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Solos y solas, una alternativa que resiste a las redes sociales

En tiempos de las relaciones virtuales, muchos siguen prefiriendo el “cara a cara” y la “reflexión” antes que la superfiesta.

Encontrarse no necesariamente tiene que ser algo sencillo. Puede, incluso, ser más que coincidir con alguien, sea de manera casual o pactada. El encuentro se puede transformar en el acto de dar con una persona, involucrar sentimientos y sensaciones, y construir una relación de pareja, de amistad y también de enemistad. El Siglo XXI llega con la oferta de variadas formas de encontrarse, tanto en el plano virtual como el real, acorde a lo que cada generación exige. Pero hay algunas ofertas que, sin embargo, resisten el paso del tiempo y, perduran tal como eran antes de la explosión de las redes sociales y su llegada a los teléfonos celulares: en ese grupo se inscriben las propuestas de reuniones de “solos y solas”. Natalí Rutstein es psicóloga y coordina una de estas propuestas: organizar puntos de encuentro para quienes comparten como rasgo la soledad. “Estrechando Lazos”, el grupo que tiene a cargo, busca superar los viajes y eventos sociales a la hora de encontrar pareja y sumarle a las actividades de encuentro una veta más: la de la reflexión.

“Estrechando Lazos es una propuesta para gente sola. Surgió hace seis años a raíz de la incipiente crecida de la soledad en nuestra sociedad y tiene como objetivo brindar un espacio para gente sola, para que puedan generar vínculos de seriedad y respeto”, explica Rutstein. Ella es fundadora y coordinadora de la propuesta. Pero Estrechando Lazos fue más allá de la organización de eventos sociales de baile y karaoke, sino que propone acompañar la diversión con encuentros donde primen la reflexión e introspección, como charlas de café y almuerzos.

“Antes de que arrancara, había mucha gente sola que no tenía acceso a propuestas serias. Había viajes y eventos sociales, pero faltaba una veta: la parte de la reflexión, la cuestión de ver el porqué de la soledad”, explica.

La propuesta de la psicóloga es armar, cada quince días, almuerzos, desayunos o meriendas, a los que asisten unas cincuenta personas. En cada encuentro se propone un tema que oficiará como eje de conversación: “Mi soledad y yo”, “Diez mil desencuentros y un solo encuentro”, “El amor después del amor”, “No quiero envejecer”.

“En Rosario –dice Rutstein– todavía está el prejuicio de que ir a solos y solas es estar desesperado. Y no apuntamos a eso, sino a que la gente tenga un lugar de encuentro, porque el que está solo no solamente no tiene pareja, sino que también le faltan vínculos en general. En ese sentido, el rol del psicólogo es ayudar a reflexionar sobre por qué la gente está sola”.

La profesional cuenta que, en su experiencia, la mayor parte de las personas que se acercan tienen entre 45 y 65 años. Son personas jubiladas, viudas, u otras que por distintas razones están atravesando por la experiencia de nido vacío. “Es el momento en que no saben con qué llenar ese tiempo que antes ocupaban con la pareja, los hijos. Las personas quedan muy despojadas de los vínculos en general”, marca.

Para la psicóloga, en los últimos años cambió la concepción que hay del matrimonio y ya no se le dedica tanto tiempo a la pareja. “Yo trabajo con gente de la generación anterior, que ahora se encuentra con un quiebre: no saben qué hacer, cómo salir de nuevo a la conquista. Por eso consideramos que hay que reflexionar sobre esto, averiguar por qué estamos solos y por qué nos cuesta volver a relacionarnos”, reflexiona.

Y explica que esa generación es la que todavía elige encontrarse “cara a cara, café de por medio” y no a través de las múltiples propuestas de las nuevas tecnologías. “La virtualidad fomenta la idealización. Se chatea mucho tiempo con otra persona y así se puede llegar a una realidad paralela muy distinta. Esta generación de adultos está muy acostumbrada a la charla de café; no todos están aggiornados a las redes y hay mucha resistencia a encontrarse con un desconocido”, agrega.

La pregunta del millón es si estos encuentros dan resultado. Si de la reflexión y el compartir una comida surge el amor. La psicóloga no duda: con énfasis refiere que “sí” y cuenta de una pareja que se formó hace seis años, cuando este proyecto recién arrancaba. “Usaba el método de citas rápidas, de rotación. Cuando los iba a rotar, el hombre me pide que no, porque estaba interesado. Apenas terminó el encuentro, él me dijo que ya sabía que quería estar con ella. Y todavía siguen juntos”.

Rutstein también de un caso de dos personas que habían enviudado: ella iba para “no deprimirse”, cuenta la psicóloga. “Hasta que un día me llama y me dice que se enamoró de esta persona, que no podía haberle pasado «esto». Y yo le dije que le diera para adelante, que no se condicionara. Por eso considero que es muy necesaria la contención psicológica. Las personas necesitan un empuje para empezar de nuevo. Hay temor y eso boicotea la posibilidad de avanzar. Por suerte, ellos siguen juntos”.

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