Con muy buenas críticas de la prensa porteña, la obra teatral Padre Carlos, el rey pescador, que protagoniza el talentoso actor rosarino radicado en Buenos Aires Pablo Razúk, se presentará este sábado, a partir de las 21, en La Comedia (Mitre y Ricardone), en una única función (al menos por el momento).
El espectáculo, una semblanza de la singular y comprometida vida del padre Carlos Mugica que surgió a partir del texto escrito por Cristina Escofet, ternada como mejor autora nacional a los premios Florencio Sánchez 2014 y a los Trinidad Guevara del mismo año, cuenta además con la participación de los músicos Sol Ajuria y Javier Nahúm, música de Sergio Alem y dirección general de José María Paolantonio.
“Ahora, mas que nunca, tenemos que estar todos juntos”, dijo alguna vez Carlos Mugica, sacerdote y profesor vinculado al Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo y a las luchas populares en el país entre las décadas del 60 y 70.
El apostolado de Mugica se caracterizó por su opción preferencial por los pobres, y la mayor parte de su labor comunitaria tuvo lugar en la Villa 31 del barrio porteño de Retiro, donde fundó la parroquia Cristo Obrero.
Mugica murió asesinado a balazos el 11 de mayo de 1974, después de celebrar una misa en la iglesia de San Francisco Solano, en Villa Luro.
Acerca de la obra, adelanta el parte de prensa: “Se trata de trabajar la memoria desde lo político visceral, atravesando el dato aportado por la historia, componiendo latidos, pulsos personales y de la época. Acercando lo textual a lo testimonial, y acercando tal vez el testimonio a lo confesional, restituyendo metáfora y mito a la vida de un obrero de la fe como fue Carlos Mugica. De algún modo, buscamos formar parte desde el arte, de esta conciencia de la historia que nos abarca y nos compromete como sujetos políticos”.
Respecto de la puesta en escena, sostiene el director: “Una vida en conflicto en un relato poético difícil de olvidar. Un actor de temperamento, sensible, en la mejor edad para usar toda su fuerza y toda su sutileza ¿Se puede dar mejor oportunidad para un director? El espacio pequeño, íntimo, que hemos podido agrandar como si las paredes fueran flexibles y planas: desde el piso hasta casi el techo. Y una escena cercana, como para borrar los límites entre actor y espectador. Una música original profunda, un cello y una cantante que apenas roza las notas. Una luz siempre encendida, para que nos veamos todos. Aquí no hay «ustedes», sólo somos «nosotros»”.