Los familiares de Miriam Rearte, una mujer de 40 años que murió presuntamente por una mala praxis médica en una intervención quirúrgica en un sanatorio privado de la ciudad, llevaron el caso a la Justicia y pedirán diez años de inhabilitación –la pena máxima que prevé la ley en estos casos–, tanto para el cirujano que la operó como para el anestesista.
Según explicó Marcos Cella, abogado defensor de la familia de la mujer fallecida, sobre los profesionales pesa la responsabilidad de haberle inyectado cefalexina cuando en la historia clínica de la paciente figuraba que era alérgica a ese medicamento, entre otras drogas. Oportunamente, la fiscal Mariana Prunotto solicitó una audiencia imputativa, aún pendiente pero que en caso de realizarse será la primera de este tenor que se lleve a cabo con el nuevo sistema procesal penal.
De acuerdo a los datos que constan en el informe forense, al cual tuvo acceso este medio, en la historia clínica realizada por la médica de guardia que atendió a la mujer al llegar al sanatorio Los Alerces (ex Julio Corso), de San Juan al 3000, figuraba que la paciente era alérgica a la cefalexina. También quedó registrado en el escrito que el equipo que la operó omitió el rechazo a dicho medicamento y que le inyectaron una ampolla de dos miligramos de cefalosporina –derivado de la cefalexina–.
Walter Gómez, esposo de Miriam, contó que su mujer “sufrió un paro cardiorrespiratorio en medio de la intervención”. Los médicos le explicaron que le habían practicado Resucitación Cardio Pulmonar (RCP) y que “despertaría en cualquier momento”. Sin poder contener las lágrimas, el hombre, de 43 años, está destrozado. Sus dos hijos varones también lo están pero aseguran que no van a bajar los brazos hasta lograr que los responsables de la muerte de su madre estén inhabilitados para practicar la medicina.
“Esto que nos pasó puede pasarle a cualquier otra persona y no queremos que eso ocurra”, dice con convicción Walter, uno de los hijos de Miriam.
Por un dolor abdominal
Miriam era esposa y madre de tres hijos: Walter, de 19 años, Milton, de 14, y Luz María, de apenas 2 años y medio. El periplo que terminó en la muerte de la joven mujer comenzó el 28 de noviembre pasado cuando sintió una molestia abdominal y acudió a la guardia del sanatorio Los Alerces. Allí, la médica que la atendió le diagnosticó una inflamación en la vesícula. Más tarde, le sugirieron que debía operarse.
A la mañana del día siguiente la mujer se sometió a la intervención quirúrgica, con la promesa de los profesionales de que a más tardar el 1º de diciembre estaría en su casa.
“Después de que le practicaron resucitación durante la intervención, Miriam estuvo agonizando seis días. Su cerebro estaba sin actividad pero los médicos no nos dijeron nada de eso. Nos decían que le habláramos, que nos escuchaba y que pronto despertaría”, cuenta el esposo.
“El día que murió mi mamá ni siquiera salía nadie para decirnos lo que había pasado. Recién cuando empecé a golpear la puerta de terapia salió un médico y me dijo que había muerto”, agrega Milton, de quien sorprende la integridad que mantiene ante la pérdida de su madre.
Mientras Walter y sus tres hijos muestran con desazón las remeras con la estampa del rostro de Miriam, repiten que “sólo queremos Justicia y que quienes hicieron esto deben quedar inhabilitados para ejercer la profesión, porque no son médicos sino asesinos”.