En la madrugada del 25 de febrero pasado los pobladores de la localidad cordobesa de Idiazábal fueron sorprendidos por un violento temporal de lluvia que, en pocas horas, superó los 400 milímetros dejando casi la totalidad de las viviendas bajo el agua. Si bien las lluvias afectaron a casi toda la provincia, fue este pequeño pueblo que apenas supera los 1.500 habitantes el que más sufrió la furia del clima. Ahora comenzaron la tarea de reconstrucción para emerger motivados por la fe, la esperanza y fundamentalmente por el arraigo.
“¿Relocalización? ¿Refundar el pueblo en otro lugar? Es una aberración y una locura pensar en esa posibilidad”, respondió a la agencia Télam el intendente Eliberto Favalli ante una pregunta inevitable que surge al observar los serios daños de la infraestructura pública y privada que se dejaba ver tras la bajante del nivel del agua.
“Hace cuarenta años que vivo en este lugar. Hace cuarenta años que soy médico aquí. Conozco a cada uno de los vecinos, como también conozco el apego a nuestras raíces y a nuestra idiosincrasia. Con fe y esperanza vamos a recuperar nuestro pueblo. Si la infraestructura está dañada se reconstruye. Sí, se tienen que completar estudios profundos hídricos para que esto no vuelva a suceder”, añadió Favalli, convencido de que la localidad no dejará de existir y se refundará en base al arraigo que sienten sus habitantes.
Durante el fin de semana pasado, una persistente llovizna caía nuevamente sobre Idiazábal. Los habitantes ya no se preocupaban demasiado por esas precipitaciones, el equipamiento interior de las viviendas ya lo habían perdido casi todo.
Recorrer por las calles de la población, particularmente en la zona bajante del nivel, se asemejaba a una postal de una subasta a cielo abierto por la parva de muebles, electrodomésticos, objetos personales y otros bienes que quedaron convertidos en chatarras al ser alcanzados por el agua que ingresó a las casas.
El lodo nauseabundo cubría las calles erosionadas por el socavamiento de las aguas que, semanas atrás, se había estancado y al bajar lentamente su nivel permitió que gran parte de los habitantes, evacuados mayoritariamente en localidades vecinas como Ordóñez y La Laguna, desde el fin de semana retornaran a sus casas para comenzar con la limpieza y desprenderse de lo que quedo inutilizado.
“Perdimos toda una vida de esfuerzos y trabajo. Quiero despertar, quiero que sea sólo un sueño. No hay tiempo material para recuperar lo que nos llevó el agua y lo poco que nos deja. El daño no se puede medir. Mi hijo abogado perdió documentos muy importantes”, relató a Télam Graciela Sinalli, una propietaria de la calle Sarmiento de esa localidad.
La mujer también muestra en el interior de la vivienda objetos artísticos de gran valor económico y cultural dañados y, como en todos los testimonios, no puede evitar expulsar el llanto contenido mientras manifiesta palabras de autocontención.
Su vecino, Daniel Fenoglio, muestra la marca hasta donde llegó el agua. Unos 80 centímetros que le arruinó todos los amoblamientos empotrados y tiene temor por el debilitamiento de los cimientos de la vivienda. “Tengo una empresa de camiones. Dormí tres noches en uno de ellos. Mi hija Stefanía tiene una farmacia y perdió la mitad del depósito de medicamentos”, comenta.
Idiazábal todavía no está en condiciones de habitabilidad, pocas familias regresaron a sus hogares para quedarse, el servicio de agua potable aún no está recomendado para el consumo humano y el servicio de electricidad es parcial, situación que también afecta a la actividad educativa.
“Probablemente en la próxima semana la escuela esté en condiciones para empezar las clases. Se está trabajando en reestablecer las condiciones sanitarias”, sostuvo Silvia Ribotta, directora de la Escuela Paula Albarracín de Sarmiento, establecimiento que estaba siendo readecuado con la mano solidaria de un grupo de 20 jóvenes estudiantes de la Universidad Nacional de Villa María.
Asimismo considera que ante la situación catastrófica y dramática que afectó a todas las familias “es importante la tarea del Gabinete Psicopedagógico para el trabajo de contención con los chicos, trabajar sobre lo que nos ha pasado para lo comprendan y de esa manera evitar que esos hechos impacten negativamente en el aprendizaje”.
El padre de la capilla San Demetrio, en Idiazábal, Fernando Malpiedi, reflexionó sobre cómo es el comportamiento de la conducta humana cuando ocurren estos hechos: “Desde el punto de vista de la fe encuentras distintas reacciones, en algunos casos enojos, dolor y tristezas, pero el movimiento espiritual es muy intenso y desde la misma fe surge el querer reconstruir, volver a empezar”.
“La fe juega un papel muy importante y muy desafiante en esto de querer hoy resurgir y reconstruir. A lo largo de la historia, y desde la fe cristiana, muchos pueblos han sido destruidos, ya sea por guerras o por catástrofes, y han vuelto a resurgir en algo mucho más grande. Por eso insisto en que desde la fe hay mucho que aportar y la gente se aferra a eso”, insistió el cura Malpiedi.
Idiazábal se encuentra en el departamento Unión, a unos 232 kilómetros al sureste de la capital de Córdoba, y según el intendente Favalli, la población fue fundada en 1910 y allí un temporal de similares características se remonta al 23 de setiembre de 1978, aunque en aquella oportunidad el anegamiento duró sólo tres días.
También explicó que antes de convertirse en población, el territorio de Idiazábal era una laguna y que actualmente es un lugar de paso obligado de todo el agua que viene de los campos originados desde el Arroyo San José el y Arroyo Cabral. “Eso se soluciona con obras hídricas”, afirmó el mandatario.