El papa Francisco dijo que las riquezas deben servir para «el bien común» y precisó que una abundancia de bienes vivida de modo egoísta es «triste, quita esperanza» y es el origen de «todo tipo de corrupción, grande o pequeña».
El Papa denunció esta actitud, que explica la infelicidad de nuestro mundo, su injusticia y maldad, en la homilía de la misa en la casa de Santa Marta, de la cual la radio Vaticana difundió algunos fragmentos.
«Aferrados a la riqueza, listos para corromper para aumentarla y protegerla. Corruptos, cerrados, que encuentran el paraíso solo en la riqueza, al final pierden ellos mismos y se alejan definitivamente de Dios. Ricos pero estériles, incapaces de administrar el propio dinero para el bien de todos», sostuvo, según un cable de la agencia ANSA.
Jorge Bergoglio comentó el célebre paso evangélico del joven rico, que encuentra a Jesús, le pide de seguirlo, le asegura vivir desde siempre los mandamientos, pero luego cambia humor y actitud cuando el Maestro le comunica el último paso a cumplir, lo que falta: vender los bienes, darlos a los pobres y a ese punto ponerse a su séquito. De golpe, «la alegría y la esperanza» en ese joven rico, se desvanecieron, porque él, a esa -su- riqueza no quiere renunciar.
El aferrarse a las riquezas, explicó Bergoglio, «es el inicio de todo tipo de corrupción, en todas partes: corrupción personal, corrupción en los negocios, también la pequeña corrupción comercial, de los que quitan 50 gramos al peso justo, corrupción política, corrupción en la educación. ¿Por que? Porque los que viven aferrados al propio poder, a las propias riquezas, se creen en el paraíso. Son cerrados, no dejan horizonte, no tienen esperanza. Al final tendrán que dejar todo», concluyó.