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Alerta por envejecimiento demográfico mundial

Menos jóvenes: en los países centrales y las clases medias aumenta la tendencia a posponer la paternidad o incluso desecharla.

Marianela y Gaspar llevan más de cinco años de convivencia en un cómodo departamento del barrio de Belgrano en Buenos Aires. Ambos se aproximan a los 35 años y transitan su mejor momento profesional, con altos ingresos incluidos. Aun cuando todas las condiciones están dadas –“y a pesar de la presión familiar”, agrega él– ninguno de los dos se plantea la posibilidad de tener hijos. Fuera del trabajo sus días transcurren prácticamente sin rutina, con visitas a restaurantes y cines o escapadas a lugares recónditos los fines de semana. Son libres e independientes: un tercero quebraría con esa armonía.

Su caso no es aislado y se enmarca en el fenómeno internacional de los Dink (Double Income/No Kids –doble sueldo, no hijos–), y se refiere a las parejas que han decidido postergar la paternidad al máximo, o directamente renunciar a ella. Son muchos los argumentos que enumera este creciente grupo de personas, pero entre los motivos más expuestos prevalecen el no saber cómo ubicar un niño en su cotidianidad, ambiciones de trabajo, financieras, o simplemente porque evitan amenazar el equilibrio por un tercero.

“Este panorama no está ligado a cuestiones de fertilidad, sino a un nuevo proyecto de vida, que significa ser siempre dos. Además de la inversión, la libertad y otras cuestiones, se ha instalado la idea que traer un bebé a un mundo explosivo y violento sería contraproducente”, explica Jimena Clara Medina, socióloga de la Universidad Nacional de Buenos Aires. “Sobre todo en las grandes ciudades se excluye al niño. Ya no hay plazas o centros recreativos acordes a su crecimiento”, indica.

Existen, además, factores personales que durante la niñez marcaron a fuego el desarrollo personal del individuo. “Gran parte de esta generación de jóvenes reacia al casamiento o a dejar descendencia ha pasado por situaciones complejas dentro de su propio núcleo familiar”, agrega el psicólogo de parejas Carlos Román. “Han transitado divorcios, discusiones fuertes de sus padres y abandonos. Son muchos los pacientes que sienten haber nacido sólo para complicarle la vida a sus progenitores”, subraya. “Aun en familias bien compuestas, con los roles en orden y una buena relación entre los pares, también se fomenta a los hijos aprovechar la juventud, conformar una familia sólo cuando exista satisfacción personal”, indica la investigadora.

En principio eran los hombres quienes tenían reticencias, pero en las últimas décadas las mujeres se sumaron a este esquema. “Estas chicas probablemente hayan visto a su madre ser sólo madre, no mujer. Es decir, postergar su belleza, su salud, sus deseos de crecimiento y hasta su sexo sólo por el hecho de tener que cuidar de sus hijos”, agrega Román.

Así la maternidad –un sentimiento muy arraigado entre las mujeres– se pospone o se anula, lejos de toda tradición o cultura. En Argentina aún dista de ser un movimiento generalizado, sino más bien una suerte de “tribu urbana”, sostiene Medina, quien anuncia que no va a demorar mucho en terminar de “instalarse”.

De acuerdo con un informe de la Jefatura de Gabinete de la provincia de Buenos Aires publicado en 2010, “la población femenina bonaerense tiende a posponer la maternidad en la década de los 20 y a iniciarla después de los 35 años”, y además con un sensible y “marcado aumento en la franja etaria posterior a los 40”.

Además, el informe indica que la existencia de métodos para concretar un embarazo aun cuando el reloj biológico dijo basta “también es un factor que influye en la postergación de la maternidad”.

Según la investigación, si bien todavía la mayor cantidad de partos corresponde a mujeres que tienen entre 20 y 24 años, en la última década la cantidad de madres de esa franja de edad disminuyó. “En el año 1998 era de 124 bebés cada mil mamás y, diez años después, es de 117 por mil. En 2008 se registraron 9.349 nacimientos por parte mujeres mayores de 40 en la provincia, contra 8.997 del año anterior.

Hace diez años, de cada mil nacimientos en territorio bonaerense, 20 correspondían a mujeres mayores de 40 años. En la actualidad la proporción asciende a 22 de cada mil.

Esta posibilidad de elegir por no ser padres –o postergarlo– ya echó raíces en Estados Unidos y Europa, donde las autoridades se llevan las manos a la cabeza al registrar cómo desciende la tasa de natalidad a medida que envejece la población. Como contrapartida, el mercado se vuelca a una seductora comunidad que invierte mucho más en electrónica, indumentaria, tratamientos estéticos y turismo. La ecuación es fácil: dos personas, dos profesionales y dos ingresos, sólo para ellos.

“Tener hijos es un tema del que no se habla”, afirma Gaspar. “No es que hayamos tomado la decisión de no hacerlo: simplemente no está en nuestros proyectos”, explica.

“Marianela está muy bien en su trabajo (se desempeña en el sector presupuestos del Ministerio de Economía), incluso hasta la ascendieron. Por mi parte, me puedo dar el lujo de estudiar chef profesional mientras trabajo como gerente comercial”, detalló.

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