Arabia Saudita, un país mayoritariamente sunnita, envió tropas militares a Yemen para contrarrestar el avance de las milicias de los hutíes, al parecer respaldadas por Irán, del ala chiíta del Islam. Esta nueva guerra sectaria que enfrenta a dos potencias del mundo musulmán ocurre en un país que a pesar de no ser uno de los grandes productores de crudo de Medio Oriente sí controla el trasiego del oro negro hacia Europa y el Norte de África.
Yemen está situada en el extremo de la península arábiga y la mayoría de los barcos que trasladan el petróleo de Irak y Arabia Saudita la bordean: se estima que diariamente cuatro millones de barriles pasan por el estrecho de Bab el-Mandeb, de apenas 40 kilómetros.
No obstante, la importancia de Yemen no sólo tiene que ver con el dinero: la religión agrega otro factor esencial. Antes de que se iniciara esta crisis, Hasán Rohaní, presidente de Irán, había calificado la política petrolera de Arabia Saudita como “una traición al mundo musulmán”. “Arabia Saudita está yendo contra los intereses de la región, el mundo musulmán y los musulmanes. Irán y su gente no olvidarán estas conspiraciones y la traición al mundo musulmán”, afirmó Rohani.
Ya antes de iniciar los combates en Yemen, Arabia Saudita e Irán se enfrentaban en otro terreno. En Siria, Arabia Saudita respalda a los rebeldes que luchan con Bashar al Asad (alauita chiíta), mientras que Irán los combate con apoyo de Hezbulá (milicia libanesa). La aparición del Estado Islámico (sunnita), llevó a la comunidad internacional a aliarse tras bambalinas con Irán para frenar el avance del terror. Esta nueva alianza secreta incomoda a Arabia Saudita, que lidera la coalición de países árabes cercanos a Occidente, y más que nada a Estados Unidos.
A este rompecabezas se suman las guerrillas hutíes, integradas por entre 100 mil y 120 hombres. Le deben su nombre a Husein Badreddin al Huti, quien en 2004 inició un levantamiento contra el gobierno de Ali Abdullah Saleh, que gobernaba de facto desde 1990. No fue hasta 2012 que en el marco de la mal llamada Primavera Árabe las revueltas populares forzaron la salida del mandatario y su reemplazo por su vicepresidente, Abd Rabbuh Mansur al Hadi. Sin embargo, este cambio no frenó las ambiciones de los hutíes, que en 2014 activaron la revuelta desde el norte del país. En enero de este año avanzaron hasta la capital y forzaron la huida de Hadi a Egipto, desde donde exigió una intervención militar a sus aliados del mundo árabe.
Finalmente se organizó una coalición liderada por Arabia Saudita (utiliza 100 cazas, cerca de 150.000 soldados y varios buques de guerra), una fuerza a la que se sumaron Egipto, los Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Kuwait, Bahrein, Jordania y Marruecos.
El resultado de esta aventura es impredecible, sobre todo si se tiene en cuenta que la rama de Al Qaeda en Yemen es una de las más fuertes de la organización, y mas aun si a ese rompecabezas se suma el Estado Islámico, que afirma haber instalado una de sus células.
“Hemos llegado a Yemen con hombres hambrientos de sangre, para recuperar las tierras ocupadas”, afirma el líder de un grupo de combate de la agrupación terrorista en un video que muestra una decapitación. Luego, pide a todos los sunnitas matar a los hutíes.