¿Sabés qué es ser una “víctima mental”? Sos una víctima si sentís que el mundo está en tu contra, si creés que la causa de tu infelicidad –todo eso que te impide brillar y avanzar– está “por fuera” de vos. Las víctimas mentales están todo el tiempo “tercerizando” las culpas. “¡Fue mi marido, mi ex pareja, mi madre! ¡Fue el perro, la portera, el calentamiento global, el gobierno!”. ¡La culpa siempre es de otro! ¡y la batería de excusas es inagotable! ¿Alguna te suena conocida: la pensaste, la masticaste con bronca para tus adentros?
La víctima mental cree que todo a su alrededor le impide ser feliz, que todo complota contra su éxito y su suerte. Tratá con honestidad de ver si te reconocés en estos rasgos. ¿Sos así? ¿Sos quejoso? ¿Te sale fácil eso de sacudirte las culpas de encima y pasárselas al de al lado?
Las víctimas son especialistas en entregar a otros la responsabilidad de sus propias vidas. Sos una víctima cada vez que decís cosas del tipo: “¿Cómo querés que sea feliz con la familia que tengo?, ¿cómo querés que sea feliz si Dios está en mi contra?”. En resumen, siempre va a haber un motivo para la infelicidad mental, hasta que no entiendas que vos sos el divino y heroico dueño de tu historia.
Si ser una víctima fuera algo puramente verbal (apenas una queja, un reproche, un murmullo), no sería tan grave, pero resulta que la energía de la víctima atrae victimarios permanentes. Así funcionan las cosas. Las víctimas son “imanes energéticos” que emanan una determinada frecuencia, y esa frecuencia atrae a personas que vibran en esa misma sintonía. Si demandás desde tu carencia, vas a encontrar gente que te presione, te domine y abuse de vos. Y lo peor es que ni siquiera lo van a hacer a propósito: simplemente es su forma de comunicación.
Las víctimas son verdaderos “discapacitados emocionales”. Necesitan que el otro llene ese hueco que no pueden completar desde adentro, y la vida se les escapa mientras esperan que el otro los ame. Se transforman en mendigos. Mendigan amor, cariño, amistad.
Pero la solución a esta trampa de los sentimientos está al alcance de la mano: se llama “desapego”. Te desapegás cuando la felicidad en tu vida ya no depende de la presencia del otro, ni de lo que el otro te dé o te quite.
Si llegás a ejercitar ese desapego, que es tu soberanía como ser humano, vas a poder ser feliz nada más por el hecho de estar vivo sobre este hermoso planeta.
Si te conectás con esa frecuencia, vas a atraer a tu vida a gente que vibra en esa misma sintonía de libertad. Pensá que todas las relaciones que tuviste hasta este momento son las que mereciste tener.
En términos de karma, es lo que escribiste y decretaste de acuerdo con las pendientes de tu paso por este planeta. Te toca experimentar lo que generaste: abuso, compasión, amor, carencia. Nos fabricamos los maestros perfectos para pasar por las experiencias que necesitamos para evolucionar.
Toda relación en tu vida es la que atrajiste en forma perfecta. Aunque, claro, a veces esa “perfección” a la mente le parece horrenda.