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La herencia que queda, entre lo bueno y lo malo

La herencia recibida es ya un clásico lamento de todo traspaso de gobierno desde el advenimiento de la democracia.

La herencia recibida es ya un clásico lamento de todo traspaso de gobierno desde el advenimiento de la democracia. Por lo expresado por algunos referentes económicos de los presidenciables y por los mismos candidatos, la receta que intentarán aplicar no parece diferenciarse significativamente. Quizás, la clave pasará por gradualismo versus shock. Pero más allá del equipo económico que desembarque en el Palacio de Hacienda el 10 de diciembre, cierto es que dentro del paquete que heredará el próximo gobierno hay varios desequilibrios macro y micro que deberán reencauzarse.

Sin embargo, al hacer un preinventario de la sucesión, hay un elemento que debe ser considerado, y es el bajo nivel de endeudamiento público en términos del PBI sobre todo frente a los pares de la región. Esto se refleja también al comparar el déficit de la cuenta corriente del balance de pagos, y constituye un importante colchón o margen de maniobra para el próximo gobierno. Porque podrá, más allá de la tradicional luna de miel, y siempre y cuando las señales que emita calcen con las expectativas de los mercados, ir a financiarse para enfrentar los costos de los ajustes por implementar.

Tasas con alivio

Además, lo podrá hacer a una menor tasa que la actual. Es que, según datos del Estudio Broda, el déficit de cuenta corriente del año pasado se ubicó en torno al 1,2 por ciento del PBI con una tasa de interés a 10 años del 8,40 por ciento (según Bonar 24); y sólo México y Chile presentan niveles similares del 2 por ciento y el 2,4 por ciento y con tasas a 10 años del 3,73 y el 3,46 por ciento, respectivamente.

El resto, como por ejemplo Brasil, tiene un rojo de cuenta corriente de más del 5,2 por ciento del PBI y una tasa a 10 años del 5,21 por ciento; Colombia un déficit del 3,8 y tasa del 4,02; Perú, del 4,5 por ciento del PBI y tasa del 3,68 por ciento, y Uruguay del 5,6 de PBI y tasa del 5,24 por ciento.

De modo que la Argentina tiene, en caso de hacer las cosas bien, serias chances de cubrir ese déficit a tasas mucho más bajas que las actuales. Además, si se compara el nivel de endeudamiento público sobre el PBI, el caso argentino está entre los más bajos, aun si se incluye a los organismos internacionales, holdouts (más “mee too”, que se agregan ahora) y el cupón PBI.

Deuda baja y con los propios

Estimaciones del Estudio Broda indican que llegaría a poco más del 27 por ciento del PBI.

Esta relación en Chile es de casi el 14, en Perú supera el 19, Ecuador tiene un 27 (claro que tiene una tasa a 10 años del 7,6 por ciento), Colombia del 34 por ciento, México del 48, Brasil cercana al 66 y Uruguay supera el 66 por ciento.

Pero como señalan varios analistas, el otro punto favorable es que gran parte de este bajo nivel de endeudamiento público está, precisamente, en manos de organismos y agencias del Estado como la Ansés, el BCRA y otros. En tal sentido, los cálculos privados dan cuenta de que la deuda intra sector público supera los 130.000 millones de dólares, de los cuales el 30 por ciento lo tiene la Ansés y otros organismos y el resto, el ente monetario.

Tarea para el que viene

El próximo gobierno tiene por delante menuda tarea para corregir desequilibrios, pero tendrá la oportunidad de poder presentarse a la ventanilla del mercado, e incluso del FMI, con un bajo nivel de “descubierto”. Deberá lógicamente pulir su carpeta más acorde con la partitura del mercado. No se trata del fin del mentado “desendeudamiento”, sino de volver a financiar el sector externo en los mercados como hicieron los últimos gobiernos democráticos.

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