La presidenta Cristina de Kirchner encontró en Mauricio Macri a un socio óptimo para retener, en principio hasta la medianoche del 22 de junio –día del cierre de listas–, la suma de todos los poderes en el universo K. Ernesto Sanz, por llevar al radicalismo hacia el PRO, se ganó un sitio en el antojadizo podio de benefactores de la familia presidencial por ser coautor del pacto Macri-UCR que, en el relato oficial, aparece como una puerta hacia la continuidad.
La numerología que surge de la cima K se nutre de dos hipótesis: plantea que hay un “techo” de la derecha que expresa el acuerdo Macri-Sanz y lo contrapone con el piso, un núcleo duro kirchnerista, como factores de una misma ecuación política. Los operadores de la Casa Rosada reproducen un mapa donde la alianza opositora aparece con un caudal electoral del orden del 40 por ciento, con el máximo pico posible en 45 por ciento.
El imaginario oficial es que Macri con la UCR sumó varios puntos, pero que no le alcanzan para perforar el 50 por ciento imprescindible para ganar un balotaje. Según el relato K, en esa senda el oficialismo puede jugar a la polarización con el jefe de Gobierno porteño, poner en juego el concepto de “continuidad” versus la idea de “cambio” que transita Macri. O, en un sentido más clásico, un “antiperonismo rancio”, como dijo Jorge Taiana.
Jefa de campaña
Es en esa atmósfera donde la presidenta potencia su centralidad y protagonismo, no sólo como electora del universo K sino también como una especie de jefa de campaña. No es, claro, garantía: en 2013, en el primer turno de la elección, la presidenta fue la candidata permanente y el FpV tropezó hasta caer hasta los 30 puntos. Aquel episodio es alimento para los que la postulan. “No alcanza con ponerse la campaña al hombro, tiene que ser candidata”, se enfervoriza uno de los híper-K.
Paradoja
Hay, en ese manojo de supuestos, cruzados por el deseo, un dato que se replica en muchas mediciones: en los escenarios de laboratorio de las encuestas, Sergio Massa aparece como el mejor posicionado para la segunda vuelta, contra Macri o contra un candidato oficial, porque se nutre de eso que supo definir como la “ancha avenida” del medio y captura votos del peronismo, votos opositores e, incluso, filo K. La paradoja es que, con la foto de estos días, Massa no llega en el balotaje porque pierde la pulseada con Macri por ser identificado como el “más” opositor y queda tercero. Fuera de pista.
Eligiendo al enemigo
El antagonismo con Macri es visto por el kirchnerismo como una disputa con ciertas ventajas: primero desde lo discursivo y, segundo desde lo numérico.
El bonaerense
Daniel Scioli, consumidor de encuestas y proyecciones, entendió ese giro y lo llevó a archivar un eslogan: el año pasado arrancó, tras la derrota de 2013, a caminar por las provincias con el poema “continuidad con cambio”. Al poco tiempo, decodificó la polaridad y el riesgo de los eufemismos. Ahora martilla sobre la idea de cambio que levanta Macri y lo acusa, como hace el peronismo K todo, de querer “tirar por la borda lo hecho por el gobierno”, desde la AUH (Asignación Universal por Hijo) a la estatización de las AFJP.
Volvió, entonces, a su hiperkirchnerización y en esa línea el martes, antes de partir a Europa para el análisis periódico de su brazo amputado, montó una escenografía ultra K: se mostró con Estela de Carlotto, que tiene a su hijo Guido en la Secretaría de Derechos Humanos bonaerense. De manera directa o indirecta, Scioli –como el resto del universo oficial– parece hablar y actuar para una audiencia exclusiva y excluyente: la presidenta.
El duelista del gobernador, el ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo, anotaba este lunes un acto junto a Cristina de Kirchner para seguir alimentando la tesis de ser el “candidato K”, pero el acto se reprogramó para el viernes, cuando la mandataria estará en Río Gallegos, por lo cual la actividad se hará pero a través de una teleconferencia. Randazzo se enfrenta en estas horas a una nueva embestida de sectores del PJ que invocan el “peligro Macri” para pedir la unidad del peronismo y plantear un alineamiento detrás de Cristina de Kirchner, tal como hicieron ayer los caciques del conurbano sur patrocinados por Fernando Espinoza y Julio Pereyra.