Axel Kicillof demostró este lunes que, al menos en las cuestiones económicas y financieras, nadie tiene más poder que él. Salvo, obviamente, Cristina de Kirchner.
El ministro de Economía impuso su visión, que fue avalada por la jefa del Estado, al presentar las mejoras en el impuesto a las Ganancias para la cuarta categoría sobre que lo importante en este momento es preservar las cuentas públicas en el actual nivel de equilibrio; que no se pueden dar más pesos contantes y sonantes a una parte de la clase media porque terminarían en la “bicicleta de comprar dólares ahorro para venderlos en el blue” (según la visión de un integrante de su equipo) y que, en definitiva, los esfuerzos tributarios deben apuntar a los sectores más postergados de la sociedad y no a una “clase media urbana” que, según la reflexión de muchos integrantes de los grupos oficialistas más jóvenes, “al final no nos votan”.
La visión de Kicillof apuntaba a modificar lo menos posible la estructura actual del impuesto más criticado en estos tiempos; aunque, para muchos analistas, otros tributos, como el que alcanza a los débitos y créditos bancarios (el impuesto al cheque) o el IVA sean mucho más distorsivos y molestos para la economía real.
De esta manera, Ganancias sólo se modificará para los trabajadores en relación de dependencia, una mínima parte, y no con la tradicional suba del mínimo no imponible, camino que el mismo kirchnerismo había impulsado en 2008, 2009, 2010, 2011 (cuando los números fiscales eran más benévolos que los actuales) y, por última vez, en 2013, a partir de la derrota electoral en las legislativas de ese año. La decisión del gobierno fue no modificar el mínimo sino mejorar la situación de los empleados que perciban salarios de entre 15.000 y 25.000 pesos mensuales en bruto, con lo que igualmente continuarán pagando el impuesto, pero menos.
La presión bajaría con alteraciones de las escalas del tributo para los trabajadores que estén dentro de esas bandas. Los datos técnicos más específicos los reglamentará ahora la Afip, pero lo que se supone es que el impuesto pasará del 9 por ciento actual a un 3 final para los que perciben salarios cercanos a los 15.000 pesos mensuales. Cuando el sueldo se acerque a los 25.000, la presión pasará a alrededor del 9 por ciento desde el 14 por ciento actual.
Según los datos que presentó ayer Kicillof, la baja de ese impuesto le costará al fisco unos 6.000 millones de pesos, que se descontarán de los 77.400 millones de pesos que se había estimado recaudar por ese concepto este año. Sin embargo, confían en el gobierno, la mayoría de ese dinero se volcaría al consumo interno, ya que se considera que los trabajadores que perciben hasta 25.000 pesos mensuales no tendrían gran capacidad de ahorro y utilizarían el dinero extra que percibirían por mes para mejorar su situación económica cotidiana. Con esto, según la reflexión oficial, mejorará la demanda del consumo interno sosteniendo los niveles de actividad dentro del país, algo necesario en un año electoral con signos de reactivación lenta de la economía. Se considera además que, más allá de los 25.000 pesos mensuales, si se mejorara el salario, ese dinero podría derivarse a una mayor presión de dólar “ahorro”, un régimen que el gobierno no modificará pero que limitará al máximo.
Los datos presentados el lunes en Economía hablan además de una mejora para el 68 por ciento de los trabajadores en relación de dependencia que hasta abril estaban alcanzados por el impuesto a las Ganancias, con lo que el 32 por ciento de los empleados (los que perciben un sueldo mayor a 25.001 pesos) continuarán sin modificaciones. Como la mejora se aplicará desde la liquidación de los salarios de mayo, los beneficiarios recibirán el beneficio en sus bolsillos cuando perciban el dinero con los pagos de fines de ese mes o comienzos de junio. Sin embargo, y salvo que se aclare en la reglamentación, los empleados que hoy perciban un salario de hasta 25.000 pesos, pero que luego de las próximas negociaciones paritarias alcancen ese nivel volverán a tener la misma (o mayor) presión tributaria que en estos días. Obviamente, ese 68 por ciento se reducirá. Y para el segundo semestre, cuando ya la situación del impuesto esté nuevamente estabilizada con la aplicación de los nuevos aumentos por paritarias, la conflictividad volverá. Para el gobierno, ya habrá tiempo para atender esa cuestión, más cerca de las elecciones presidenciales de octubre y analizando qué tan lejos estén los candidatos del oficialismo de una victoria.
El gobierno rechazó además aplicar un impuesto a la renta financiera a cambio de una mejora más sustancial en Ganancias para la cuarta categoría. Según los números que presentó Kicillof, la pérdida de recaudación llegaría a los 70.000 millones de pesos, mientras que se obtendrían unos 3.600 millones vía títulos públicos y otros 12.000 millones sobre los plazos fijos. Según explicó Economía, “no se puede pedir al mismo tiempo fortalecer el peso y gravar la renta financiera de los pequeños ahorristas”.
El vencedor del lunes fue Kicillof. Del otro lado se encontraba gran parte de la línea política del kirchnerismo en particular y el peronismo oficial en general, que buscaba un anuncio mucho más amplio que liberara a gran parte de los trabajadores en relación de dependencia de la presión del impuesto. Con esto, afirmaban, las posibilidades electorales de los candidatos afines hubieran mejorado sustancialmente, en especial en las zonas urbanas del país, donde hasta ahora los votos vienen medio esquivos. Sin embargo, como aseguran en Economía, esa clase media “no nos vota”.