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Al rescate de la memoria popular

En su libro sobre los sucesos de los levantamientos populares conocidos como Rosariazos, el militante e historiador Adolfo Tito Rosas recaba el testimonio de los protagonistas como pruebas palpables de esos hechos que conmovieron al país y al mundo.

El Rosariazo visto desde la zona sur
Adolfo Tito Rosas
Editorial: Último recurso. Editores militantes
100 páginas / 2014

El 16 de septiembre de 1969, a las 10 de la mañana, un significativo número de trabajadores de Rosario tomaron las calles para unirse a la protesta que tendría lugar frente al local de la Confederación General del Trabajo (CGT) de la ciudad, en la céntrica calle Córdoba. Piquetes de la Policía y otras fuerzas de seguridad hicieron imposible cumplir el objetivo de los obreros rosarinos, quienes volvieron a su territorio en los barrios para librar una de las más importantes batallas contra el establishment.
Se iniciaba así el segundo Rosariazo, cuya primera parte había tenido desarrollo en el mes de mayo con la participación de estudiantes y donde cayeron dos mártires, dos adolescentes, Adolfo Bello y Luis Norberto Blanco. “Hay que subrayar que las columnas obreras estaban organizadas por las barriadas. Esto surgía como consecuencia de que las masas en general habían tomado nota de los acontecimientos de mayo de ese año”, relata Adolfo Tito Rosas en su libro El Rosariazo visto desde la zona sur, que narra esos sucesos desde la perspectiva geográfica urbana y desde una renovación de las fuentes, porque el autor utiliza las herramientas de la historia oral con testimonios de protagonistas. Antes de su presentación de mañana, a las 19, en la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE, San Lorenzo 1879) y el jueves 14 de mayo en la escuela Isidro Aliau (Villa Gobernador Gálvez), el historiador dio su impresión sobre el tema y las particularidades de su trabajo.

Foco en zona sur

“(…El libro trata de hacer…) Un rescate de la pueblada como elemento de lucha donde son importantes las comisiones de fábrica y los cuerpos de delegados, y también es importante el clasismo combativo”, explica Rosas. “El segundo rosariazo surge con la huelga ferroviaria de septiembre de 1969. Después de las movilizaciones obrero-estudiantiles de mayo (el primer Rosariazo), se da la protesta tras la sanción a un obrero y dirigente ferroviario de base por adherir a un paro”, durante los primeros días de septiembre.
La dictadura militar de Juan Carlos Onganía se había iniciado en 1966 con la prepotencia de durar eternamente para cambiar a la Argentina y convertirla en un país de “orden” donde no tuvieran lugar los “pelilargos”, ni las minifaldas, y donde los estudiantes “siempre” fuesen vistos como sospechosos. Sumado a ese objetivo político, la dictadura se propuso una reforma económica que apuntaba al ajuste, cristalizado en la baja de salarios y en el aumento de precios con el fin de que las empresas obtengan jugosas ganancias. Las economías regionales también fueron atacadas y se apuntaba a sostener el latifundio. Desde Tucumán, el cierre de ingenios repercutió cultural y socialmente en la ciudad con la muestra Tucumán arde. El ataque a estudiantes correntinos tuvo su correlato en las protestas de mayo. El Cordobazo, que surgió como reclamo de trabajadores para mantener el “sábado inglés”, y la intervención de la Unión Ferroviaria con el fin de bajar el piso salarial, también tuvo eco en la ciudad. Sin embargo, en septiembre, los obreros estuvieron al frente y en su sitio, los barrios. “Se inicia con una lucha que es reprimida pero dura tres días”, refiere Rosas, quien describe la situación de este modo: “Hay duros enfrentamientos en El Mangrullo, en Ayolas y San Martín y por calle Grandoli”.
“Quiero aclarar que no éramos nosotros solos. Había de todo, mucha gente, y un clima de gran tensión. La cana había rodeado la plaza Sarmiento. (…) Los ferroviarios ya habían tenido escaramuzas en cruce Alberdi. En San Juan y Entre Ríos se quemó uno de los troles. El otro fue en Saavedra y San Martín, en la zona sur. Hasta el mediodía todo fue en el centro. Después, la gente se replegó a los barrios”, cuenta Lalo, uno de los entrevistados por el autor.
La batalla obrera se corrió entonces a los arrabales y por este motivo el autor señala: “Yo achico el ángulo y voy a zona sur”.
“En Mangrullo se combatió duro. Nos encontramos con las barricadas ahí cerquita. Se dieron duras batallas. Todo lo que era avenida Lucero hasta la Mandarina y más adelante en Grandoli, también. Hubo mucha más participación de gente trabajadora que estudiantes, más la que se sumaba espontáneamente a ese tipo de lucha”, afirma otro entrevistado, Ramón Rojas.
Los barrios se sublevaron de tal manera que a las fuerzas de seguridad les tomó varios días poder dominar la situación. “Incluso en zona Alto Verde no pudo entrar la Gendarmería”, apunta Rosas.

Voces de obreros y militantes

“Es un trabajo que rescata y rinde homenaje a los hombres y mujeres que lucharon y dejaron un legado a las generaciones venideras. En sus páginas se trata de demostrar y mostrar que las décadas del 60 y del 70 fueron muy ricas en experiencias de lucha, que el movimiento obrero atesora en su memoria colectiva”, expresa Tito Rosas al fundamentar los motivos de narrar la historia del segundo Rosariazo, sucesos de los que fue protagonista, “con una mirada no inocente”. Tito agrega que utiliza “el método de la Historia oral”, es decir que además de materiales escritos (prensa, documentos oficiales), se sirve de las fuentes orales que por mucho tiempo estuvieron en discusión pero que son la alternativa para que cuenten su historia aquellos que fueron olvidados por las historias oficiales.
Las experiencias de las que habla Rosas están en primera persona porque el historiador se sirvió de la pura oralidad para armar la estructura de su relato. “Con la historia oral se retoman los relatos de seis o siete personas que participaron de los acontecimientos y que no son tenidas en cuenta por la historia”, sostiene Tito, quien agrega: “Es una recuperación de todos esos sucesos desde el presente”.
A más de 40 años de los acontecimientos, las vidas de aquellos jóvenes obreros y estudiantes cambiaron. Sus inquietudes, los proyectos políticos y de sus propias vidas también. Sin embargo, los testimonios de seis personas reflejan las distintas perspectivas que tuvo aquella lucha. “En total son seis, cinco hombres y una mujer; todos ellos tuvieron alguna relación con la militancia de izquierda”, expresa Rosas, quien agrega que algunos militaron en la juventud comunista para luego pasarse al Partido Comunista Revolucionario, y posteriormente integrar las filas del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), ya en los 70. Algunos fueron de origen obrero, mientras que otros eran jóvenes de clase media que decidieron “proletarizarse” para sentir en carne propia el sufrimiento y la vida dura de los trabajadores. En ese sentido, frente al olvido y contra los relatos que restan importancia a la participación de estas personas, Rosas trata de demoler esas construcciones retóricas y revalorizar los testimonios de la gente común.

Reconstrucción de los hechos: vivir para contarla

“Yo hago foco en la «Lucha del frío», dice Rosas en relación a que en julio de 1969 renuncia el secretario del Sindicato Industria de la Carne de Rosario, Jacinto Serbali, quien había sido rechazado por los obreros acusado de corrupto y burócrata. Sin embargo, Gerardo Cabrera se monta a esa lucha y termina haciéndose con el control del gremio. “En mi otro libro cuento lo que pasó en el Swift”, señala Rosas, quien ya realizó otras labores históricas  sobre el movimiento obrero rosarino. Justamente, los conflictos proletarios que tuvieron como escenario al frigorífico de origen norteamericano, también forman parte de los antecedentes del Rosariazo de septiembre de 1969, y como una serie de trabajos a la que el escritor rosarino piensa continuar engrosando.
Narrador y protagonista, Tito Rosas es militante del PCR desde hace 41 años y por su participación política debió purgar dos años y medio en la cárcel durante la última dictadura militar. Una vez en libertad, siguió con su militancia como delegado gremial bancario hasta su retiro. Tras eso, se dio el gusto de estudiar Historia en la Facultad de Humanidades y Artes. De ese último esfuerzo surgieron sus trabajos sobre el movimiento obrero. De este modo, el prolífico historiador de Villa Gobernador Gálvez no pretende bajar los brazos sin dejar su alegato sobre los levantamientos obreros rosarinos para la memoria popular argentina.

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