El 12 de enero pasado, se produjo un «faltante» de 26 mil balas de calibre 9 milímetros en el Batallón 603 San Lorenzo, en Fray Luis Beltrán, a unos 15 kilómetros de esta ciudad. El supuesto robo de balas, que podrían servir para cargar por completo 2mil pistolas, llevó al Ministerio de Defensa a ordenar la suspensión de dos oficiales y cinco suboficiales que estaban encargados de la custodia del armamento y a prever la mudanza del arsenal para su seguridad.
Se trata del segundo caso de estas características que ocurre en las Fuerzas Armadas. Pocos días antes, había desaparecido un misil TOW 2 del Escuadrón de Caballería Blindado 1 de la Plata.
El nuevo faltante fue denunciado a fines del año pasado por el Ejército ante el Juzgado Federal N° 3 de Rosario, a cargo de Carlos Vera Barros, que derivó la investigación al fiscal Mario Gambacorta, publicó hoy el diario La Nación.
En simultáneo a las actuaciones judiciales, el ministerio que conduce Agustín Rossi dispuso una investigación administrativa y decidió el traslado del arsenal a otra dependencia del Ejército, que aún no fue definida.
En comparación con el hurto del misil, que según los funcionarios estaba inoperativo, los 26 mil proyectiles pueden llegar a cargar completamente 2 mil pistolas 9 milímetros, un tipo de arma que es muy utilizada por los delincuentes. El precio de una caja de 50 balas ronda entre 450 y 500 pesos, pero en el mercado negro puede llegar a ser hasta el doble de caro.
Este tipo de armamento se produce en la Fábrica de Armas Fray Luis Beltrán, que depende de Fabricaciones Militares. El establecimiento se encuentra a pocos metros de la sede del Batallón 603, que es conducido por el coronel Guillermo Bonnefous, ascendido el 27 de diciembre de 2012.
Sin embargo, lo cierto es que el hurto de las balas no es algo nuevo en el Batallón 603. El ex jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, informó a mediados de 2012 que de los batallones de Arsenales 601 y 603 se habían sustraído entre 2010 y 2012 274 correderas, 282 cerrojos, 288 armazones, 512 cajones de mecanismo y 45 cañones de repuesto de fusiles. En 2004, se conoció también la manipulación de fusiles FAL del Ejército por parte de narcotraficantes de las favelas de Río de Janeiro.