Letras simples y mensajes categóricos; intimidad y potencia; rock y tango: ni extremos, ni opuesto, más bien complementos de una totalidad. Eso fue lo que entregó Coti Sorokin el sábado, en el Fundación Astengo, a donde llegó para dar a conocer su último disco titulado Qué esperás.
En casi tres horas de concierto, el rosarino radicado desde hace tiempo en el exterior presentó su séptimo álbum, en donde resignifica la espera tributándole un sentido que puede ser activo, movilizador y que logre interpelar al oyente.
Escoltado por una banda poderosa, todo –musicalmente hablando– estuvo permitido en este concierto en el que el músico exploró múltiples climas viviendo las canciones con su cuerpo. Con su voz le puso letra; con su cuerpo seducción y movimiento; y con la actitud relajada de estrella de rock contagió desenfreno.
“Pequeña lucha”, “Días” y “Profundidad” dieron la bienvenida. Llegó “Tu gloria” y, con este tema, las butacas ya comenzaron a ceder frente a las energías contenidas del público sub 40 –cientos de fanáticos que cubrían tres cuartas partes del teatro–.
Sin perder intimidad y con profundidad, la formación de Sorokin sonó eléctrica y poderosa al poner en comunión tres guitarras y bajo. La integraron Nicolás Ottavianelli (teclados); Gabriel Pedernera (batería); Luna Sujatovich (teclados, coros): Matías Damato (bajo); y Dizzy Espeche y Nico Nieto (guitarras).
El concierto tuvo de todo, incluso un homenaje a Spinetta de su época de Jade. “Cualquier homenaje queda chico”, observó el músico, que se refirió a El Flaco como un “Moby Dick” de la literatura de este mundo; no obstante, aclaró: “Lo vamos a intentar” e hizo una sentida interpretación de “Contra todos los males de este mundo”. También cantó “El inmigrante”, de su último disco, momento que aprovechó para condenar la pandemia de xenofobia que se vive actualmente.
Qué esperás se merece un acústico. Como a gritos lo pedían las canciones, hacia la primera mitad del show la banda se desconectó de los enchufes y, en formato acústico, mostró una performance minimalista.
“Solamente vos me alegrás el día, me llevás al barrio que da el amor. Solamente vos, nadie más que vos devolvió a mi vida ese «qué sé yo»” repetía Coti en “Solamente vos” provisto de su ukelele y cautivando a todos con palabras simples y mensajes profundos. En ese formato, se permitió volver sobre viejas versiones y hacerse un “auto homenaje” a través de temas de más de una década que cerró con “Tu nombre”, en una versión híper sentimental que terminó entonada a capela.
Más de dos horas habían pasado del comienzo de la historia pero Coti no parecía dispuesto a concluirla allí. ¿Faltaba algo? Los clásicos de siempre, esos que todo el mundo canta, incluso, sin saber que son de este compositor. Sonaron “Bailemos”, “Dónde están corazón”, “Color esperanza” (popularizado por Diego Torres y la versión que fue más escuchada) y “Andar conmigo” (difundido por Julieta Venegas) poniendo, de vuelta, una gran cuota de power rock a la noche.
Pero, como era de esperar, con “Antes que ver el sol” culminó el concierto cuando el reloj marcaba más allá de la medianoche. “Estoy muy emocionado, pronto regresaré, muchas gracias”, saludó Coti en una noche que quedará en la memoria de muchos.