la teoría de las líneas estructurales en las cordilleras y revisó la cartografía del Asia oriental. También contribuyó al conocimiento del glaciarismo de Asia y de Europa durante la Época Glacial.

Los descubrimientos de Kropotkin fueron reconocidos inmediatamente y abrieron el camino para una distinguida carrera científica. Pero en 1871 rechazó el cargo de secretario en la Sociedad Geográfica Rusa y decidió renunciar a su herencia aristocrática para dedicar su vida a la causa de la justicia social.

Durante su servicio en Siberia ya había empezado su conversión al anarquismo, doctrina que propugna la desaparición del Estado y de todo poder y forma de gobierno. Y en 1872 una visita a los relojeros suizos de las montañas jurasianas, con sus voluntarias asociaciones de apoyo mutuo, ganaron su admiración y confirmaron sus creencias libertarias.

La Federación del Jura fue la más importante y antiautoritaria sección anarquista de la Primera Internacional, basada principalmente en los relojeros de la montaña Jura en Suiza. La Federación del Jura, junto con otras secciones anarquistas, fue expulsada de la Primera Internacional después del Congreso de La Haya (1872).

Los anarquistas en la Federación del Jura, como James Guillaume, desempeñarían un papel clave en la conversión anarquista de Pedro Kropotkin. En sus Memorias de un revolucionario, Kropotkin escribió: “Las igualitarias relaciones que encontré en las Montañas Jura, la libertad de actuar y pensamiento, la cual yo vi desarrollarse en los trabajadores, y su ilimitada devoción por la causa, apelaron fuertemente en mi sentir; y cuando yo me fui de las montañas, después de permanecer una semana con los relojeros, mis visiones del socialismo fueron establecidas. Yo era un anarquista…”.

Cuando Kropotkin retornó a Rusia se unió a un grupo revolucionario que repartía propaganda entre los trabajadores y campesinos de San Petersburgo y de Moscú. Atrapado en una redada policial, fue encarcelado en 1874, pero protagonizó una fuga sensacional dos años más tarde, huyendo a Europa occidental, donde su nombre fue pronto venerado en los círculos avanzados.

Los próximos años los pasó casi siempre en Suiza hasta que fue expulsado a pedido del gobierno ruso después del asesinato del zar Alejandro II por los revolucionarios en 1881. Kropotkin se trasladó a Francia, pero fue detenido y encarcelado durante tres años, acusado de fraguados cargos de sedición.

Liberado en 1886, se fue a vivir a Inglaterra, donde permaneció los siguientes 30 años, hasta que la Revolución de 1917 le permitió retornar a su país natal. Durante su largo exilio Kropotkin escribió una serie de influyentes libros en los cuales promovió su filosofía libertaria. Los más importantes fueron: Palabras de un rebelde (1885), En las prisiones de Rusia y Francia (1887), La conquista del pan (1892), Campos, fábricas y talleres (1899), Memorias de un revolucionario (1899), La ayuda mutua (1902), La literatura rusa (1905) y La Gran Revolución 1789-1793 (1909).

Su finalidad, como a menudo lo hizo notar, era poner una base científica al anarquismo. En La ayuda mutua, que es ampliamente considerado como su obra maestra, argumentó que, a pesar del concepto darwinista sobre la supervivencia de los más hábiles, el principal factor de la evolución de las especies es la cooperación y no el conflicto. Suministrando abundantes ejemplos, demostró que la sociabilidad es un rasgo dominante en todos los niveles del reino animal.

Otra de sus grandes obras fue La conquista del pan (en francés: La Conquête du Pain). Originalmente escrito en francés, apareció por primera vez como una serie de artículos en dos periódicos anarquistas editados por Kropotkin. Fue publicado como libro por primera vez en París en 1892 con un prefacio de Élisée Reclus, quien también sugirió el título. Entre 1892 y 1894 fue serializado, en parte, en el periódico londinense Freedom, del cual Kropotkin era cofundador. Ha sido traducido y reimpreso en numerosas ocasiones: fue traducido al japonés, por ejemplo, por Kotoku Shusui en 1909.

En este trabajo, Kropotkin apunta lo que el considera como las fallas de los sistemas económicos del feudalismo y del capitalismo, y cómo él cree que ellos crean miseria y escasez mientras promueven el privilegio para ciertas clases. Él opta por la propuesta de un sistema económico descentralizado basado en la ayuda mutua y la cooperación voluntaria, afirmando que las tendencias para este tipo de organizaciones ya existen, ambas en la evolución y la sociedad humana.

En enero de 1921 Kropotkin enfermó de neumonía y, a pesar de los cuidados médicos, murió en la madrugada del martes 8 de febrero de 1921, en Dmítrov.

El gobierno bolchevique ofreció realizar un funeral oficial pero la familia y amigos anarquistas de Kropotkin lo rechazaron.

En cambio, cientos de obreros, estudiantes, campesinos, funcionarios y soldados pasaron por su pequeña vivienda para despedirse del viejo revolucionario.

Luego, sus restos fueron trasladados en tren hasta el Palacio del Trabajo en Moscú, desde donde una multitud de más de 100.000 personas acompañó al féretro durante ocho kilómetros hasta el cementerio Novodévichi.

Libertad, igualdad, fraternidad

En el prólogo de su obra de 1909 La Gran Revolución, Pedro Kropotkin, el príncipe anarquista ruso, afirma que la Revolución Francesa fue producto de dos grandes corrientes: la de las ideas, representada por el Tercer Estado, esto es, la burguesía y la de la acción, encarnada por las masas plebeyas. “Cualquier pueblo que en adelante inicie un período revolucionario ya habrá recibido como herencia lo que nuestros antepasados realizaron en Francia. La sangre que vertieron se derramó en pro de toda la humanidad, los sufrimientos que soportaron los padecieron por todas las naciones y todos los pueblos… Todo eso produjo sus frutos y producirá otros muchos, mejores y más numerosos, y abrirá a la humanidad un vasto horizonte en el que desde lejos se verá brillar como en un faro el mismo lema: libertad, igualdad y fraternidad”.

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