Los sobres para licitar la tercera y última etapa del plan de cloacas para barrio Empalme Graneros se abrieron ayer en el centro municipal de distrito Noroeste, con la presencia de autoridades provinciales, municipales y de dirigentes vecinales. Si todo sale como está previsto, en sesenta días comenzarán las obras en el sector comprendido por Olivé, Provincias Unidas, Juan José Paso y Olavarría. Y el próximo viernes 29 se abrirán los sobres para la licitación correspondiente a barrio Larrea, al oeste de Empalme, entre Provincias Unidas y Circunvalación. El plan va en línea con la idea de que la histórica barriada del noroeste tenga cobertura cloacal total para marzo o abril de 2016: para ello está en plena ejecución la segunda etapa de trabajos –en Juan José Paso, Gorriti, Rouillon y Felipe Moré comenzaron los trabajos en enero de 2014– mientras que la inicial, que comprende las calles Olavarría, Olivé, Chaco y Juan José Paso– se volvió a licitar este lunes. La licitación original se había realizado a través de Aguas Santafesinas, con fondos aportados por la Nación, pero la unión transitoria de empresas a la que fue adjudicada abandonó los trabajos al año de comenzarlos. Tras ser declarada desierta, ahora, tres años y medio después, se retoma encaminada a terminarse.
“Celebramos la decisión política”, sostuvo el presidente de la vecinal de Empalme Graneros, Osvaldo Ortolani, cuya familia se asentó en el lugar cuando era todavía un paraje, más de un siglo atrás: “Mi bisabuelo fue uno de los primeros. Donde hoy está la puerta de mi casa estaba la tranquera, y la casa estaba una cuadra después”, rememora.
Ortolani participó ayer en el acto en el centro municipal de Provincias Unidas 150 bis. Y aunque no se atrevió a festejar, tampoco disimuló su entusiasmo. Es que el plan para las cloacas se puede contar desde distintos relatos: más de diez años de pelea, doce viajes a Buenos Aires, permanentes llamados a camiones atmosféricos, mañanas de calor insoportable en las que encima había que resignarse a olores todavía peores.
El relato cronológico de Osvaldo Ortolani –uno de los tantos partícipes del reclamo permanente– comienza en 2010, luego de la construcción, que había arrancado en 2008 de la estación de bombeo y las troncales para las cloacas. Sobre esa obra mayor se licitarán los trabajos de barrio Larrea.
Colapso bajo tierra
Mientras tanto miles de familias, potencialmente beneficiarias del plan, viven sin cloacas. La situación dista de ser nueva, pero en las últimas décadas se fue agravando, hasta tornarse en desesperante. Es que, según explica Ortolani el total de las viviendas de las 387 manzanas que ocupa el barrio –al menos el sector “histórico”– tiene la vieja estructura del pozo ciego. Cuando está “bien hecho” –sostienen expertos como el ex titular del Instituto Nacional de Tecnología Industrial Enrique Martínez– no debería representar problema, ya que la cámara séptica intermedia retiene y degrada los residuos sólidos, mientras que al pozo en sí sólo llegan los efluentes líquidos, ya tratados, que por filtración se van purificando hasta que llegan a las napas.
Pero en Empalme la cosa no funciona así. “Las sucesivas inundaciones que tuvimos hicieron colapsar los pozos. En algunas partes del barrio llaman a la desagotadora una vez por semana; en otras una vez al mes. Hay vecinos que se les rompieron los caños subterráneos, a otros se les derrumbó el pozo y en las casas viejas hasta se les hundió el piso del dormitorio”, puntea Ortolani.
El vecinalista explica que una de las causas es que las inundaciones hicieron subir las napas, y muchos pozos ciegos están casi siempre al tope. “La mitad del barrio tiene problemas”, asegura. Y a eso añade que no son pocos los que están lejos de los “bien hechos” que suele poner de ejemplo el ex ingeniero en jefe del Inti. “Antes las casas eran cocina, dormitorio, y el excusado al fondo. Después se fue construyendo, y también muchas casas se fueron subdividiendo, pero seguían usando el mismo pozo. En muchas se derrumbó y tuvieron que hacer otro. Pero antes, los pozos que se anulaban se rellenaban con lo que había a mano, incluyendo basura. Y cuando la basura se degrada, el terreno se hunde”, completa.
Los diferentes ruidos del agua
Ni siquiera Ortolani sabe con exactitud cuántos pozos se excavaron su propia casa desde los tiempos de su bisabuelo. “Pero debe haber como cinco. Por ahí donde hoy piso, mañana se hunde”, dice, medio en broma pero también en serio. Y cuenta que hay –“Pocos, pero hay”– vecinos que hicieron “by pass” de las salidas de sus inodoros hacia las zanjas de las veredas, con las obvias consecuencias.
Las zanjas se llevan, a su vez, los efluentes pluviales y, en parte, lo que se conoce como “aguas grises”. Esto es la lluvia, y el agua con la que los vecinos se bañan, lavan los platos, y más. Y el 90 por ciento del barrio –marca Ortolani– tiene zanjas. Eso quiere decir, por añadidura, que sólo el 10 por ciento del barrio tiene calles con pavimento a nivel definitivo. Y de ahí la importancia clave de la red cloacal, base de la infraestructura.
“Ahí la clave es el Aliviador III, la rama Sorrento”, tercia el concejal Héctor Cavallero. El ex intendente, uno de los grandes impulsores junto al Ejecutivo de la ordenanza vigente desde 2010 articuló todos las obras en marcha y proyectadas en un único “Programa Solidario e Integrador de Desagües Cloacales” –del que participan Municipalidad, provincia y los propios vecinos, frentistas y “solidarios” y que cubrir[a al 85% de la ciudad para mediados de 2016– explica que la clave para Empalme fue despejar los “tapones hídricos” que hicieron al barrio históricamente inundable por los desbordes o las crecidas del arroyo Ludueña. Y que ahora el desafío, cuando se termine el proceso de que toda la ciudad cuente con red cloacal, será el viejo proyecto de las plantas de tratamiento, una para el sur de la ciudad, otra para el norte. “En algún momento lo tenemos que hacer. No puede ser que lo que sale de 1.200.000 personas que tiran la cadena vaya a parar así como sale al río Paraná”, subraya.
Por lo pronto, las cloacas en Empalme Graneros están en marcha, y Ortolani no tiene dudas de que la mitad del barrio que más problemas tiene se lanzará de inmediato a hacer las conexiones domiciliarias. “Con eso bajarán las napas, y ahí vamos a poder pensar en desagües pluviales y pavimento definitivo para todo el barrio”. Y también agrega un plan para los asentamientos que se fueron formando hacia el arroyo, al norte de la calle Olivé, con miles de familias: “Ahí hay otro gran problema, porque ellos no sólo no tienen cloacas. Tampoco tienen agua”.